Los jóvenes argentinos, desde el retorno de la democracia a la fecha, somos la base estructural de un sistema político que se sostiene, se milita y se enaltece, a pesar de los ribetes que propone la propia dirigencia política adulta. Eso sí, cada vez se vuelve más difícil sostener las instituciones en medio de una profunda crisis económica que, si bien se venía retroalimentando, terminó de estallar con la chocante y dolorosa pandemia del coronavirus.

Este artículo no tiene como intención desprestigiar, relativizar o maldecir a la política. Todo lo contrario. La práctica política es acá y en todo lugar del mundo una herramienta determinante para transformar la sociedad. Sin discusión, no hay cambios. Y sin cambios, no hay transformación. El problema es que Argentina propone hace décadas las mismas discusiones que lejos están de resolverse. Con suerte, si se llega a un cierto grado de madurez política, los dirigentes se ponen de acuerdo para consensuar qué porcentaje de la sociedad se queda afuera de la discusión.

Dentro de ese recurrente porcentaje que está entre el 20% y el 40%, aparecemos los jóvenes. Quizás no tan pobres como la generación de la década del 90, pero con el triple de información a disposición y con un mundo interconectado que pone al desnudo nuestras carencias. Sobran datos, pero faltan recursos. Es más, faltan oportunidades. Mientras algunos dirigentes debaten sobre si se debe eliminar o mantener la indemnización por despido, todavía nuestra juventud no sabe qué significa contar con un contrato de trabajo.

Y las consecuencias están a la vista. Cada vez es más frecuente escuchar conversaciones de jóvenes en donde hablamos de problemas de ansiedad, ataques de pánico o faltas de motivación para enfrentar la transición a la vida adulta. Y si bien cada uno arrastra sus problemas, el desencadenante y el motor principal es el mismo: la falta de estabilidad y la poca previsibilidad en la economía argentina.

Los jóvenes y la difícil tarea de seguir reivindicando la política

En esta nota periodística, Data Clave conversó con militantes de todas las vertientes políticas para conocer sus realidades. Lo curioso es que, a pesar de las grandes diferencias de forma, la gran mayoría coincide en el diagnóstico de un país que se devora a sí mismo y que no encuentra las herramientas para poder debatir con la gente adentro.

A continuación, la definición de cómo ve cada militante el sistema político argentino, ajeno al Gobierno de turno:

Tomás Cimmino, de 24 años, y parte de Peronismo Militante: "El sistema político es mejor que en otros países, pero a niveles internos veo problemas y que no hay un gran nivel de participación de la sociedad. Tampoco veo canales que brinde el Estado para participar, falta escucha y atención a la gente. Es necesario que se den estos canales para que se vuelva a creer en política; si los dirigentes más importantes no dan demostraciones en torno a su valor, se va a seguir fomentando el descreimiento y es un gran problema".

Lautaro Esteche, de 26 años y militante de Nuevo Movimiento al Socialismo: "Es muy desigual, sobre todo en nuestro país, que vivimos en un loop que cada 20 años tenemos una crisis que golpea a la clase trabajadora. Además, siempre está la necesidad imperiosa de cambiar de dirección, pero los que siempre pagamos las crisis somos los mismos: los jóvenes, las mujeres y los trabajadores".

Iván Nordenstrom, presidente de Jóvenes PRO en CABA: "Soy uno de los pocos privilegiados que pueden tener estabilidad laboral. El sistema político está en renovación y eso sí es muy bueno. Está bueno que la gente empiece a entender que el sistema económico de impresión monetaria y de no apuntar a futuro siempre es un problema. Vivir en el corto plazo no sirve para nada".

Valentina Etulain, 23 años y parte del equipo de Emilio Monzó: "Creo tenemos un sistema político de inestabilidad e incertidumbre total. De hecho, uno sueña con la posibilidad de planificar una vida sin que la economía argentina sea una montaña rusa".

Tomás Sciaini, 19 años e integrante de La Cámpora: "A mi parecer la coyuntura política-económica que esta atravesando el país es de bastante vulnerabilidad y se encuentra en un momento complicado".

De izquierda a centro o derecha, el diagnóstico es el mismo: vulnerabilidad, incertidumbre y falta de previsibilidad. A diferencia de las recurrentes notas periodísticas donde se comenta que a la política "le falta empatía" -dicho sea de paso, una conclusión con bastante facilidad y pereza intelectual-, acá sucede lo contrario. Todos los encuestados son jóvenes militantes, por lo cual, la práctica y adhesión a la política está descontada. Sin embargo, es evidente que hay un llamamiento a la reflexión política hacia los que conducen los destinos del país.

Los jóvenes y la difícil tarea de seguir reivindicando la política

Otro dato a tener en cuenta es que, en todos los casos, ninguno se planteó la posibilidad concreta de poder irse a vivir solo. Mucho menos soñar con la compra de una propiedad. Además, aquellos que tienen la oportunidad, apuntan a irse a vivir con un amigo, aún sabiendo que gran parte del sueldo va a ir destinado a pagar el alquiler.

"No, comprar de ningún modo, es imposible. Alquilar quizás ahora se me abre una posibilidad, pero es una locura gastar todo el sueldo en alquiler, es un quilombo", comenta Tomás Cimmino. Del otro lado de la grieta, Lautaro, coincide: "Comprar un inmueble es totalmente imposible, por más que consiga el trabajo en blanco, no hay posibilidad alguna. Vivir solo tampoco porque la situación económica actual que estoy me lo imposibilita".

En tanto, Tomás Sciaini, quien se encuentra trabajando actualmente en el ministerio de Desarrollo de la Comunidad bonaerense, plantea: "Si quiero vivir solo, debería hacerlo sí o sí con algún amigo que trabaje. Somos muy pocos los casos que podemos hacerlo".

En cuanto a los anhelos, lejos de los grandes sueños, todos plantean conquistas terrenales que cada vez son más anormales en la sociedad. Desde el deseo de una obra social y un trabajo en blanco a tener una casa propia y vivir una vida tranquila. Quizás, por la vocación política, en todos los casos la utopía es la realización individual dentro de un colectivo. En resumidas cuentas, que cierren las cuentas con los jóvenes adentro.

Conclusión

Lejos de la militancia política, pero cercano a la actualidad, los sueños de este periodista no distan de lo que sueña cualquier militante social, ya sea del peronismo, el macrismo o la izquierda. Vivir solo, llegar sin miedo a fin de mes, darse algún gusto. En fin, recibir la recompensa por el tiempo que uno invierte en trabajar y perfeccionarse.

A pesar de la pasión por las grandes discusiones y la adrenalina que genera cualquier conflicto político, el deseo es poder atravesarlos desde un país que brinde cierto marco de normalidad en algunos tópicos. Es difícil aceptar o soportar la rosca dirigencial en un contexto donde 1 de cada 2 chicos es pobre.

Lamentablemente, da la sensación que lo que viene sigue estando lejos de la agenda de la juventud. Al menos la agenda para el común denominador que anhela con formarse, estudiar y trabajar dentro de un marco normal. Eso sí, para el planteo banal y porteñocéntrico hubo mucho lugar. Se habló de sexo, marihuana y carpinchos. 

También vale destacar que muchos dirigentes fueron inducidos a dar una respuesta sobre estos tópicos. Es decir, no fue Victoria Tolosa Paz la que propuso hablar de sexo, pero sí la que dio el pie para querer conversar sobre un tema que poco interesa actualmente. Lo mismo María Eugenia Vidal, quien invitó al debate asegurando que fumar porro es una cuestión de clases.

En fin, si uno analiza la oferta electoral, observa que ningún espacio político cuenta con una fuerte agenda vinculada a la juventud. Pero todos los espacios, en mayor o menor medida, cuentan con una estructura de jóvenes que sigue poniendo el pecho con la ilusión de recibir alguna respuesta. En algún momento la dirigencia terminará de entender el mensaje. La línea no se cortó, pero ya no hay tanto margen para seguir tirando.