Argentina, el mundo y la ley de la economía del conocimiento
La economía del conocimiento es la nueva globalización. Participar en ella requiere empezar por el orden local y prepararse para la acción global. Argentina aún está lejos y tiene poca presencia en la nueva economía internacional.
La globalización se adapta. Una de las manifestaciones de ello es que asistimos a lo que puede llamarse la cuarta globalización, o la de la economía del conocimiento.
El saber manifestado a través de diversas formas y aplicado a la producción se ha convertido en el principal motor de la economía global. Patentes, royalties, propiedad intelectual, know-how, servicios, innovación, ingeniería aplicada, diversas herramientas de creación de reputación, certificaciones y cumplimientos de estándares garantizados (públicos y privados), nuevas tecnologías para la diferenciación de la producción, diseño, marcas, management, capital intelectual en general y varias otras vías de innovación generan una nueva economía.
No siempre es fácil cuantificar o mensurar este aporte. Pero la nueva globalidad se apoya en esta principal fuerza.
En este marco, el gobierno argentino acaba de promulgar la llamada “ley de economía del conocimiento” que consiste en algunos incentivos fiscales a empresas de ciertos sectores productivos específicos. Buen primer paso, pero que nos deja aun lejos de la integralidad de la nueva economía: esta nueva fase del capitalismo requiere vigencia de un entorno institucional que garantiza derechos subjetivos, flexibilidad que alienta la innovación, inversión y recursos humanos capacitados, internacionalidad activa y empresas apropiadas.
La economía del conocimiento no se concentra en algunos sectores: tiende a ser toda. Desde el agro con sus modificaciones genéticas, pasando por el sector automotriz y sus autos eléctricos no tripulados, siguiendo por los productos de la industria del calzado manufacturados en impresoras 3D y por la industria de la alimentación apoyada en la mas precisa trazabilidad y estándares certificados, y terminando por los servicios que componen más de la mitad de la economía global.
La economía internacional tiene hoy 5 cualidades: es más global (aunque algunos supongan lo contrario) pero es de diferente interacción transfronteriza; está apoyada en dinámicas empresas transnacionales innovativas; se rodea de nuevas regulaciones internacionales que generan acuerdos (tratados) entre países más exigentes y sofisticados (Chile, Singapur y Nueva Zelanda firmaron hace algunos meses un tratado de libre comercio digital); se ve influida crecientemente por la geopolítica y (lo más importante) está transitando una profunda revolución tecnológica que la transforma en la economía de los intangibles que condiciona las 4 características anteriores.
Sostiene el World Intellectual Property Report 2019 (la última edición) en un trabajo titulado “la geografía de la innovación” (Local Hotspots Global Networks) que la economía global esta cambiando tanto que las propias “cadenas globales de valor” que consistieron en las últimas décadas en procesos sistémicos de intercambio de bienes físicos entre empresas aliadas en diversos lugares del mundo, están mutando hacia sistemas complejos de intercambio de “intangibles” que motorizan la producción internacional: en esos vínculos prevalecen las “global innovation networks” que (intra-empresa, entre empresas y entre puntos focales específicos en diversos países que crean conocimiento y los integran) favorecen co-invenciones productivas internacionales.
Un aspecto revolucionario en esta materia es la aparición de la nueva “industria de la veracidad” a través de blockchain.
La nueva globalización, por eso, se basa en 5 flujos internacionales: comercio de bienes; comercio de servicios; flujos de financiamiento hacia la innovación; inversión extranjera directa; e intercambio de datos, información y conocimiento. Y éste último se mezcla con todos los anteriores y es lo más relevante en términos económicos globales.
Pero Argentina (más allá de esta nueva ley) está muy lejos de todo ello. Por solo citar algunos ejemplos puede decirse que en materia de creación de propiedad intelectual según el ranking mundial de la cantidad de patentes solicitadas en 2019 (PCT) éstas aumentaron 5,2% (265.800 solicitudes) y han acumulado en el planeta un alza de 72% en 10 años; pero según el último registro anual Argentina inició solo 36 trámites y en el ranking de países en ésta materia está en lugar 58 en el mundo. En Latinoamérica y el Caribe superaron a Argentina Barbados, Antigua, Colombia, México, Chile y Brasil (la lista está en orden creciente siendo Brasil el que más tramites inició). En el orden mundial la lista la lideran China (58.900), Estados Unidos (57.850) y Japón (52.660).
Algo peor ocurre cuando se analiza la registración de marcas comerciales: Argentina aplicó en el sistema internacional por solo 2 en 2019. El total mundial en 2019 fue 64.400 y nuestro país se encuentra en el ranking de países respectivo en el lugar 98: es superado por Paraguay (presentó 4), Antigua (4), Cuba (13), Bermuda (19), Brasil (31), Colombia (55) y México (113) que es el mejor ubicado. El ranking mundial lo lideran Estados Unidos, Alemania y China (en ese orden).
Por su lado, en el índice “US Chamber IP Index” en materia de copyrights Argentina está en el tercio peor calificado (y ente 0 y 100 apenas supera el puntaje 21, debajo de numerosos países de la región). Mientras que según WIPO en dibujos y modelos industriales (se presentaron de todos los orígenes sumados 21.807 en 2019 en el mundo) Argentina no figura en la lista de 75 países que presentan iniciativas ante el sistema internacional, una lista que lideran Alemania (4.487), Corea del Sur y Suiza.
Muchos más indicadores pueden abundar en lo mismo: la nueva economía internacional del conocimiento tiene pocos casos de presencia argentina. Un buen resumen al respecto surge del índice de capital intelectual (elaborado hace algunos años calculando el capital intangible como porción en la formación del PBI). Según el trabajo de The Conference Board el capital intangible representa alrededor del 45% del PIB mundial, genera más de 70% en los países líderes pero solo 33% en Argentina.
La economía del conocimiento es la nueva globalización. Participar en ella requiere empezar por el orden local y prepararse para la acción global (la globalización no se retrae: se modifica). Ecosistemas que permiten interacción creativa entre empresas, personas, universidades, ONG; pero sobre todo nuevo capital; son requeridos.
Y para ello podríamos decir que cuatro grades cambios debemos producir para entrar en el sistema: orden macroeconómico, modernización (flexibilización) regulatoria, apertura económica externa y -lo más relevante- un marco institucional (que podría lograrse con la absoluta supremacía de la anestesiada Constitución Nacional) que garantice los derechos subjetivos.