Manuel Becerra: "Hay maneras de trabajar temas controversiales sin que el docente exprese su opinión, que además es irrelevante"
La escena de la docente afín al Gobierno peleándose con sus alumnos en la escuela generó un nuevo debate público sobre la educación. Además, la dirigencia política lo utilizó para llevar agua a su molino en etapa de campaña electoral. Manuel Becerra, experimentado profesor de historia y de formación docente en todos los niveles, conversa con Data Clave y da su visión: "No importa mi mirada sobre Cristina, Macri, el aborto o lo que pasó con Santiago Maldonado, importan las dudas que tengan los pibes y ver cómo se pueden trabajar los temas".
El video que se viralizó sobre la "profesora K" discutiendo vehementemente con sus alumnos en una escuela de La Matanza generó un revuelo público que terminó utilizándose en las altas esferas de la política en tiempos de campaña electoral.
Mientras la oposición utilizó el mismo discurso político, asegurando que la profesora les "lavaba el cerebro" a sus estudiantes, el oficialismo tuvo miradas divergentes. Mientras Nicolás Trotta, ministro de Educación, aseguró que "no se debe politizar la educación", el presidente Alberto Fernández manifestó que no había que "estigmatizar" a la docente y que "hay que entender que estaba planteando un debate".
En ese marco polarizado, Data Clave conversó con Manuel Becerra, experimentado profesor de Historia por el ISP “Dr. Joaquín V. González”, Magíster en Historia por la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM) y docente en en secundaria, formación docente y universidad: "Es imposible la objetividad. Uno es una persona que tiene una subjetividad y ciertas convicciones políticas. Uno no puede sacarse el cerebro para entrar al aula, pero lo que se puede hacer es actuar como docente y correrse del centro".
Data Clave: ¿Qué te generó el video de la profesora teniendo un fuerte cruce con sus alumnos?
Manuel Becerra: Es una escena bastante desafortunada y la viralización también hace que se genere una situación tensa en la escuela. En el colegio lo que tenemos que tratar es que los conflictos considerados como “fuera de lugar” sean canalizados por dentro. Si hay algo que resolver, se debe trabajar y resolver al interior. Cuando se viraliza, ahí ya entramos en otro terreno, porque toda la comunidad educativa de la escuela queda expuesta. Imaginate lo que va a ser trabajar las próximas semanas en ese lugar. Todos saben quién fue la docente y cuál es el curso de los alumnos que viralizaron el video.
DC: ¿Esta incomodidad puede trasladarse a todos los colegios?
MB: No es la primera vez que pasa que se viraliza el video de un docente, por más que en este contexto se ve a una profesora fuera de lugar. La viralización ejerce como un efecto disciplinador que te dice “ojito con lo que vas a hacer”. Vos después de esto empezas a replantearte hasta si podes hacer un chiste, porque te pueden sacar de contexto. Uno puede hacer una afirmación citando a un autor, y si te sacan de contexto, te pueden decir que lo estás diciendo vos y que no sé, te acusen de promover el nazismo. Eso devalúa muchísimo la potencia pedagógica y didáctica de lo que uno lleva a la clase.
DC: ¿Qué sentís que se hizo mal la profesora?
MB: En mi experiencia yo no recuerdo una escena como esa. Sí otras, donde hubo una mala actuación de parte de un docente, pero no como la del video. Son temas de actualidad y está perfecto trabajarlos, pero los docentes tienen que abordarlos con cierto cuidado y con respeto en un marco democrático. No es que si un alumno te dice como (Javier) Milei “zurdo de mierda, te voy a aplastar” lo vas a aceptar, porque es incompatible. Ahora, si son opiniones sobre (Mauricio) Macri o Cristina (Kirchner), y está dentro de lo común y aceptable, está perfecto trabajarlo. Los chicos muchas veces tienen convicciones más arraigadas de su familia y es difícil que no obtengan otra visión si no se dan estos debates. Lo que pasa es que tiene que ser tratado con cuidado y prudencia pedagógica, que permita que los pibes puedan discutir entre ellos y con respeto, tratando de hacer más sólidos sus argumentos o brindándoles argumentos.
DC: ¿Y los alumnos?
MB: Creo que los chicos no calcularon cuáles podían ser las consecuencias y efectos de esto. No sé si han podido hablar con la escuela. El hecho de que los haya buscado la prensa para que hablen y que accedan las familias es lamentable, porque no es una buena idea que se expongan, hay una cuestión de preservación que no se está cumpliendo. Los adultos tenemos un rol que cumplir, y ahí no los están cuidando. Lo único que hace esto es que el problema se extienda, porque la cuestión se intensifica y no se da el tiempo suficiente para que se calmen las aguas. La escuela tiene la oportunidad de plantearse cosas para todos los niveles: la primera es evitar que un docente se ponga a intervenir de esa manera, y también cómo se puede evitar el escrache y la viralización, que termina generando la rutina de la escuela y que se rompan los lazos de confianza.
DC: ¿Podría generar un efecto dominó con otros alumnos esta conducta? ¿Sentís que esto va a seguir?
MB: A nivel mediático no sabría decirte, en Argentina pasa todo muy rápido y siempre hay algo nuevo. A nivel escolar me parece que algo conversaremos en la comunidad educativa. Supongo que en algunos cursos se querrá conversar. Ahí amerita una reflexión sobre las redes sociales y los mecanismos de reclamo o protesta, pero todo depende de cómo se procesen las cosas adentro de la escuela. A mí me han consultado alumnos ante una situación conflictiva con otros compañeros y me planteaban como posibilidad una filmación, a lo que dije que no se podía hacer de ninguna manera, ni siquiera para presentarlo a las autoridades de la escuela, porque no se sabe dónde termina.
DC: La política también está jugando su partido. Primero fue la oposición la que plantó el tema, con María Eugenia Vidal a la cabeza. Y después el propio Alberto Fernández tomó postura, hasta cuestionando al propio Nicolás Trotta. ¿Qué tan grave es que la dirigencia se meta en cuestiones educativas?
MB: Sin dudas. Que la dirigencia política tome esto y opine, más allá de las responsabilidades, porque personas como Alberto Fernández, Nicolás Trotta y Vidal no tienen jurisdicción directa con una escuela de La Matanza, opera peor sobre la escena de un colegio que debe estar destrozado esta semana. Es una escuela que está totalmente manoseada por un montón de gente de afuera y eso dificulta mucho el trabajo. Todo el mundo hablando del tema no favorece para nada para que se procesen bien situaciones conflictivas de esta situación.
DC: ¿Es posible que un docente mantenga objetividad a la hora de plantear un tema o contenido?
MB: Es imposible la objetividad. Uno es una persona que tiene una subjetividad y ciertas convicciones políticas. Uno no puede sacarse el cerebro para entrar al aula, pero lo que se puede hacer es actuar como docente y correrse del centro. No importa mi opinión sobre Cristina, Macri, el aborto o lo que pasó con Santiago Maldonado, importan las dudas que tengan los pibes y ver cómo se pueden trabajar los temas. Nosotros no podíamos responsabilizar a Gendarmería por lo de Maldonado, porque no teníamos la causa en la mano y porque estaba en curso la investigación. Lo que sí podíamos plantear era en qué contexto sucedieron las cosas y qué actores participaban. Lo mismo el aborto, nosotros no podemos resolver en el aula si un óvulo recién fecundado es una vida, es una cuestión de fe, creencias y convicciones que no son ni legales ni científicas, a eso no podemos llegar. Si Cristina o Macri son chorros, tampoco lo podemos verificar, porque son causas imposibles de leer, pero sí podemos ver sus gobiernos, las bases de apoyo y sus trayectorias profesionales. Hay mil maneras de trabajar temas controversiales sin que el docente exprese su opinión, que además es irrelevante. Lo importante es el docente que puede trabajar para que los pibes puedan acceder a información de mayor calidad o que puedan discutir en buenos términos. El docente tiene que correrse del centro, pero intervenir para ir llevando discusiones hacia lugares que se puedan jerarquizar.
DC: ¿Qué balance haces sobre la educación en tiempos de cuarentena?
MB: Lo más duro fue no estar en el espacio y en las escuelas con pares. Eso nos trajo consecuencias emocionales a todos, principalmente a los alumnos de primeros grados. Ahí sí puede haber un impacto sobre las rutinas de trabajo. En el resto de los cursos se lograron reponer los contenidos, no pasó tanto por ahí el problema. La dificultad fue la falta de presencialidad, porque no se pudieron tocar los temas de forma más rica. La virtualidad no puede reemplazar de ninguna manera los niveles obligatorios. En otros niveles, como los universitarios o de nivel superior, la virtualidad sí puede funcionar como un buen reemplazo en algunos casos, es otro escenario. La virtualidad en los niveles iniciales licúa mucho la potencia didáctica y social de la escuela, no cabe ninguna duda.
DC: ¿Cómo tomaste la queja de padres y medios que denunciaban que los profesores “no querían volver a trabajar” cuando se discutía la presencialidad?
MB: De ninguna manera estábamos contentos con la situación. Nosotros formamos y desarrollamos nuestra carrera de una manera, que es presencial. Así fuimos preparados y así sabemos trabajar. Trabajar de manera virtual nos dio vuelta todo lo que conocíamos. Tuvimos que improvisar planificaciones y uso de recursos para vincularse con los chicos. Hay que sumarle que, como todas las personas del mundo, a nosotros también nos impactó emocionalmente. Estuvimos encerrados varios meses junto a nuestra familia.
DC: ¿Fue un aprendizaje la virtualidad? ¿Quedó algo positivo?
MB: Me parece que hay una serie de experiencias, muchas conclusiones para sacar y para planificar la enseñanza. Con el correr del tiempo vamos a poder establecer qué cosas son positivas para dejar y qué cosas no tienen sentido en la presencialidad. Además, nos dimos cuenta de cosas que antes subestimamos y que en realidad tienen una gran potencia educativa. Un ejemplo son las excursiones y las salidas didácticas, que tal vez antes de la pandemia estaban ahí y no las veíamos como un gran recurso. Ahora nos queda la reflexión a través del orden de la experiencia. Hay muchas cosas para probar, analizar y comparar con viejas estrategias. Y después tenemos que ver cómo fusionamos lo virtual y lo presencial. Hay cuestiones burocráticas que ojalá que queden, por ejemplo. Yo llenaba siete planillas de papel para cada pibe, una locura. Si eso se reduce a llenar tres Excel, la verdad que es un avance gigantesco. Y también hay reuniones que son sencillas de resolver y que se pueden solucionar a través de los encuentros virtuales.