Situación: agobiados por una situación económica que dejó de dar respuestas hace tiempo el electorado da un golpe de timón y elige presidente a un candidato sin experiencia. Su agenda es de cambio radical y su propuesta política está en el extremo opuesto de la tradición más establecida del país. Si bien el apoyo popular con el que asume es muy amplio (55% de los votos en el balotage), su representación legislativa es muy baja (no alcanzó el 30% de los votos en primera vuelta). 

A muy poco de andar, el Congreso le hace saber su falta de mayorías y bloquea su principal iniciativa. Frustrado por esos límites, el nuevo presidente rompe puentes con la oposición más moderada y duplica la apuesta convocando a un plebiscito. El final de la historia es conocido: el país del que hablamos es Chile, el presidente es Gabriel Boric asumido en marzo de 2022 y el plebiscito que convocó cosechó el 62% de los votos en contra.

Lo sabemos por Mark Twain: la historia no se repite, pero a veces rima. Los paralelos de la Chile de Boric con la Argentina de Milei son múltiples, variados y exceden el propósito de esta nota. Las diferencias también. Pero aún desde una perspectiva muy panorámica, la experiencia reciente del país vecino tiene varios detalles valiosos para tener en cuenta: i) las mayorías populares son circunstanciales; ii) el apoyo popular puede cambiar muy rápidamente; iii) los cambios económicos son lentos y la dirección y consistencia en muchos casos es más importante que la velocidad; iv) el capital político requerido para imponer cambios de rumbo tan importantes es mucho mayor al que tiene el gobierno hoy.

Quien mejor pareció entenderlo esta semana fue el ministro Luis Caputo, que tuvo un rol clave en administrar la reacción de mercado del revés político que tuvo el gobierno en una apuesta en la que había jugado a todo o nada. En varias declaraciones separó los efectos de mediano plazo de la ley ómnibus de los objetivos de corto que hoy dominan la agenda y se focalizó en los tres pilares que marcan el rumbo de su gestión: consolidación fiscal, ordenamiento monetario y acumulación de reservas. Sobre estos mostró resultados concretos: adelantó resultado fiscal de enero que sería el mejor en 17 años, cumplió con el objetivo de financiamiento cero al tesoro por parte del BCRA, canceló deuda con la autoridad monetaria con recursos obtenidos en el mercado y siguió avanzando con la acumulación de reservas, al tiempo que continuó colocando la segunda serie de BOPREAL.

Su prédica sobre el mercado fue muy efectiva: más allá del impacto inicial, los bonos en pesos tuvieron una buena semana en el segmento CER, algo deslucida pero nada dramática en duales y USD Link, bonos en USD cayeron marginalmente y el tipo de cambio libre se apreció nominalmente 3%. Lo que más sufrió fueron las acciones, que se ubican casi 4% por debajo de principio de año.

El contraste entre las reacciones del ministro y el presidente no se acotaron al resultado de la ley ómnibus. Hay frentes más importantes, como las del plano cambiario: esta semana Caputo estuvo activo en X diferenciándose de quienes anticipan un segundo salto cambiario en marzo o abril, motivado en la velocidad de la apreciación cambiaria. En varias intervenciones a través de la red X, el ministro se concentró en la desaceleración de la inflación que vienen reflejando los indicadores de alta frecuencia de precios no regulados (alimentos), que en su perspectiva moderarían notablemente las proyecciones de apreciación real de consenso.

Casi de manera simultánea Milei declaró que, si bien este año “no dan los tiempos” para dolarizar, para mediados de año el gobierno podría levantar el cepo. Con una brecha superior a 50% hoy esta decisión de “unificar” es casi equivalente a anunciar una devaluación que, si bien es menor al salto registrado en diciembre pasado, no pasa desapercibido en términos macro. La tensión entre descartar una devaluación en marzo pero anunciar una para mediados de año introduce ruidos que antes no eran evidentes y debilita el mensaje de Caputo, que por ahora es el que prevalece en las expectativas de mercado.

El mercado hoy le da más crédito a las palabras de Caputo que Milei. Suscribimos esa visión, dado que levantar el cepo es algo que luce muy difícil de lograr aun asumiendo circunstancias favorables.

Asumiendo que el BCRA logra colocar con éxito lo que resta de la serie 2 y el total de la 3 de BOPREAL, los pasivos en dólares (reservas internacionales netas y deuda comercial) ascienden a USD 9.000 M. Es cierto que los flujos ayudarán: el sector agropecuario será el principal aliado gracias a la cosecha que se estima será récord mientras que se producirá un ahorro en importaciones energéticas, lo que podría finalizar en un resultado de balanza comercial de aproximadamente USD 10.000 M para el primer semestre. Pero ¿cuántas divisas podrá acumular el BCRA desde estos niveles? ¿será suficiente para unificar en el corto plazo?

Frente a este contexto, la relación con organismos internacionales parece ser la única alternativa para fortalecer la situación externa (para luego unificar) a través de algún préstamo. Pero, para pensar en la posibilidad de tomar deuda externa es condición necesaria contar con cierto equilibrio político. Hasta aquí, la suspensión del tratamiento de la ley ómnibus juega en contra, sacando de la hoja de ruta del gobierno la posibilidad de unificación cambiaria en el corto plazo. Algo que los precios de los activos locales parecen entender cuando miramos Rofex.