Rock en Baradero: seis lados B que marcaron el retorno de un festival esencial y de cercanía
Tras el parate de la pandemia, volvió uno de los encuentros más esperados del verano. No solo estuvieron Guasones, Las Pelotas, La Vela Puerca, El Mató a un policía motorizado, Eruca Sativa y Caras Extrañas. Cuáles fueran las bandas y solistas que ganaron el escenario.
Marta y Mirta son hermanas de una generación ajena al rock. Marta es dueña y Mirta, “mi secretaria”, como le gusta decir a la más joven de las dos. Ambas viven en San Pedro, un barrio obrero que se forjó como tantos en otros pueblos a la vera de la estación del ferrocarril, en Baradero.
Desde hace algunos años, las Villalba tomaron la decisión de darle vida a esas habitaciones que quedaron vacías tras los movimientos familiares y armaron un hostel humilde, pero cálido. De calidez; pero también con la calidad que solo puede tener cinco estrellitas en alguna de esas páginas de viajes en las que nunca figurarán. Alta tensión al detalle. Atención. Sensibilidad.
Es viernes, y en Baradero el rock vuelve a palpitar después de un parate obligado por la pandemia. En las calles abundan las motos, los scooter, las bicicletas y cualquier vehículo apto para moverse en dos ruedas. Un perro con la cadera jodida por algún atisbo de libertad que terminó en fractura, lleva las patas aferrada a un andador, a rueditas. De vereda crispada. Pero con el aprendizaje que le dejó aquella estela del pasado.
Es de mañana y las cortadoras de césped son la vedette de turno. Ni Nélida Lobato se animó a tanto. Rumbo al centro, viejo corazón de cemento, los vecinos y las vecinas van y vienen. Cada uno desfila en su jardín con la maquinaria interior a la vista como parte de una danza industrial.
La tarde está lejos, pero el mediodía se pasa, se pesa, se pisa, se posa y se pulsa. Porque lo que late es el reencuentro. Los pibes volvieron a copar la costanera del Río Paraná. Y las botellas cortadas se hacen horizonte en el comienzo de la hora mágica. Hay risas ajenas que se copian. Y se pegan. Se hacen chicle. Y se mastican, claro, como parte de un ritual que hoy se sostiene por fuerza propia por más que en las redes marquen que la canción de turno tenga olor a adolescencia. A aquello que se forja. Que puede nacer o renacer. Y que es. Que sucede. Y también seduce.
“Pase sanitario y entrada en mano”. Al pibe de la lata nadie le avisó que para entrar al festival había que contar con un carnet de vacunación. O, mejor dicho, el pibe de la lata no está atento a la realidad. Como el hombre de hojalata, va; en su Mago de Oz intrapersonal.
Adentro, el rock volvió a ser un lugar de cercanía. Un espejo esencial de una realidad que milita el abrazo como brazo ejecutor del sentimiento popular. Con la bandera de la calle.
La reina del twist
Pese a que el horario no era el mejor, Fabiana Cantilo copó el escenario principal con una personalidad arrolladora en la previa de lo que sería el show de La H no murió, la banda que revivió a Hermética. La cantante se mostró mucho más profesional que en otras oportunidades y consiguió lo impensado: que la cofradía de los pibes de remera negra canten “Mary Poppins y el deshollinador”. Los tiempos cambiaron y el público también. El respeto fue una de las claves que se condición en todas las presentaciones.
La artista apeló a sus clásicos y también se apoyó en Los Twist, Los Rodríguez y en Luis Alberto Spinetta para conseguir que los presentes se enciendan, e incendien, en un mismo ritual de canto mancomunado. Sin fronteras de género. Un show breve pero de gran presencia para una de las pocas artistas que pidió, en vivo, atender la situación actual en Corrientes.
Elegante sport
Sin dudas, Bándalos Chinos se convirtió en los últimos años en una de las bandas que más creció dentro del rock. A base de un pop suave y elegante, su cantante, Goyo Degano, logró convertirse en uno de los artistas de mayor proyección para un conjunto que también avanza en sintonía.
Desde el escenario oeste, el grupo se adentró en el juego de seducción que ofrece su líder y a través de “Demasiado”, “Departamento”, “Sin señal”, “Una propuesta”, “Mi fiesta” y “Vámonos de viaje”, revivió el espíritu ochentoso sofisticado.
Con “Tu órbita”, el conjunto que cuenta con dos discos de estudio y varios sencillos, logró quebrar la barrera de los desconocidos para introducirlos en una fiesta bailable. Con la luna y las chimeneas de la fábrica de una ciudad que funciona de noche, de fondo. Como Bándalos Chinos.
La piña de Boedo
Como parte de una de las ofertas tempraneras, Bestia Bebé se llevó puesto el escenario oeste del festival con una fuerte seguidilla de su lado garagero para imprimirle un poco más de velocidad a un atardecer de sábado.
El cuarteto cautivó logró el movimiento inferior con “Lo quiero mucho a ese muchacho” y “Luchador de Boedo”, dos de los temas que son emblema para sus seguidores. Una vez más, el conjunto volvió a dejar en claro la fuerza de una propuesta rockera más sucia en tiempos de pistas preestablecidas sin lugar para el gris.
El sonido de la alegría
“Y dale, dale Nonpa/ dale, dale, dale Nonpa”. Con 26 años de escenario, Nonpalidece sigue demostrando que es una banda amena para todo tipo de festival. “La flor”, la canción que marca el estribillo para el grito de su gente, es la muestra. Néstor Ramlajk tiene el imán necesario para convocar y entretener a través de un contacto musical ultrasensorial.
“Tu presencia”, “Love song” y “Tu sueño” marcaron el pulso de un público sin variedad de oferta para un género que supo reinar después de la tragedia de Cromañón, pero que desde entonces no volvió a ganar lugar en la gran escena del rock local. El show de Baradero dejó en claro que la relación entre la banda y el público en general sigue intacta.
El cuadro integral
La conexión de Julián Kartún con el público es natural. El fraseo a la hora de hablar, el rapeo televisivo, es ganchero. Tanto para chicos como para grandes. La intención de acompañar las canciones, por momentos habladas, hace que la comunión se convierta en devoción. Como una victoria personal de poder seguir a un frontman que acude a su facilidad para comunicar las palabras, “hípico, típico, épico”, como también al viaje retrolírico hacia los 80 y los 90.
El Kuelgue apeló a su top ten de Spotify para mezclarse con éxito ante un público que esperaba por La Vela Puerca y Las Pelotas. “Bossa & People”, “Circunvalación” y la frágil “Parque Acuático” conformaron un trío imbatible para ganar la tarde y hacer pasar de largo la caída de un sol. “Tener cintura, la de Orteguita”.
Nacional y popular
Airbag tomó el escenario principal con el pasado teen clavado en la espalda. Bajo la sombra de ser el fenómeno local de Hanson, el ex trío de los hermanos Sardelli (ahora son cinco), cambió de color la noche en Baradero y entró con el volumen en mil. A sabiendas de que abajo había un público a conquistar, el grupo tomó la decisión de interpretar “La balada del diablo y la muerte”, de La Renga, para lograr un golpe clave y un aplauso cerrado por una interpretación a la altura.
Con la intención de mostrar su sentir rockero, los Sardelli mostraron su calidad técnica y avanzaron de menor a mayor. Con “Cae el sol”, lograron la comunicación oficial con su público. Mientras que con la interpretación del Himno Nacional en la guitarra de Pato Sardelli, la banda logró el pogo más grande la noche antes de conseguir el aplauso cerrado al mostrar su gorra en homenaje a Malvinas.
El cierre, como parte de una reivindicación del pasado, fue con “Solo aquí” y “Si te vas”, las dos canciones con las que saltaron a la fama 18 años atrás y que, hoy, pueden salir a defender con la misma fuerza con la que un hombre de 40 y pocos, y con remera de Las Pelotas, entona cada uno de sus estribillos a viva voz.