Sos una caradura de la casta. Estuviste invitada a la reunión de la casa de la calle Montevideo. Sos más de lo mismo. No resistís un archivo y encima sos ignorante. Lee un pico r i dtruite (sic). Lemoine es mejor que vos. Si no sabés quien era Astiz andá a lavar los platos.  No podés representar al pueblo que votó LLA. Llegaste de pedo ahí. Te escondés debajo de la mesa ante un grito de la izquierda. No la ves!”. Este fue el mensaje que recibió en su WhatsApp la diputada Lourdes Arrieta, luego de haber decidido correrse del grupo de legisladores que visitaron a los genocidas presos en Ezeiza. 

A la diputada Arrieta le costó reconocer a quién pertenecía el número dado que, si bien era parte del grupo de chat que armó el cura Javier Olivera Ravasi para esas primeras reuniones en febrero, contadas por Data Clave, esta persona nunca había participado. En su descripción solo decía “Marta”. 

Quién es Marta

Marta es Marta Noemí Ravasi, la madre del cura Javier Olivera Ravasi, el organizador de los encuentros y de la estrategia para liberar a los genocidas presos; y esposa de Jorge Olivera, condenado a perpetua por delitos de lesa humanidad, quien goza de prisión domiciliaria. 

En este medio se contó acerca de la historia del cura, y también del genocida, a quien apodaban “El Carnicero”. Las mujeres de los genocidas, quienes desde hace décadas se organizan para reivindicar el rol de sus maridos, hermanos y padres en la dictadura, merecen un capítulo aparte. Victoria Villarruel y Cecilia Pando son las caras más conocidas de esos grupos de mujeres

En diciembre de 2023, buena parte de ellas escribieron una carta al diario La Nación reclamándole a Villarruel que cumpla con su palabra: liberarlos antes de navidad. Por supuesto la vicepresidenta no pudo cumplir con eso y entonces empezaron a elaborar otra estrategia: un indulto o un proyecto de ley. Y eso fue lo que hicieron desde febrero en la casona de Montevideo 871, donde queda la fundación de Olivera Ravasi. Una de las firmantes de esa carta, junto a Pando, la hermana y la madre de Astiz, la esposa del Nabo Barreiro y varias más, era Marta Ravasi.

Cómo se conocieron Marta Ravasi y Jorge Olivera

Marta es una psicóloga recibida durante el gobierno de Héctor Cámpora, en la universidad pública. En 1975 y sin tener ningún vínculo familiar o sentimental con la provincia, se mudó desde CABA a San Juan y empezó a trabajar en la Universidad Nacional de San Juan. Unos meses después se puso de novia con Jorge Olivera, que venía de un destino anterior en Neuquén para cubrir el puesto de jefe de inteligencia del Regimiento de Infantería de Montaña 22.

Desde marzo de 1976, algunos de los compañeros de Marta en la Universidad empezaron a ser secuestrados e incluso, algunos desaparecidos, coincidentemente con el nuevo rol de Jorge, a cargo de dos centros clandestinos de detención del área 332. Le sucedió incluso a los hermanos Gioja, que fueron secuestrados luego de una cena en casa de los Olivera Ravasi

De la Universidad, Marta pasó a la Secretaría del Menor de San Juan, donde llegaron numerosos casos de niños sin padres, en algunos casos, desaparecidos. La esposa de Olivera fue señalada, cuando llegó la democracia, de haber sido informante del Ejército. 

De todos modos, ya instalados en una casona de Vicente López, Olivera estudió derecho, se recibió, y empezó a trabajar como abogado mientras ella se dedicaba a atender a sus cinco hijos, uno de ellos el cura. 

Perseguidos por la justicia

En 2000, para festejar sus bodas de plata, la pareja viajó a Italia. Ni bien pisaron Fiumiccino, los esperaba la policía. Jorge Olivera fue detenido por el secuestro y la desaparición de Marie Erize por pedido de la justicia francesa y Marta volvió a Argentina. 

Tras eso, comenzó el operativo mediático pidiendo por su liberación, con la participación en el programa de Grondona donde el cura se burló de un hombre que fue torturado por su padre. Sin embargo, lograron su cometido y Olivera volvió a la Argentina. 

Recién en 2007 un juez sanjuanino ordenó su detención por el caso de Erize y por más de 204 casos de secuestros, violaciones, torturas, desapariciones y asesinatos. Olivera estuvo prófugo y recién fue apresado al año siguiente. 

En 2013 pidió el traslado al Hospital Militar por una dolencia y se volvió a fugar. Quien lo ayudó a escapar fue su esposa Marta Ravasi, quien convenientemente trabajaba en ese Hospital y que lo sacó en el baúl de un auto

Marta declaró en un medio sanjuanino en 2013 : “Es una injusticia para estos soldados de la patria, que son ahora acusados de delitos que no cometieron”. Recién fue recapturado en 2017 y fue por culpa de Marta, quien lo llamó para preguntarle dónde había dejado el control remoto del televisor. Ambos tenían los teléfonos pinchados. 

En 2019 pidió prisión domiciliaria bajo el argumento de que Marta, su esposa, transitaba un severo cuadro de salud mental y requería de los cuidados que él pudiera proveerle. Marta no parecía estar tan mal, dado que siempre participó haciendo lobby por la causa de los genocidas. Pero además, en febrero de este año, festejó sus bodas de oro matrimoniales en una fiesta que mostramos en este medio, donde actuó Palito Ortega ante un público de represores y amigos.

Es curioso, porque en realidad está divorciada de Olivera, tal como consta en la causa, para evitar que la justicia llegue al patrimonio familiar. Esto se debe a que deberían explicar cómo hicieron para comprar una mansión en Vicente López o para pagar la fiesta que costó más de 25 mil dólares. 

Este domingo, mientras la justicia allanaba el penal de Ezeiza, Marta y su familia festejaron el cumpleaños número 74 de Jorge Olivera en la calidez de su hogar. 

El rol de la iglesia

Cuando Jorge Olivera se fugó del Hospital Militar en 2013, se escondió durante meses en el Instituto del Verbo Encarnado, en Mendoza. En esa institución de la ultraderecha católica, severamente denunciada por abusos sexuales, era docente Javier Olivera Ravasi. Lo fue hasta 2015. 

Esta semana, luego del escándalo de su participación en las reuniones por el indulto a genocidas, la Conferencia Episcopal Argentina emitió un comunicado. “Lo expresado y actuado por el sacerdote Javier Olivera Ravasi en relación a la visita de un grupo de Diputados a la Cárcel de Ezeiza no corresponde ni al pensamiento ni a la actitud de la Conferencia Episcopal Argentina”, señaló a través su cuenta de X el padre Máximo, vocero de la CEA.

Ampliar contenido
X de Padre Máximo

“Se trata de una acción particular y personal del mencionado sacerdote. Dicha visita a la cárcel de Ezeiza se encuentra dentro de la investigación que lleva adelante la Justicia Federal de Lomas de Zamora”, continuó el padre Máximo.

Las reacciones en el oficialismo

Una de las polémicas que planteó la diputada fue el permiso que se dio desde la presidencia de la Cámara de Diputados por el transporte que llevó a los legisladores a Ezeiza, para reunirse con los genocidas. Hoy se conoció que Martin Menem desplazó al director de Automotores, Alesis Navarrete, quien fue designado durante el gobierno kirchnerista. 

Desde el oficialismo señalan que el desplazamiento de Navarrete se dio antes de la visita a los represores. Sin embargo, según fuentes parlamentarias de Data Clave, la medida se tomó dos semanas después de dicho encuentro. Desde la oposición desconfían de la postura de La Libertad Avanza y adjudican el desplazamiento a la polémica por la visita de los diputados a Ezeiza. 

En su reemplazo fue designado Renzo Montepelozo, segundo en la línea de mando de esa dependencia legislativa y que ingresó durante el gobierno de Cambiemos y es PRO puro. El oficialismo pone en el lugar a un responsable de mayor confianza.