La magnitud y el alcance de la recuperación
Pese a la difícil situación sanitaria, no corre peligro el rebote macroeconómico de este año. Aún así, la economía sigue pasando por un momento crítico.
El nuevo pico de contagios de Covid-19 supone un escenario particular que modifica parcialmente las proyecciones de repunte para este año. Las nuevas cepas y mutaciones por circulación comunitaria del virus junto con las ausencias políticas sanitarias de nuestros vecinos como el Brasil, impactan actualmente en la letalidad y contagios en toda la región.
El principal factor explicativo de la evolución de la actividad y el ingreso es el escenario dicotómico entre cierre o continuidad cuidada con protocolos. La experiencia de 2020 muestra que la enorme proporción de los sectores puede seguir produciendo de forma plena y el riesgo para las y los trabajadores es ínfimo: la mayor proporción de los contagio se producen en contextos sociales.
Aún así la necesidad de reducir la circulación y aplanar una curva de contagios, que hoy crece exponencial, marca que hoy ya no es imposible el escenario de cierres esporádicos. En cualquier caso, nada se equipara con el cierre masivo de 2020, con lo cual no corre peligro el rebote macroeconómico de este año.
La economía sigue pasando por un momento crítico. Como vimos en el primer año de pandemia, el impacto de la cuarentena estricta para robustecer el sistema sanitario ha hecho mella sobre un país en una situación muy delicada. La inestabilidad económica no era un hito novedoso y nuestro PBI iba a caer en 2020, independientemente de que llegara o no una pandemia. En 2020 todos los sectores de la economía se vieron afectados por las limitaciones a la circulación y la producción. El paquete contracíclico fue significativo. Durante el año pasado, según datos de la oficina de presupuesto del congreso (OPC), el Estado ha invertido un 3,5% del PBI en “paquetes” para la contención de los impactos pandémicos, con programas como el IFE, ATP, REPRO; transferencias a provincias; gastos en defensa y educación; insumos e infraestructura para el sistema de salud, etc. Como así también, la gestión anticipada por acaparar la mayor cantidad de vacunas escasas, en un contexto de alta demanda y especulación mundial, destinando así 12.000 millones de pesos a dicha tarea.
En este contexto y con el reciente decreto sanitario, el impacto económico está acotado a sectores de servicios, comercios y transportes. Las restricciones definidas hasta el momento son indispensables para minimizar el movimiento de las personas y por ende del virus. El peor de los mundos hoy sería tener que frenar toda la actividad económica nuevamente, como le ha pasado a países vecinos como Chile o Paraguay. En tanto muro de contención sobre los sectores afectados, el Estado Nacional definió al programa REPRO II del Ministerio de Trabajo. Se decidió un incremento del estipendio, llevándolo a 18.000 mil pesos por mes por trabajador. Medidas más generalizadas no serían apropiadas para este contexto. Darían una señal errónea, porque hoy el objetivo es que las fábricas sigan trabajando con cuidados y la producción no se frene. Es fundamental que cada una de las políticas en esta nueva etapa sea focalizada, optimizando la asignación de recursos sobre los segmentos que requieren la asistencia del Estado.
Con todo, la marcha atrás parcial en la normalización de la economía no debería afectar significativamente al repunte del PBI de este año. Si el 7% de rebote lucía como una hipótesis conservadora hasta hace un mes, ahora se parece más a un mejor escenario. Pero los cambios de la macro no serán muy sensibles, más no sea por motivos estadísticos. El principal riesgo de un congelamiento parcial y temporario de actividades es la ralentización de las perspectivas de inversión y los planes de ampliación en el consumo de bienes durables. Ambos factores se mostraban efervescentes en el primer trimestre e invitaban a pensar en una recomposición de los ingresos a corto plazo. Ante un recrudecimiento de la situación sanitaria, es más probable que los agentes pospongan sus decisiones de consumo e inversión en plan de ‘desensillar hasta que aclare’.
La experiencia mundial muestra que no hacer nada también generaría costos económicos. Con un sistema de salud colapsado, buena parte de la ciudadanía toma posiciones precautorias incrementando sus niveles de ahorro y bajando su consumo. ‘Se guarda’ y posterga todo gasto no esencial. Ante la caída de la demanda, las empresas terminan padeciendo de manera similar. No hay soluciones mágicas y automáticas en una pandemia; hoy el resultado económico está estrictamente supeditado a la situación sanitaria y lo mejor que podemos hacer para que la magnitud y el alcance de la recuperación 2021 sean las mayores posibles es extremar los cuidados personales y no ser un vector más de propagación del virus.