Las mujeres de la "familia militar": quiénes son y como trabajan para la libertad de los genocidas
Hace más de veinte años un grupo de mujeres lleva la voz cantante en la reivindicación de la dictadura y el reclamo por el cese de juicios y condenas por delitos de lesa humanidad. Son las esposas, hermanas, madres y amigas de los militares que lejos del estereotipo del ama de casa dócil, no dudaron en amenazar de muerte a funcionarios, increpar presidentes, romper espacios públicos y deambular por los medios.
Se las reconoce a la distancia. Podríamos hacer un prototipo, sin temor a equivocarnos, de la esposa-madre-hermana de los militares que estuvieron en actividad durante la dictadura y en los primeros años de democracia.
Se visten formalmente y sin estridencias: camisa, pantalón de vestir, zapatos bajos, algún saquito de bremer o lino. No más de unos aritos de perlas y una cadenita de oro con una cruz. El pelo siempre lacio, cepillado y no más allá de los hombros y si hay tintura, siempre en tonos castaños. Con mucho esfuerzo, dietas y caminatas, ninguna tiene sobrepeso: la gordofobia cruza todas sus conversaciones cuando se juntan a tomar "la merienda".
En público, nada más que una copa de champagne "solo para brindar". En privado los problemas de alcoholismo arrecian entre las damas de las fuerzas. Y cuando no es alcohol, son pastillas. O el combo de las dos cosas que esconden prudentemente de sus maridos, que hacen como que no se dan cuenta.
Son católicas o pretenden serlo. En la familia militar son pocas las que tienen menos de dos hijos: casi todas consideran el control de la natalidad por fuera de su fe. Pocas tuvieron o tienen un empleo en el ámbito privado. Lo máximo es algún emprendimiento propio como una casa de decoración o una "boutique", pero en general si decidieron trabajar, fue como docentes. El combo docente-militar es un clásico y esos matrimonios empezaron cuando ellos eran cadetes y ellas estudiantes de magisterio que se conocieron en un baile. Algunas tuvieron siempre una actitud sumisa ante su marido, el hombre de la casa.
Otras, en cambio, son mujeres de armas tomar, a veces prestadas por sus maridos, con quienes se mimetizaron de tal modo que suelen ser ellas las que llevan la voz cantante en el ámbito doméstico y también en el público. Esto quedó expuesto a partir de comienzos de milenio, cuando se anularon las leyes de obediencia debida y punto final y los capitostes de la picana y el secuestro empezaron a ser juzgados y condenados.
Cecilia Pando, la abanderada
Cecilia Pando es una mujer prototípica de la casta militar. Fue vista gritando o insultando en marchas o juicios de lesa humanidad muchas veces. Esta mujer de 56 años es esposa de Pedro Mercado, un militar de su misma edad que, por obvias razones etarias, no fue parte de la dictadura.
Sin embargo, la docente y madre de siete hijos se unió a la defensa del accionar de los genocidas a partir de una carta que envió en 2005 al diario "La Nación" y desde ese momento fue la voz visible y cantante de un grupo de mujeres que de manera menos expuesta venía batallando por la causa militar. En esa carta se expresaba en apoyo a Monseñor Antonio Baseotto, quien por oponerse a un primer vestigio de legalización de la interrupción voluntaria del embarazo mantuvo una discrepancia pública con el por entonces Ministro de Salud, Ginés González García, para quien el Obispo castrense pidió que “lo tiren al río con una piedra del molino atada al cuello”.
Es claro que Pando coincidía con Baseotto al menos en el método de matar al que no considera su par. En alguna ocasión la docente de primaria supo decir: "El mejor judío es el judío muerto".
Siempre relacionada con el interés por la infancia, en una entrevista que le hizo Chiche Gelblung en 2010 dijo que no solo reivindicaba lo hecho en la dictadura, sino que defendía "aún a los que habían robado bebés". Para entonces ya era una figura pública a la que las cámaras seducían. Como fundadora del grupo político AFyAPPA (Asociación de Familiares y Amigos de los Presos Políticos de la Argentina) y acompañada por otras mujeres por entonces ignotas, como Victoria Villarruel -con quien ahora mantiene una acalorada puja- fue presencia constante y violenta en decenas de actos políticos o juicios.
El 8 de marzo de 2006 interrumpió a los gritos el discurso del presidente Néstor Kirchner por el Día de la Mujer en la mismísima Casa Rosada; en mayo y en el acto por el Día del Ejército, volvió a interrumpir un discurso de Kirchner cuando este decía "no tenerle miedo" a las Fuerzas Armadas; en junio y tras la condena a un grupo de represores en Corrientes, amenazó de muerte e hizo un gesto de degüello al secretario de Derechos Humanos, Eduardo Luis Duhalde. En julio organizó un grupo llamado "Memoria Completa" cuya directora fue, durante algunos primeros meses, Karina Mujica, la marplatense amante de Alfredo Astiz expuesta por una cámara oculta como trabajadora sexual. El lema de Memoria Completa es "El fascismo es libertad".
En 2009 insultó a gritos a los jueces durante una de las condenas y fue procesada por apología del delito, actitudes intimidatorias y daño agravado. Ese mismo año amenazó con matar a dos fiscales que llevaban a cabo juicios por delitos de lesa humanidad al grito de "¡Sos una mierda, un hijo de puta, te voy a matar con mis propias manos!"
El 15 de abril de 2010, Cecilia Pando intentó ingresar por la fuerza al Tribunal Oral Federal 1 de Rosario cuando se leían los fallos contra varios represores, entre ellos el de Amelong, uno de los genocidas presos en Campo de Mayo que los diputados visitaron en marzo. Por esa acción la sacaron detenida a un patrullero, que la escoltó hasta la salida hacia la autopista a Buenos Aires. Lo mismo intentó, con idéntico resultado, un mes después en Córdoba. Tuvo condenas por apología del delito, por daño agravado (por pintar los pañuelos blancos de Plaza de Mayo con inscripciones ofensivas) y fue condenada a prisión en suspenso, trabajo comunitario y a presentarse mensualmente en el Patronato de Liberados.
Desde entonces Cecilia no estuvo sola en sus cruzadas: en la mayoría de ellas fue acompañada por la hoy vicepresidenta pero también con otras mujeres. Con ellas, por ejemplo, firmó en diciembre de 2023 una carta al diario "La Nación" donde exigía a Villarruel que cumpla con su palabra empeñada y deje libres a los genocidas presos para que puedan pasar una navidad en familia.
El texto de esa carta, publicada el 3 de enero de 2024 en "La Nación", decía:
¿20 años no es nada? Días atrás el mundo festejó la llegada de un nuevo año con esperanza y buenos deseos de prosperidad, pero el festejo en la Argentina ha sido a medias porque se cumplieron 20 años de injusta e ilegal prisión de nuestros soldados que defendieron al país del terrorismo en los años 70, el mismo que ataca hoy a Israel y del cual todos nos horrorizamos. Nosotras nos preguntamos: ¿por qué tenemos tan corta memoria? ¿Por qué las autoridades no cumplen con las promesas hechas a los familiares de las víctimas del terrorismo judicial de hoy y abandonan a quienes lucharon también por las vidas de ellos y los retienen presos hasta los 100 años sufriendo tratos crueles y degradantes? ¿Qué nos pasa compatriotas? ¿Es que ya no corre por nuestras venas una sola gota de sangre? ¿No son ellos de carne y hueso y nosotros la misma cosa?
¡Aunemos nuestros esfuerzos para que nadie arranque las nubes blancas de nuestro cielo!
La firmó un grupo de mujeres compuesto por Ana Delia Magi, Marcela Dubourg, Graciela Macedra, Cecilia Pando. M. Inés Lamolla, Claudia Becerra, Elsita Herrero Anzorena, María Inés Hansen, Luz García Hamilton, Lucrecia Astiz, Marta Ravasi, María Elena Vázquez, María Eugenia Astiz, Patricia Isabel Mauriño, Graciela De la Villa y Eneida Alvez Antunes de Oliveira.
¿Quiénes son las mujeres batalladoras por la libertad de los genocidas presos?
Ana Magi es la esposa de Ernesto "El Nabo" Barreiro, capo del campo de concentración "La Perla", bajo la órbita del Tercer Cuerpo de Ejército, dependiente del multicondenado general Luciano Benjamín Menéndez. Magi suele dar notas: “Cuando hablamos de esa época, se dice que los militares secuestraban, torturaban y tenían centros clandestinos, pero esto no era así. Eso es tergiversar la historia. Los militares capturaban al enemigo. Tenían prisioneros a sus enemigos y los centros clandestinos no eran clandestinos. Eso se fue tergiversando por el maldito silencio de los militares”. Específicamente de su marido, aseguró: "Conociéndolo, hay que confiar en cualquier actitud que tome Ernesto. Como expresé, él es un soldado de honor. Tiene coraje y es muy inteligente. Todo lo que haga va a ser en beneficio de todos y de la patria".
Su esposo el "Nabo", con quien tuvo cinco hijos, también fue conocido en el inframundo de las torturas como "Gringo", "Hernández" y "Rubio", está condenado a prisión perpetua por 228 privaciones ilegítimas de la libertad, 211 imposiciones de tormentos, 65 homicidios calificados, 13 tormentos seguidos de muerte y el robo de un menor de 10 años que podría ser una de los cinco anotados como propios, algo que aún se dirime en el Juzgado de Ariel Lijo. Según algunos testimonios, Barreiro fue uno de los que robaba a las víctimas y se quedaba con su dinero y objetos de valor.
Ana integra la Asociación fundada por Pando desde el principio. Acerca del juez Lijo escribió en redes sociales: "Juez Ariel Lijo (caza bombachas de hijas de militares). Juez prevaricador – socio del negocio de los DD.HH. y el poder vindicativo K. Responsable de la persecución a familiares de los presos políticos". Durante el juicio a su marido Magi fue acusada de intimidar y amenazar testigos tomándoles fotografías, increpándolos y haciéndoles gestos obscenos mientras declaraban, por lo que se le prohibió el ingreso a la sala.
Graciela Macedra es familiar del exteniente Carlos Tomás Macedra, jefe de una de las patotas de Campo de Mayo, la Compañía Demostración de la Escuela de Comunicaciones, preso desde 2012 por la sentencia de la causa que también llevó a prisión a Bignone y Riveros, entre otros y condenado por torturas, asesinatos y violaciones.
Luz García Hamilton es una periodista tucumana, nieta e hija de los fundadores del diario "La Gaceta" de Tucumán, medio que tuvo un apoyo explícito a la dictadura del 76. Allí escribían por entonces José Claudio Escribano y Joaquín Morales Solá, que luego hicieron carrera en medios capitalinos. Enrique, el padre de Luz, fue además secretario de turismo durante el gobierno de Antonio Domingo Bussi. Luz dirige el grupo de “las chicas del Operativo Independencia” para asistir a las audiencias de ese juicio y apoyar a los represores en el banquillo, mientras que de su cuello suele colgar carteles contra Estela de Carlotto.
Lucrecia Astiz, María Eugenia Astiz y María Elena Vazquez son hermanas y madre, respectivamente, del trágicamente famoso Alfredo Astiz, el Ángel Rubio, uno de los emblemas mas terroríficos de la dictadura del que ni hace falta explayarse por ser su historia por todos conocida. El 11 de julio Astiz fue uno de los que recibió a los diputados en el Salón de Usos Múltiples del penal de Ezeiza en donde está alojado en condiciones VIP. Su madre y hermanas son las propietarias del Colegio Albert Einstein de Mar del Plata, una institución que tiene un campus de más de una manzana en medio de la ciudad, con una edificación de altísimo nivel. Toda la propiedad está valuada en varios millones de dólares, una cifra muy por encima de las capacidades económicas de una familia de clase media acomodada formada por Bernardo Astiz, un vicealmirante, y la docente María Elena Vázquez. Como lograron tal capital de inversión, es un enigma.
María Inés Lamolla es la esposa de Carlos Esteban Pla, conocido como "El señor de la muerte", condenado en San Luis por el secuestro, tortura y desaparición de dos estudiantes secundarios, y que desde 2016 goza de prisión domiciliaria y de salidas transitorias que le permiten viajar hasta Escobar, donde reside su hija.
Graciela de la Villa es la esposa de Adolfo Donda, el famoso represor de la ESMA que dijo en juicio que volvería a hacer lo mismo por lo que se lo condenaba. El catálogo de delitos por los que lo encontraron responsable incluye desde secuestros, torturas, asesinatos hasta desapariciones. Actualmente está en juicio por la sustracción de su sobrina, Victoria Donda Pérez, nacida en el campo de concentración en el que él se desempeñaba. Donda fue otro de los asesinos a los que visitó el grupo de diputados de LLA en el Penal de Ezeiza.
Patricia Isabel Mauriño está casada con Rafael Barreiro, quien desde el 18 de diciembre goza de libertad condicional porque, a pesar de tener sentencia de prisión perpetua por crímenes en el Regimiento de Infantería 9, padece de una discapacidad que requiere cuidados. Patricia es, además, hermana de Carmen Mauriño, la esposa de otro represor, el coronel Horacio Losito, condenado por los delitos cometidos en la llamada "Masacre de Margarita Belén". Carmen es una activa militante por la libertad de los genocidas, y amiga de Cecilia Pando.
Elsita (Elsa) Herrero Anzorena es hermana de Emilio Alberto Herrero Anzorena, quien fue jefe de la Sección Central de Reunión del Destacamento 101 de Inteligencia de La Plata. Fue condenado el 24 de octubre 2014 a Prisión Perpetua por lo crímenes cometidos en el CCD “La Cacha” y está procesado en las causas: Comisaría Octava de La Plata, Pozo de Quilmes, Pozo de Banfield, CCD 1 y 60 La Plata.
Varias de estas mujeres se reunieron y fotografiaron, el 23 de marzo de este año, con el Ministro de Defensa Luis Petri.
Marta Ravasi
Cuando la diputada Lourdes Arrieta decidió abrirse del grupo de diputados con los que visitó a los genocidas presos, recibió un mensaje intimidante en su whatsapp. Le costó reconocer de quien era, puesto que si bien era parte del grupo de chat de armó el cura Olivera Ravasi para esas primeras reuniones en febrero, esta persona nunca había participado.
Su nickname era Marta. Y esa tal "Marta", cuando estalló el escándalo, le mandó por wathsapp el link a una nota donde Arrieta aparecía como "arrepentida" y le escribió:
- Sos una caradura de la casta. Estuviste invitada a la reunión de la casa de la calle Montevideo.
- Sos más de lo mismo. No resistís un archivo y encima sos ignorante. Lee un pico r i dtruite (sic).
- Lemoine es mejor que vos.
- Si no sabés quien era Astiz andá a lavar los platos.
- No podés representar al pueblo que votó LLA.
- Llegaste de pedo ahí.
- Te escondés debajo de la mesa ante un grito de la izquierda.
- No la ves!
Marta no es otra que Marta Noemí Ravasi, una de las firmantes de la carta al diario La Nación y la madre del cura Javier Olivera Ravasi, el organizador de los encuentros que se sucedieron desde febrero de este año en la sede de su Fundación San Elías, que tuvieron como fin la estrategia para liberar a los genocidas presos y las visitas de los diputados a los genocidas presos. Marta es la esposa de Jorge Olivera, condenado a perpetua por delitos de lesa humanidad que goza de prisión domiciliaria.
Marta es psicóloga, recibida durante el gobierno de Cámpora y en la Universidad Pública. En 1975 y sin tener ningún vínculo familiar o sentimental con la provincia, se mudó desde CABA a San Juan y empezó a trabajar en la Universidad Nacional de esa provincia.
Un par de meses después se puso de novia con Jorge Olivera, que venía de un destino anterior en Neuquén para cubrir el puesto de jefe de inteligencia del Regimiento de Infantería de Montaña 22. Desde marzo de 1976, algunos de los compañeros de Marta en la Universidad empezaron a ser secuestrados e incluso, algunos desaparecidos, coincidentemente con el nuevo rol de Jorge, a cargo de dos centros clandestinos de detención del área 332. Le sucedió incluso a los hermanos Gioja, que fueron secuestrados luego de una cena en casa de los Olivera Ravasi.
De la Universidad, Marta se fue a la Secretaría del Menor de San Juan, por donde pasaron numerosos casos de niños sin padres, muchos de ellos, desaparecidos. Cuando llegó la democracia y empezaron los juicios por delitos de lesa humanidad, Marta fue señalada por algunos testigos como informante del Ejército.
Desde el 84 vivieron en una casona de Vicente López, Olivera estudió derecho, se recibió, y empezó a trabajar como abogado mientras ella se dedicaba a atender a sus cinco hijos, uno de ellos el cura.
En 2000, y para festejar sus bodas de plata, viajaron a Italia y ni bien pisaron Fiumiccino, los esperaba la policía. Detuvieron a Jorge Olivera por el secuestro y desaparición de Marie Erize por pedido de la justicia francesa y Marta volvió a Argentina.
Por entonces empezó un raid mediático pidiendo por liberación de su marido. Una noche fue al piso de Canal 9, donde se transmitía "Hora Clave", el programa de Mariano Grondona. La acompaño su hijo Javier, por entonces estudiante de sociología, que al ser confrontado con un hombre torturado por su padre, que contaba con espanto cómo por las torturas había perdido toda la dentadura, Javier Olivera Ravasi le contesto: "Los nuevos dientes te quedaron bien, che".
Olivera logró volver a Argentina y recién en 2007 un juez sanjuanino ordenó su detención por el caso de Erize y doscientos cuatro más de secuestros, violaciones, torturas, desapariciones y asesinatos. Varios testigos contaban como Olivera disputaba en partidos de truco quienes tenían el "privilegio" de violar primero a las secuestradas. Cuando fueron a arrestarlo, estaba prófugo y recién lograron esposarlo un año después. En 2013 tuvo un segundo juicio y una segunda condena a perpetua. A los once días del fallo, pidió el traslado al Hospital Militar por una dolencia.
Coincidentemente, en esa institución trabajaba su esposa, Marta Ravasi. Ni bien llegó al hall del Hospital, se esfumó en el baúl de un auto que conducía Marta. Tardaron cuatro años en recapturarlo. Mientras tanto, Marta daba algunas notas a medios de prensa, donde decía: “Es una injusticia para estos soldados de la patria, que son ahora acusados de delitos que no cometieron”
Cuando lo recapturaron en 2017 fue por un descuido de Marta, quien lo llamó para preguntarle dónde había dejado el control remoto del televisor. Tenían los teléfonos pinchados y lograron establecer que tanto la llamada saliente, como la entrante, se focalizaban en la misma casa. Olivera no siempre estuvo en esa casa: entre 2013 y 2015 estuvo resguardado en el Instituto del Verbo Encarnado de Mendoza, donde su hijo -ya sacerdote- Javier Olivera Ravasi fungía como docente. De allí se fueron cuando las denuncias por abusos sexuales arreciaban al director y personal del seminario ultraconservador y recalaron en la casona de Vicente López, donde finalmente fue apresado en 2017.
Nuevamente en un penal, en 2019 pidió prisión domiciliaria por bajo el argumento de que Marta, su esposa, transitaba un severo cuadro de salud mental y requería de los cuidados que él pudiera proveerle.
Marta no parece estar tan mal, pues desde siempre participa de haciendo lobby por la causa de los genocidas y es muy activa en redes sociales. Además, en febrero de este año, festejó sus bodas de oro matrimoniales en una fiesta que expuso Data Clave, donde actuó Palito Ortega ante un público de represores, algunos de ellos, como De Marchi, vulnerando su propia prisión domiciliaria; y amigos como Cecilia Pando.
Fue curioso el festejo porque en realidad Marta Ravasi está divorciada de Jorge Olivera, tal como consta en una de las causa. El divorcio posiblemente tenga que ver con evitar que la justicia llegue al patrimonio familiar, por el que deberían explicar, por ejemplo, como hicieron para comprar una mansión en Vicente López o pagar la fiesta que costó más de 25mil dólares.
Este domingo, mientras la justicia allanaba el penal de Ezeiza, y luego de que Marta insultara a una diputada por whatsapp, ella y su familia festejaron el cumpleaños número 74 de Jorge Olivera en la calidez de su hogar.