Santiago González, 16 años, un estudiante sin antecedentes conflictivos, desapareció de su casa en la noche del último lunes, en Tandil. Como las horas pasaban y él no volvía, sus padres hicieron una denuncia por averiguación de paradero ante la policía local.

La peor noticia llegó en la mañana del martes 4. El cuerpo del adolescente fue encontrado en un descampado en las calles Falkner y Luiggi Pol, en la zona conocida como Cerro Leones, de esa ciudad distante a 400 kilómetros de Buenos Aires.

La muerte del joven provocó una enorme conmoción en Tandil, una ciudad en pleno crecimiento, que se convirtió en un foco de atracción de nuevos vecinos tras la pandemia, pero que aún conserva la tranquilidad de los pueblos del interior bonaerense, donde la inseguridad no es una cuestión preocupante.

Uno de los hermanos de Santiago llegó hasta el lugar donde se encontró el cuerpo, que a simple vista presentaba golpes en el torso y en la cara. A los gritos pidió reconocer el cadáver y atravesó la escena del crimen, donde los investigadores trataban de recolectar evidencias para la causa.

El análisis de los rastros y del lugar, hizo a los detectives pensar que podría haber sido asesinado en otro lado y luego tiraron allí el cuerpo, que fue encontrado por vecinos que caminaban por la zona.

El cuerpo iba a ser sometido a una autopsia, pero cuando se lo revisó en el lugar tenía un golpe en el ojo izquierdo, y otras lesiones menores en el tórax y abdomen. Tenía signos en la espalda de que lo habían arrastrado.

La investigación está a cargo del fiscal Gustavo Morey, titular de la Unidad Funcional de Instrucción (UFI) 8 descentralizada en Tandil, Departamento Judicial Azul, quien dispuso una serie de medidas.

El personal analizaba las cámaras de seguridad de la zona para tratar de identificar a las personas con las que pudo haberse encontrado en la plaza del barrio La Movediza, donde habría sido visto por última vez.

Entre las ropas del joven no había dinero, ni documentos, tampoco tenía su teléfono celular. La bicicleta amarilla con la que se movía por toda la ciudad había quedado en su casa.

Los investigadores confirmaron con las autoridades de la escuela secundaria 16 a la que concurría que el adolescente no tenía antecedentes escolares de violencia, ni de consumo de sustancias o conflictos familiares.

Los directivos del colegio secundario dijeron a medios locales que se trataba de un chico aplicado, buen compañero y estudiante que cursaba en el turno tarde, por lo que la noticia generó una enorme tristeza y conmoción.

De todos modos, una de las puntas de la investigación se podría orientar hacia una venganza contra uno de los familiares del chico, que podría estar involucrado en actividades ilegales, de acuerdo con versiones que circulaban en la ciudad.