El sútil juego de las diferencias y las coincidencias entre Joe Biden y Alberto Fernández
Los dos mandatarios atraviesan un complejo panorama interno en sus respectivos países. Baja en la imagen y el fantasma de los derrotados que amenazan con volver.
Los presidentes Alberto Fernández y Joe Biden tienen más coincidencias de lo que se puede suponer a simple vista. Y también diferencias que son mucho más evidentes.
Los dos mandatarios tuvieron un fugaz encuentro en la cumbre del G 20 el domingo 30, en Roma.
Durante unos segundos conversaron sobre la reunión que el mandatario norteamericano había tenido días antes con el Papa Francisco, que esta vez no recibió al mandatario argentino. Los dos coincidieron en calificar como “amigo” al jefe mundial de la Iglesia Católica.
Fue una reunión muy breve, en uno de los pasillos, casi generada al azar, pero que sin embargo alcanzó para producir fotos y videos que registraron el amistoso intercambio. Pero no hubo un formal encuentro bilateral.
Además de la amistad papal, los dos tienen otra evidente coincidencia. La evaluación de la imagen y la gestión en cada uno de sus países se encuentra en los niveles más bajos desde que ambos llegaron a la presidencia.
Ese enorme descontento, es obvio, se traslada al ámbito electoral. En la semana que pasó, los demócratas perdieron la gobernación en el estado de Virginia a manos del republicano Glenn Youngkin.
Hace apenas un año Biden había ganado la elección presidencial por un 10 por ciento de diferencia. También hubo elecciones en el estado de Nueva Jersey, donde Biden había ganado por 16 puntos de ventaja en las presidenciales. En este caso, el demócrata Phil Murphy consiguió la reelección por la mínima diferencia.
Según consigna en una columna la editora para América Latina del The New York Times, Elda Cantú, “la congresista demócrata por Virginia, Abigail Spanberger, dijo que en la elección de 2020 los votantes dieron un mandato limitado a Biden: detener a Donald Trump y lograr que la vida estadounidense retornara a la normalidad. “Nadie lo eligió para ser Franklin Delano Roosevelt, lo eligieron para que fuera normal y pusiera fin al caos”.
La misma columnista recuerda que “el mandatario ha impulsado una ambiciosa agenda en materia de infraestructura, impuestos, política social y medioambiente que no ha logrado sumar el respaldo del Congreso. La ciudadanía también está muy descontenta con su desempeño. Solo un presidente estadounidense en la historia de los sondeos modernos ha tenido tasas de aprobación más bajas que las que Joe Biden tiene ahora: Donald Trump”.
El presidente Fernández también tuvo una sonora derrota en las PASO del 12 de septiembre y la mayor parte de los analistas son extremadamente cautos para vaticinar un cambio de tendencia en las elecciones generales legislativas del domingo 14. Los más optimistas dentro del gobierno creen que con las medidas que se tomaron en los dos meses que pasaron se puede revertir el resultado. En la noche del próximo domingo se sabrá.
Tanto Biden como Fernández llegaron a la presidencia de Estados Unidos y de la Argentina luego de haber derrotado a dos presidentes con características bastantes similares: millonarios, fanfarrones y que se mostraron poco aptos para gobernar, a tal punto que ninguno de los dos pudo obtener la reelección.
Sin embargo, en Estados Unidos ya se comienza a hablar de una nueva postulación de Donald Trump, cuando termine el mandato de Biden. Macri tampoco da muestras de querer retirarse, aunque dentro de su espacio ya hay figuras que le disputan el liderazgo para una eventual candidatura.
Biden no mostró hasta ahora, al menos en público, ningún interés en ayudar a Fernández a encarrilar la discusión con el FMI por el enorme crédito que obtuvo Macri, gracias a la ayuda de su amigo Trump. He ahí una de las mayores diferencias.
Tanto Biden como Fernández deberán trabajar mucho para encarrilar la gestión en sus respectivos países en lo que resta de sus mandatos. La pandemia parece haberles pegado a los dos por igual, pero el argentino la tiene más difícil. No sólo es el tema del acuerdo o no con el Fondo, sino una inflación galopante, que aparece como una de las mayores preocupaciones para los argentinos y que se hace evidente en cualquier visita a un supermercado.