La despedida de Diego y la policía de Horacio
El análisis de la despedida al mejor futbolista de la historia y el actuar de la policía porteña. Similitudes con el ya conocido maltrato de los Carabineros de Chile. Entender que Mauricio es Macri, pero Larreta también, y más que Mauricio.
Una sensación quedó flotando en el aire, entre la gente. Diego se merecía una despedida más prolongada, o nosotros nos merecíamos despedirlo a él, en un funeral de tres días, como el de Evita en el 52, el de Perón en el 74 o el de Néstor hace justo una década. No se trata tanto de que Diego completa o continúa la saga de ídolos o santos paganos peronistas, como de que el dolor y la gratitud de un pueblo entero no caben en un solo día.
Por supuesto, las decisiones corresponden al ámbito familiar más íntimo y son tan inapelables como comprensibles. Quien casi no tuvo derecho a la intimidad en su vida, la merece doblemente en su último adiós.
Nadie puede predecir qué nueva dimensión adoptará Diego como mito, ahora que no está entre nosotros. Una cosa es cierta, será un mito de una enorme potencia política, aún mayor que el que conocimos. Y esto explica parcialmente la actitud represiva de la policía de la ciudad. Los ídolos del deporte, los millonarios, no suelen militar con orgullo su origen humilde ni cultivar amistades con Lula, Chávez, Fidel.
Larreta es un auténtico cuadro del proyecto conservador, mucho más que su ex jefe. De esos que no miran apenas una o dos jugadas para adelante, sino hacia el horizonte. En ese horizonte, cuya materia es también simbólica e histórica, podrán contarle a sus hijos y nietos que la despedida de Diego fue una batahola, un caos de violencia y desmanes, como cada vez que lo popular se desmadra en este país. Punto para la supuesta civilización, golpe a la barbarie.
Pero ese argumento es parcial y tal vez peca, en la búsqueda de continuidades históricas, de calzar demasiado bien. Es sabido que las fuerzas de seguridad están preparadas para acatar órdenes sencillas, binarias: reprimir o no reprimir. También salta a la vista la creciente militarización de la fuerza color granate, que cada vez tiene menos de disuasoria o preventiva y un tufillo cada vez más indisimulable a Carabineros de Chile. ¿La policía de la ciudad va camino de convertirse en una policía militar, especializada en reprimir la protesta callejera? Tiene lógica.
Desde su desembarco en el ejecutivo porteño en el hoy lejano 2007, el Pro ha iniciado un lento pero ininterrumpido proceso de gentrificación de la CABA. La gentrificación suele abarcar zonas, barrios en el mejor de los casos. Pero este proyecto es más ambicioso, se trata de una ciudad entera. Para hacerlo posible, debieron volar bajo el radar un buen tiempo -”¿viste qué bien, cómo dejaron Parque Patricios?”-, exponiendo los resultados tangibles -boom inmobiliario y comercial, torres con amenities, aumento del valor del m2- y barriendo a los desplazados bajo la alfombra o del otro lado de General Paz. Como en el famoso poema supuestamente atribuido a Brecht, a la mayoría de los porteños no le importo, pero no sabemos si ya es tarde.
El combo de cobrar por estacionar en la calle y privar de la costanera a los porteños en una misma semana, marca el primer descenso en la imagen de Larreta. Es un poco mucho, hasta para sus votantes. Tal vez, especialmente para ellos.
Un proceso de gentrificación requiere una policía violenta, aunque se desboque un poco cada tanto. Desconocemos qué opina Larreta de lo ocurrido ayer frente a la Rosada -tiene un doctorado en silencios-, pero lo imaginamos. Quién militariza su policía para hacerla funcional a semejante proyecto inmobiliario, debe conocer y aceptar el concepto de daños colaterales.
Acaso este sea apenas un primer indicador de que dos de sus objetivos estratégicos empiezan a entrar en tensión. Construir una candidatura presidencial o terminar de gentrificar la ciudad. Todo no se puede.
Acaso los porteños que no pueden ni quieren pagar por estacionar ni se atreven a soñar con comprar de pozo un piso frente al río, que de yapa vieron pisoteada su congoja por la pérdida del 10, recuerden una simple narrativa política de principio de siglo. "Mauricio es Macri". Horacio también. Más que Mauricio.