El calvario de los ucranianos tras la invasión rusa: hogares sin agua ni luz en medio de los bombardeos
El inicio del conflicto bélico entre Rusia y Ucrania tiene de rehén a la población del país. Mientras los ejércitos de ambas naciones luchan desde hace 8 años, los pueblos linderos a la zona roja de la batalla sufren las consecuencias. Los proyectiles voltearon tendidos eléctricos y dañaron tuberías en los asentamientos más cercanos a la línea de contacto.
La escalada del conflicto territorial y político entre Rusia y Ucrania afecta cada vez más a las poblaciones linderas a la zona de combate. La decisión de Vladimir Putin de apoyar a los separatistas prorrusos decretó la invasión del país vecino, con graves consecuencias para sus habitantes.
Sucede que la violencia a lo largo de la línea del frente en el Donbás no es nueva. Allí, el ejército ucranio y los separatistas prorrusos apoyados por el Kremlin luchan desde hace ocho años .Esto genera que pueblos como Krasnogorivka, a solo unos kilómetros de la zona roja y de las trincheras, vivan en condiciones que rayan lo inhumano.
Además de las víctimas fatales -dos civiles murieron este lunes en dos ataques en Novoluhanks, territorio controlado por el Gobierno ucranio- los proyectiles han derribado tendidos eléctricos y dañado varias tuberías en los asentamientos más cercanos a la línea de contacto. En Krasnogorivka, un pueblo dedicado a la agricultura, están sin luz desde el domingo.
Abandonados a su suerte, varios vecinos tratan de arreglar por su cuenta, ayudados de un tractor con plataforma, el cableado y el transformador que da electricidad a la zona. “No podemos estar sin luz, sin frigorífico, algunos hasta sin calefacción”, dice Víktor, capataz de una granja colectiva, a El País.
La región del Donbás es una zona devastada. En otros tiempos fue una zona industrial y minera, importante motor económico en los tiempos soviéticos. La última guerra de Europa, se llevó 14.000 vidas y obligó a más de un millón y medio de personas a dejar sus casas. Marcas de proyectiles y edificios abandonados configuran el cuadro.
“Por accidente o no, yo solo sé que a mí me han roto el tejado cuatro veces. Sea quien sea nosotros estamos aquí en medio”, señala otra vecina al mismo medio.
Otra mujer, de 70 años, que trabajaba en un pequeño comercio hasta que la guerra lo cerró, lleva dos días sin luz y sin agua. Tiene la casa sembrada de velas y linternas, y el pasillo lleno de garrafas de agua. “Al principio de la guerra nos fuimos con unos familiares a otra zona. Pero ahora somos todavía mayores y dónde vamos a ir”, se lamenta.