Peronismo al poder: poco propenso a su historia y con una agenda difusa
En Argentina se ha trabajado bien para garantizar la competencia entre partidos, pero poco se ha hecho para fomentar la competencia interna.
Si uno analiza las últimas elecciones en Perú y Ecuador, observamos un denominador común, la implosión de los partidos políticos tradicionales quienes no lograron representar y canalizar las nuevas y crecientes demandas sociales. En Perú, vemos que entre los dos candidatos (Pedro Castillo y Keiko Fujimori) que llegaron a la segunda vuelta electoral no alcanza ni siquiera el 33% de los votos. La diversificación de la oferta es abismal basada en personas, mucho más que en partidos.
En Ecuador, el actual presidente electo Guillermo Lasso logró un triunfo mediante una segunda vuelta, pero dentro de las elecciones parlamentarias, su partido obtuvo el quinto lugar. En pocas palabras, cuando los partidos tradicionales están rotos, se forman alianzas transitorias que pueden resquebrajarse en cualquier momento, útiles para ganar elecciones pero con dificultades para gobernar.
Los partidos políticos son fundamentales para el sistema democrático. En Argentina, desde mediados de los años 40 hemos sido testigos de un monopolio del escenario político por parte del Partido Justicialista, la Unión Cívica Radical y en menor medida el socialismo. Asimismo, con la crisis de 2001, se creó un partido vecinal como el PRO que en 15 años logró llegar a la presidencia de la república y hoy ocupa un rol trascendental.
Uno de los pilares del bicoalicionismo argentino, la Unión Cívica Radical se encuentra en un proceso de franca transición en donde en tres de los cinco distritos mas poblados definió pasar por el tamiz de las elecciones internas para elegir autoridades (Ciudad de Buenos Aires, Provincia de Buenos Aires y Córdoba). De este proceso, salieron triunfadores perfiles dirigenciales que poco se parecen a los históricos del partido y que buscan darle una dinámica más moderna de cara a una sociedad con nuevas demandas. Luego de ocupar un rol central en 1983 y del fracaso del 2001, la UCR viene siendo un actor de reparto detrás del PRO pero con ansias de volver a liderar la coalición opositora.
El pequeño ejemplo del socialismo no deja de ser significativo al ir a la interna y elegir como presidenta del partido a la ex intendenta de Rosario, Monica Fein. Distinto es el caso del peronismo, a quien identifico actualmente con un tango de Celedonio Flores, con música de José María Aguilar y que fue bellamente interpretado por Edmundo Rivero llamado “Cuando me entres a fallar”:
“Me ganaste con bondades, poco a poco el corazón
El hombre es como el caballo, cuando ha llegado a la meta
Afloja el tren de carrera y se hace manso y sobón.”
En cierta manera, veo un justicialismo poco propenso a lo que fue su historia. De un partido que fue herramienta esencial para generar transformaciones, un partido de vanguardia en incorporar y ampliar derechos, (fundamentalmente de cara a los más necesitados) y que su ADN central fue la movilidad social ascendente, se transformó en un partido paralizado institucionalmente y en un permanente estado de sumisión y letargo.
Hoy acompaña un proceso liderado por Cristina Fernández de Kirchner y con una organización como La Cámpora, que es la más importante y homogénea en todo el territorio federal, pero que tiene una mirada más de pasado que de futuro. Sus preocupaciones principales pasan por la militancia y poco tienen que ver con las preocupaciones de la ciudadanía. No estoy en contra de ponderar la militancia, hecho que considero relevante pero solo eso no alcanza. La agenda primordial de nuestro país necesita atacar el principal flagelo nacional: un 42% de pobres a nivel nacional, número que crece al 51% si miramos el conurbano bonaerense.
La competencia interna es fundamental y es tal vez uno de los grandes temas pendientes de nuestra región. Se ha trabajado, y muy bien, para garantizar la competencia entre partidos. Con salvadas excepciones, las fuerzas armadas no son parte del proceso institucional democrático. Pero poco se ha hecho para fomentar la competencia interna, fundamental para que los partidos sigan siendo el principal motor de cambio y una herramienta fundamental para seguir transformando la Argentina.