Son pocos los matrimonios que luego de cincuenta años, siguen juntos y en amorosa armonía. Por eso, es natural que cuando sucede, las "Bodas de Oro" se festejen por todo lo alto. Eso decidieron Marta Ravasi y Jorge Olivera, el matrimonio que pasó mil vicisitudes que resistió unido. 

O no tanto, quizá. 

En 2013, en una de las causas judiciales que llevó a Jorge Olivera, más conocido como "El Carnicero" de San Juan, al banquillo de los acusados, el condenado por violaciones, secuestros, torturas, desapariciones y asesinatos aparece como "divorciado". Y Marta lo confirmó a la prensa el mismo año, cuando dijo que "aunque estaban divorciados, convivían y tenían buena relación". 

Por eso sorprende que este sábado, en su casona de Martínez, hayan festejado cincuenta años juntos, sin descontar los años que él estuvo preso y los que llevan de divorciados ante la ley.

Tampoco queda claro que sean cincuenta, puesto que nada indica que se hayan conocido antes de fines de 1974, pero no apelaremos al calendario como otrora hacían las tías solteronas para contar la fecha entre la boda y el nacimiento del primogénito. 

Marta y Jorge se conocieron en San Juan en una imprecisa fecha de 1975, cuando él llegó a esa provincia proveniente de su destino anterior en Neuquén para cubrir el puesto de jefe de inteligencia del Regimiento de Infantería de Montaña 22. Marta, porteña de nacimiento, trabajaba desde hacía poco tiempo en la Universidad Nacional de San Juan, en el gabinete de psicología.

Cuando llegó marzo de 1976, algunos de los compañeros de Marta en la Universidad, empezaron a ser secuestrados e incluso, algunos desaparecidos, coincidentemente con el nuevo rol de Jorge, a cargo de dos centros clandestinos de detención del área 332. En uno de ellos, "La Marquesita", se vio por última vez a la modelo francesa Marie Erize, por lo que cuando llegó la democracia, la justicia francesa fue tras los pasos de Olivera, acusado de su secuestro y desaparición. Sobrevivientes testigos de la causa declararon que el represor, además, la violaba. 

Marta pasó de trabajar en la Universidad a cubrir un puesto en la Secretaría del Menor de San Juan, por donde pasaron numerosos casos de niños sin padres, en algunos casos, desaparecidos. El matrimonio Olivera Ravasi formó una familia con cinco hijos varones que hoy son profesionales del derecho y la salud y uno de ellos, Javier, es sacerdote. 

Javier Olivera Ravasi es una figura mediática: además de ser un cura de la más rancia ortodoxia, tiene su propio canal de Youtube, su propia Fundación (del que es el único integrante visible) donde recibe aportes discriminados en diferentes cuentas: pesos, dólares o euros y con los que tiene la intención -profusa publicidad mediante- de comprar un petit hotel de tres pisos en el corazón de Recoleta para que sea sede de su emprendimiento. Además, es el fundador de la Orden de San Elías junto al sacerdote Federico Hutton, quien reside en África, que no tiene actividades ni inscripción en el Registro de Cultos, pero que le permite no solo dar misa sino fundar colegios o instituciones bajo el paraguas de la Orden. San Elías fue creada luego de que el sacerdote Olivera Ravasi dejara la Comunidad del Verbo Encarnado, luego de severísimas denuncias que asolaron a V.E y a sus directivos. 

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Del Instagram de drmartinolivera

La familia Olivera Ravasi es profundamente religiosa. Siempre apelaron a la fe y a la justicia divina para esquivar la terrenal. En agosto de 2000 Jorge y Marta volaron a Italia para festejar sus bodas de plata (por eso es curioso que en enero de 2024 celebren las de oro) pero ni bien pisaron el aeropuerto, a Jorge lo esperaba la policía para encarcelarlo. Lo buscaba la justicia francesa. A los pocos días voló un joven Javier, en auxilio de sus padres, para contratar al abogado fascista Alberto Sinagra quien, además,  solía representar al líder de la Logia P-2, Licio Gelli, para que lo representen. Lo hicieron con tanta fortuna que Olivera nunca pudo ser extraditado a Francia, y volvió a la Argentina. 

Recién en 2007 un juez sanjuanino ordenó su detención por el caso de Erize y doscientos cuatro más de secuestros, violaciones, torturas, desapariciones y asesinatos,  pero cuando fueron a arrestarlo ya era tarde. Olivera estaba prófugo. El 3 de noviembre de 2008 una brigada de la Policía Federal lo detuvo mientras caminaba por las calles de Vicente López, en la zona norte del Gran Buenos Aires, donde aún vive con Marta en un suntuoso chalet. 

El 3 de julio de 2013 fue condenado a perpetua y alojado en el Penal de Chimbas de San Juan. El mismo destino corrió Gustavo Ramón De Marchi, miembro de la patota del RIM 22 que lideró Olivera. Solo veintidós días después de la condena, Olivera y De Marchi fueron trasladados a Buenos Aires y alojados en el Hospital Cosme Argerich por problemas de salud, con la coincidencia de que la esposa de Olivera, Marta Ravasi, trabajaba en la misma institución.

Ese mismo día y sin que siquiera lleguen a ocupar una cama, Olivera y De Marchi se volatilizaron del Hospital en el baúl de un auto con la ayuda de Marta. De Marchi estuvo escondido dos años hasta que en 2015 volvió tras las rejas.  Olivera fue recapturado recién cuatro años después, el 30 de enero de 2017. 

Nuevamente preso, en 2019  Olivera pidió tener prisión domiciliaria, esta vez bajo el argumento de que Marta, su esposa, transitaba un severo cuadro de salud mental y requería de los cuidados que él pudiera proveerle. No se lo permitieron y volvió a la carga dos años después, para pedir en ese caso salidas transitorias para ir al gimnasio, cosa que nuevamente le negaron. 

Insistidor, en enero de 2023 solicitó que lo dejen asistir a las misas que da los domingos su hijo Javier, capellán de la Capilla San Juan de Luz, de la Diócesis de Zárate-Campana, en Buenos Aires. Nuevamente la Justicia le rechazó el planteo en base a que "la solicitud realizada no encuadra en norma legal alguna" y que "no se ve afectado el derecho a la libertad de conciencia y religión y atención espiritual".

En septiembre de 2023 se dictaron las sentencias en la Megacausa III de San Juan. El expediente que acumula seis causas, comprende hechos padecidos por 150 víctimas, de las cuales 22 se encuentran desaparecidas y 6 fueron ejecutadas en el contexto de un caso conocido como Fusilamientos. También se investigan privaciones ilegítimas de la libertad, tormentos y violencia sexual. Por ello, Jorge Olivera y Gustavo Ramón De Marchi fueron condenados a prisión perpetua. 

Sin embargo, Olivera no volvió a prisión y logró su cometido: tiene una tobillera que controla sus movimientos dentro de su prisión domiciliaria, en la fastuosa casa de Vicente López donde el sábado celebró, junto a Marta Ravasi, las "Bodas de Oro" que posiblemente cumplan, en realidad, dentro de un año aunque estén divorciados desde hace más de diez. 

La fiesta costó alrededor de 20 mil dólares. Un servicio de catering de primerísimo nivel, DJ con una selección de canciones elegidas por la pareja, barra de tragos, mozos, equipo de luz y sonido, decoración con globología. Entre plato y plato, en una pantalla gigante, un emotivo video donde se recorría la historia de la pareja y la familia, mientras sonaba "A mi manera"

El sacerdote Javier tocó la guitarra y acompañado por sus hermanos, entonaron una emotiva canción dedicada a los padres en su celebración. Esposas, nietos, amigos compartieron las mesas. Algunos floreaban labores y profesiones, la mayoría oculta prontuarios. Olivera caminaba entre ellos con su tobillera electrónica que controla sus movimientos en su prisión domiciliaria. Es curioso que entre los presentes habría estado Gustavo Ramón De Marchi, también condenado a perpetua en septiembre de 2023. Si todo indica que estuvo efectivamente presente ¿Cómo llegó allí? 

La cereza del postre la fiesta, a la que asistió Cecilia Pando junto a su marido Rafael Mercado, tal como ella misma publicó en su instagram, fue el show de Palito Ortega quien, junto a Lalo Fransen y con su banda de diez músicos, hizo bailar y corear a todos los concurrentes al ritmo de sus clásicos como  "La felicidad", "Popotitos", "Me gusta el mar" y "La media medalla". 

Una noche inolvidable donde, lejos de haber decidido sobre la vida y la muerte de cientos de personas, la pareja celebró su vida en pareja entre amigos y familia, algo que miles que pasaron por los centros de tortura y desaparición no podrán nunca.