Escándalos públicos, vicios privados: el poder extorsivo del sexo en el mundo de la política y los negocios
El escándalo de Martín Insaurralde con la modelo Sofía Clérici expuso una práctica repetida que, más allá de la corrupción implícita en el hecho, muestra la connivencia entre el poder político, el empresariado, cierto sector de los servicios de inteligencia y bellas mujeres. Como nexo entre unos y otras, suele haber representantes de modelos cuyos nombres se repiten en diferentes casos de extorsión, trata y proxenetismo: Leandro Santos, Emiliano Volpe, Walter Soto. Algunos fueron presos por proxenetismo, pero ningún caso de extorsión llegó a la justicia.
Las historias de espías, bellas mujeres y secretos inconfesables son moneda corriente en el mundo en guerra. Hollywood se encargó de contarnos algunas pasadas por el tamiz del brillo y la épica cinematográfica.
Pero los sucesos verdaderos están muy lejos de esa luz y ese glamour. En una Argentina sin hipótesis de conflicto, y con agentes que en nada se parecen a James Bond, las actividades de espionaje -para las que se disponen de elevadísimos gastos reservados- suelen poner el foco en pujas políticas internas, escuchas ilegales, aprietes y carpetazos de todo calibre.
A veces solo se precisa a un parroquiano escuchando una conversación en una mesa contigua en un bar. Otras, que tampoco requieren mayor sofisticación, pinchar teléfonos o cablear oficinas. Pero en algunas ocasiones, es necesario ir más allá de la circunstancia, de un evento preciso; es cuando se requiere conocer a tal o cual en sus usos y costumbres, en sus más recónditos secretos. Y para acceder a eso, es necesario contar con alguien de su círculo íntimo. Es ahí cuando, en un universo de poder masculino, entre a tallar otro poder: el femenino.
Estas últimas semanas saltó a las primeras planas el excéntrico viaje de Martín Insaurralde con la modelo Sofía Clérici. Yates, costosos regalos, champagne francés y todos los tópicos previsibles de una ostentación grotesca de dinero, sexo y poder. Si bien el material lo difundió Sofía desde sus redes sociales, poner el foco en ella como único y último eslabón de esta operación es solo ver una pieza de un puzzle enorme. El hecho existió, los recursos económicos para que suceda provienen, previsiblemente, de hechos de corrupción de un funcionario público, pero también la difusión en forma y tiempo son, a todas luces, un recurso político de opositores o negociadores.
Toda trama tiene su revés. Y en esta urdimbre hay muchos hilos que se cruzan. Mujeres, proxenetas, servicios de inteligencia y un grupo de personajes poderosos que sostienen a los anteriores o les sueltan la mano, según su conveniencia. Leandro Santos es un personaje fundamental en esta red.
Los Santos
Nieto de un Comisario Retirado de la Policía Federal, es parte de una familia en la que las armas y su manipulación, las prácticas en el Tiro Federal, y la portación legal y no, son moneda corriente. El apellido familiar se conoció por primera vez el sábado 16 de junio de 1990, cuando el ingeniero Horacio Santos, tío de Leandro, se convirtió en el “empresario justiciero”, tal como lo bautizó el periodista Bernardo Neustadt.
Ese sábado Santos, junto a su esposa, la arquitecta Luisa López, hacía compras en el shopping de la calle Nueva York, en Villa Devoto, cuando vio que dos pibes robaban el autoestéreo de su cupé Renault Fuego. Era el robo número catorce. Los persiguió varias cuadras, los cercó y les descerrajó varios tiros a cada uno. Estuvo preso un mes. El entonces presidente Carlos Menem se sumó a la polémica que generó el caso. "Yo no sé como habría obrado en una situación similar, habría que estar dentro de su piel" declaró el ex presidente entrevistado por Neustadt.
El padre de Leandro es José Santos, también tuvo una aparición pública cuando Natacha Jaitt denunció a uno de sus hijos y hermano de Leandro, Rodrigo, por la muerte de la modelo Julieta Gómez. Frente a cronistas de televisión dijo: “Natacha no sabe con quién se mete y menos sabe, aun, el poder que tenemos los Santos” .
Natacha hacía referencia al supuesto suicidio de Julieta, novia de Rodrigo, en la casa quinta de la familia Santos, donde se descerrajó un tiro con un arma registrada a nombre de José Santos, cuando estaba toda la familia en la casa.
Rodrigo Santos, hermano de Leandro, que estuvo en pareja con Jésica Cirio y con Tamara Gala, también fue representante de modelos. Una de las muchachas de su book fue Justina María Castelli Pérez quien usaba el nombre artístico de Justina Fusler. Justina tuvo una breve carrera, pues fue acribillada a balazos cuando estaba dentro de un auto junto al empresario Luis Roberto Medina, que murió junto a ella en una calle de Rosario. La muerte parece rondar a Rodrigo, puesto que Pamela Olivieri, con quien también tenía un romance, una noche en que estaba con él en un departamento de Punta del Este, tomó la decisión de suicidarse arrojándose por el balcón.
Rodrigo Santos fue responsable de Playnite&Yatch, la Mansión de Play Boy que inauguró en el barrio de San Rafael en Punta del Este, donde se celebraron ruidosas fiestas con conejitas, strippers, bailarinas de pol dance, y música a todo volumen. A tres cuadras vivía el cura párroco de la zona, quien luego de varias denuncias por ruidos molestos, logró que se cierre el sitio en octubre de 2017, con severas acusaciones de proxenetismo y prostitución que comprendían a varias mujeres famosas de Argentina y Uruguay.
Leandro fue, de todos los integrantes de la familia, el más conocido. Comenzó su carrera como modelo, pero pronto saltó del otro lado del mostrador y pasó a ser representante. Fundó dos agencias: “Latin American Models”, y “Leandro Santos Models”. En los inicios tuvo un socio, Diego Nicolás Rodriguez, asesinado a balazos en 2010.
La lista de modelos famosas que representó Santos es interminable. A muchas de ellas él las hizo conocidas por el público, fundamentalmente, por llevarlas a la “tribuna” de alguno de los programas de Marcelo Tinelli, quien lo presentaba como su amigo. Algunas llegaron a bailar en el programa, coparon tapas de revistas, programas de chimentos, y tuvieron romances resonantes con poderosos de la justicia, la política o el empresariado.
Santos fue, por ejemplo, con quien el fallecido fiscal Alberto Nisman habló el último día de su vida. El promotor era quien le presentaba, sistemáticamente, diferentes muchachas a quienes acompañaba todos los jueves en las fiestas privadas de “Rosebar”, donde interactuaban con el fiscal. A algunas de ellas las llevó de viaje a lugares exóticos, les compró costosos regalos, y las paseaba por la noche de Buenos Aires. En sus minutos finales, pasó largos minutos mirando la foto de una de esas chicas, de quien se habría enamorado. Cuando se investigó las causales de su muerte, algunas de estas chicas tuvieron que declarar en la causa y Florencia Cocucci, una de ellas, denunció haber padecido severas amenazas para evitar que declare algo inconveniente.
Leandro Santos tenía alianzas con hombres poderosos para quienes cumplía con algunos pedidos. Un poderosísimo empresario del juego, por caso, solicitaba sus servicios para las fiestas de su casino. En una de esas fiestas en la provincia de Entre Ríos fue donde se conocieron Jésica Cirio, representada por Santos y Martín Insaurralde. Luego volvieron a encontrarse en otro evento, también organizado por Santos, en el boliche porteño “Tequila”.
Algo curioso se confirmó con el escándalo de Insaurralde con Clérici. Santos fue representante de Jésica y también lo fue de Sofía, las dos involucradas con el político pero, además, supo representar a Gisela Berger, quien formó pareja con el embajador Daniel Scioli quien, en 2017, fue expuesto por Clérici con quien habría tenido algunos encuentros furtivos. O sea: un representante, dos políticos, tres mujeres, girando entre sí.
En 2010 Leandro Santos tuvo su primer procesamiento judicial. La jueza uruguaya Graciela Gatti abrió la causa N° 474-161/2010. La prensa la denominó “Operación Blanca” y el motivo fue trata de personas, proxenetismo y estupro. Entre los detenidos hubo, también tres uruguayos. Uno de ellos, José Miguel Acosta, es un experimentado proxeneta oriental que supo “trabajar” con el mayor narcotraficante y tratante de personas de Uruguay, Omar Clavijo, quien murió en 2003 cosido a balazos en medio de un intercambio narco. Clavijo fue, hasta ese momento, quien coordinaba todas las operaciones de trata pero también fungió como proxeneta vip para los ricos y famosos, argentinos y uruguayos, que vacacionaban en Punta del Este.
“Operación Blanca” se inició cuando tres muchachas, menores de edad, se presentaron ante la justicia uruguaya para relatar que Acosta las había reclutado a través de un aviso en el suplemento “El Gallito” del diario El País de Montevideo, donde convocaba chicas para un desfile de modelos. Las llevó engañadas hasta Buenos Aires, con la promesa de participar en un programa de baile de la televisión, y cuando llegaron lejos de aparecer en la pantalla, las encerraron en un hotel y por la noche, las llevaron a una fiesta privada, orgiástica, en un local de la calle Castillo al 900. El organizador de esa fiesta fue Leandro Santos, a quien identificaron.
En 2015, el juez federal argentino Sebastián Casanello, abrió el expediente 1122/15 donde aparece Santos como responsable de dos departamentos en la avenida Callao al 1300 y al 1400 respectivamente que pertenecerían a un poderoso ex agente de inteligencia y que usarían con fines prostibularios.
Leandro Santos fue preso en 2012, luego liberado, vuelto a encarcelar en 2017 y actualmente está libre.
Emiliano Volpe y Walter Soto
Cuando Santos cayó preso en 2012, las modelos de su agencia pasaron a ser representadas, casi en su totalidad, por Emiliano Volpe, Walter Soto y Loana Bergonzi, fundadores de la agencia “We Love it”.
Soto era, por entonces, empleado del Poder Judicial, más precisamente, secretario en la Corte Suprema de Justicia y junto con los otros dos, se hacían llamar “Los 420” porque eran “Medio 840”, en alusión al número del edicto policial que condenaba a proxenetas y rufianes.
Luego de numerosas denuncias de algunas de sus representadas (una joven denunció haber sido secuestrada y encerrada en un departamento sin comida, sin baño, golpeada e insultada como “método de ablande”) fueron condenados por proxenetismo en la causa 134/2015 del Juzgado Federal Nro 9 del Juez Luis Rodriguez, acusados por el fiscal Federico Delgado.
Sofía Clérici, que estaba bajo el amparo de estos personajes, también declaró en la causa, de donde se desprenden algunas curiosidades que serían risibles si no fueran patéticas: una de las chicas, porrista de Boca, que trabajaba para “We Love It” bajo el apodo de “Julieta Avril” y quien luego narró el suceso en varios medios, admitió en la causa ser una de las personas que aparecen en algunos audios telefónicos incorporados en el expediente. En el registro se escucha claramente que la muchacha, en medio de la madrugada, llama a Soto para decirle, textualmente: “Este me quiere garc… dos veces pero pagar solamente uno!” A lo que Soto la conmina a no acceder si no hay dinero, y nombran al personaje, quien no sería otro que un reconocido político del gobierno kirchnerista, que luego apoyó a la oposición.
Uno de los ejes del reclutamiento de chicas por este trío de proxenetas, y según el fallecido fiscal Delgado, era la promesa de trabajo como modelos en Ibiza y Marbella, donde estarían en medio de un “mundo lleno de privilegios”. La condena llegó en 2022 y se limitó a obligar a los implicados a un año de trabajo comunitario.
Otros toman la posta
Cuando un proxeneta cae en prisión, como en los casos que mencionamos, la tarea continúa en manos de otros. Las personas pasan, los negocios siguen, porque las personas que se dedican a la “representación” son intermediarios que, en general , responden a un grupo de personajes que están por encima de esas células, en una suerte de macroestructura de poder.
Santos, Volpe, Soto, y un sinnúmero de ignotos y reconocidos que ejercen ese rol y suelen aparecer en los medios con sus representadas, no se cortan solos ni trabajan para si mismos, al menos exclusivamente. La red es enorme e imbricada, y siempre hay hombres de la justicia, los medios, el empresariado, la política y los servicios de inteligencia entre esa suerte de “patrones-clientes”.
Los vínculos entre ellos y con las muchachas son un factor de poder en si mismo, para quien pueda usar convenientemente el conocimiento de tales relaciones. Audios, videos, fotos pasan a ser herramientas de poder extorsivo. Algunas de esas extorsiones pasan a la luz pública. Posiblemente la mayoría, quede en las sombras. En esa trama y ese revés, las mujeres siempre tienen un rol de obediencia y nunca deciden por sí mismas, son una herramienta ejecutora, son una reserva de información privada de varones poderosos a la que solo ellas pueden acceder y luego retransmitir, pero no más que eso.
El affaire Insaurralde es una buena muestra que nos recuerda, además, al caso del juez Norberto Oyarbide, Luciano Garbellano y "Spartacus" . El ex intendente de Lomas de Zamora creyó ser parte de ese suprapoder, invulnerable. Pero por alguna razón y luego de varios años, le soltaron la mano y lo expusieron a través de la modelo Clérici. Ella ya cumplió su rol, tal como lo había hecho previamente con Scioli: en el momento preciso difunde lo que le requieran. Si hubo una extorsión a la que Insaurralde no accedió, no se sabrá. Como él ¿cuántos habrá? Por sobre él, ejerciendo poder ¿quienes estarán?