Trabajar a 4.000 metros: cómo se vive en los campamentos de extracción de litio
En los últimos años el mineral se convirtió en uno de los commodities más codiciados en el mundo. Importantes proyectos se establecieron en el noroeste argentino y cientos de trabajadores se trasladan en búsqueda del nuevo “oro blanco”.
En los últimos meses, el litio es uno de los temas más mencionados en los discursos tanto del presidente Alberto Fernández como de los gobernadores de las provincias del noroeste. Es que el nuevo “oro blanco” se presenta como una gran oportunidad de inversiones e ingreso de divisas.
Argentina es el cuarto productor mundial del recurso, y junto con Chile y Bolivia forma parte del denominado “Triángulo del Litio”, que concentra más del 80% de las reservas globales. Los proyectos vinculados a este mineral representan el 36,3% de las inversiones futuras en el país.
El desarrollo de este sector está impulsado por importantes firmas internacionales que llevan adelante más de una docena de proyectos, algunos en etapa operativa y otros en plena construcción, entre los que se destaca Sales de Jujuy (Jujuy), Sal de Oro (Salta) y Tres Quebradas (Catamarca). Todos se encuentran emplazados en medio de la cordillera, a casi 4.000 metros sobre el nivel del mar.
Estos proyectos se volvieron un gran atractivo por sus remuneraciones y beneficios. De acuerdo a los datos del Ministerio de Desarrollo Productivo, el sector se ubicó entre los empleos con mayor salario mediano en 2021.
Los trabajadores, tanto locales como foráneos, viajan cientos de kilómetros hasta los diferentes campamentos –como se los llama en la jerga a las instalaciones modulares-, donde conviven generalmente en jornadas de 14x14, esto es, 14 días de trabajo por 14 de descanso. Nadie baja de la mina en esas dos semanas, excepto casos de emergencias.
A diferencia de lo que sucedía en los pueblos donde antiguamente se extraía cobre, oro o plata, estos lugares son “temporales” y los trabajadores no se trasladan con sus familias. Tampoco hay actividades de entretenimiento, bares, comercios o espacios verdes. El alcohol y las drogas están prohibidas.
Sin embargo, trabajar en una mina de litio no es una tarea fácil. La falta de adaptación del organismo a la hipoxia de la altitud genera dolor de cabeza, cansancio, náuseas hasta pérdida de apetito. Por ello, los trabajadores se controlan a diario la presión y el nivel de oxígeno en sangre. A esto se suma el clima extremo con amplitud térmica -más caluroso del día y el más frío de la noche- y fuertes vientos.
Estos emplazamientos en la montaña también conllevan una logística muy grande para las empresas, ya que se debe trasportar la energía, los alimentos y hasta el agua potable. La altura también complica la operatividad y el rendimiento de las maquinarias.
A diferencia de otros minerales, el litio se encuentra diluido en salmuera –agua con alta concentraciones de sales-, por lo cual la misma es sometida a un proceso de evaporación en enormes “piletones” al aire libre, del tamaño de 50 canchas de fútbol, para luego continuar su clarificación, carbonatación, filtrado y secado. El destino final es la fabricación de baterías para artículos y vehículos eléctricos.