Granos y alimentos: la paradoja de la inflación
Los precios mundiales cayeron en junio por primera vez en 12 meses, empujados por la baja de los aceites vegetales, los cereales y los productos lácteos, según la FAO.
Como anticipaba en una nota anterior ("Los mercados de valores en situación inédita"), los precios mundiales de los alimentos cayeron en junio por primera vez en 12 meses, empujados por la baja de los aceites vegetales, los cereales y los productos lácteos, según la poco fiable burocracia de la (multi) estatal FAO con la que, sin embargo, varios analistas coinciden. Las cosechas mundiales de cereales caerían -a casi 2.817 M de ton. en 2021- respecto de la estimación previa, pero aún en camino de alcanzar un récord anual.
El índice de precios (IP) de la FAO, que mide las variaciones mensuales para una canasta de cereales, oleaginosas, productos lácteos, carnes y azúcar, promedió 124,6 puntos el mes pasado frente a la cifra de mayo de 127,8 revisada desde 127,1. Aunque todavía en términos interanuales, los precios suben un 33,9% en junio.
El IP del aceite vegetal se desplomó un 9,8% en junio, intermensual, incluyendo el aceite de soja y girasol. En tanto que el de los cereales descendió un 2,6% aunque con un alza interanual de 33,8%. El del maíz bajó un 5,0%, en parte debido a los rendimientos superiores a los esperados en Argentina y las mejores condiciones de los cultivos en los EE.UU.
Los precios internacionales del arroz también cayeron en junio, tocando mínimos de 15 meses, ya que los altos costos de flete y la escasez de contenedores continuaron limitando las ventas de exportación. Los de los productos lácteos bajaron un 1,0% mensual, con todos los componentes del índice descendiendo: la mantequilla registró la mayor caída, afectada por una rápida disminución de la demanda mundial de importaciones y un ligero aumento de los inventarios, especialmente en Europa.
Una excepción pareciera ser el IP de la carne que subió un 2,1% desde mayo, y las cotizaciones para todos los tipos de carne crecieron ya que los aumentos de las importaciones de algunos países del este de Asia compensaron la desaceleración de las compras de carne de China.
La proyección para la utilización mundial de cereales en 2021/22 se redujo en 15 M de ton. con respecto al mes anterior a 2.810 M de ton., todavía un 1,5% más que en 2020/21. Ahora se espera que las existencias mundiales de cereales al cierre de las temporadas en 2021/22 aumenten por encima de sus niveles de apertura por primera vez desde 2017/18. "Las mayores existencias de maíz previstas en China explican la mayor parte de la revisión al alza de este mes de los inventarios mundiales de cereales", según la FAO.
Sucede que la demanda global cae debido a que el rebote de la economía global, después del fuerte bajón debido a las represiones estatales a los mercados con excusa de “la pandemia”, se ralentizaría. Por caso, en la “locomotora” global, los EE.UU., la mejora del mercado laboral se ha vuelto a estancar la semana pasada, ya que el número de personas que presentaron solicitudes iniciales de subsidio por desempleo aumentaron con respecto a la semana anterior.
Los datos del Departamento de Trabajo mostraron que las solicitudes iniciales de subsidio por desempleo aumentaron hasta 373.000, lo que no cumplió las expectativas que apuntaban a nuevos mínimos de 350.000. El número de desempleados de larga duración -más de 27 semanas- aumentó en junio tras haber disminuido los dos meses anteriores y la “sensación térmica” es que se ha llegado a una meseta.
Cifras que se conocen cuando crece la preocupación en torno a que el repunte de la economía pueda estar ralentizándose, según la creencia más popular, a medida que los “estímulos” se desvanecen y la propagación de las nuevas variantes del Covid-19 amenaza con provocar nuevos estragos. Sin embargo, la verdadera causa es que todavía no todas las represiones han sido levantadas y, sobre todo, a que se está pagando la fiesta de los “estímulos” supuestamente destinados a contrarrestar los efectos de las represiones.
“Estímulos” financiados con mayores impuestos y exagerada inflación. Ambos destructivos de la economía, los impuestos por razones obvias, porque quitan capital productivo al mercado y la inflación básicamente porque quita poder de compra.
Así, irónicamente, mientras que los precios granel de los alimentos caen, muchos expertos, como Michael Snyder, recomiendan acaparar alimentos de los supermercados (nada menos que en EE.UU.): “Durante décadas, los estadounidenses no han tenido que preocuparse por los precios de los alimentos… Nuestros supermercados siempre han estado llenos, y siempre los precios serían aproximadamente los mismos. Desafortunadamente, las cosas están cambiando…”.
Y, claramente, los comerciantes se están anticipando a una suba en el precio de la comida que llega a la mesa. Según The Wall Street Journal, los supermercados están acumulando alimentos febrilmente, se están abasteciendo de todo, desde azúcar hasta carne congelada antes de que se vuelvan más caras, preparándose para lo que algunos ejecutivos anticipan serán algunos de los aumentos de precios más altos de los últimos tiempos. Según The Wall Street Journal, todo este acopio "está impulsando la escasez de algunos productos básicos", pero se espera que esta escasez sea solo temporal.
Dice Snyder que algunas empresas están comprando hasta un 25% más de alimentos. Por su parte, David Smith, director ejecutivo del mayorista más grande de EE.UU., Associated Wholesale Grocers, dijo que han estado comprando entre un 15 y un 20% más de productos respecto del mismo período del año anterior, en particular alimentos envasados con una vida prolongada. En tanto que la cadena minorista SpartanNash, de Michigan, ha comprado entre un 20 y un 25% más de lo habitual, incluida la carne congelada.
No hace falta decir que resulta irónico que, mientras baja el precio de los alimentos a granel, se espera una importante subida en aquellos puestos en la mesa del consumidor. Y, aunque cueste creerlo, ambos efectos que parecen contradictorios tienen un mismo empuje: el de la inflación.
El gobierno de los EE.UU. promete seguir gastando dinero -ergo, emitiendo y aumentando impuestos- de manera desbocada y la Fed seguiría inyectando montañas de efectivo fresco. La administración Biden no parece tener un "botón de apagado", y tampoco la Fed. La deuda nacional de EE.UU. se está moviendo hacia la marca de los USD 29 B muy rápidamente, y el balance de la Fed se ha más que duplicado durante el año pasado.
La subida de impuestos sumada a la inflación provoca una ralentización en la economía, ergo, en la demanda mayorista que se traduce en una baja en los precios a granel. Pero, al mismo tiempo, la inflación -el exceso de emisión por sobre la demanda- provoca una devaluación de la moneda que se ve como una suba de precios que paga el consumidor final. Por caso, los precios del petróleo, ergo de la gasolina, siguen subiendo y esto encarece el transporte de alimentos. Según el índice de precios de la gasolina AAA, en los EE.UU. el precio promedio de un galón es un 56% que hace un año.
Del mismo modo suben todos los costos (impuestos, salarios, insumos) de los intermediarios y minoristas. Así, la inflación -en gran parte debido a los estímulos que más bien parecen estímulos a la decadencia- provoca un doble efecto negativo.
Por un lado, aumenta los precios de los alimentos en la mesa y, contrariamente, desalienta la producción al caer o al menos estancarse los precios a granel, como el de la “gallina de oro” para Argentina, la soja:
Con lo que las exportaciones y la producción en una bola de nieve podrían caer -y, así, la recaudación tributaria- con lo que el campo se vería perjudicado, lo que pareciera evidenciarse en la curva con tendencia descendente de dos íconos del sector agrícola argentino, que venían de subir mucho en Wall Street, como son Cresud:
y Bioceres: