Si la economía se recupera, mayores serán las tensiones cambiarias
La dinámica desinflacionaria tendrá más ruidos de los que hemos tenido estos primeros meses del año, lo cual derivará también en mayor incertidumbre económica y política.
Finalmente se aprobó la Ley Bases y la Ley Fiscal, está última con modificaciones (o rechazos) relevantes, dado que el capítulo de la modificación del impuesto a las ganancias y el de bienes personales no fueron aprobados en el Senado. Estos rechazos implican que el Tesoro sólo dejaría de percibir 0,1% del PBI: según la OPC, el rechazo de la reforma de bienes personales hará que no disminuyan ingresos por 0,33% de PBI, y el rechazo de ganancias, que no aumenten ingresos por 0,41% del PBI.
Por lo demás, el paquete de leyes incluye cambios en leyes laborales, de hidrocarburos, ambientales, procedimientos administrativos, privatizaciones, contratos y acuerdos transaccionales, y un nuevo Régimen de incentivos para Grandes inversiones (RIGI).
No viene al caso acá contar los detalles, pero sí diremos que ese paquete de leyes consagrará un impacto más simbólico que real. Desde lo real, creemos que los impactos fueron sobreestimados y emergerán recién en el mediano plazo.
Es probable que los posibles beneficiarios del régimen ya tengan en carpeta inversiones para lo que resta del año y para 2025, como es el caso de las inversiones de oil & gas ya presentadas por empresas (la mayor parte en petróleo, en no convencional, y fundamentalmente de YPF).
Se verá si el nuevo régimen podría efectivamente acelerar las iniciativas de GNL, con inversiones de plantas de licuefacción en la asociación de YPF y Petronas (y posiblemente otros socios), tal cual era la idea del proyecto de ley de GNL que tiene media sanción. Licuar el gas tiene un significado macroeconómicamente relevante en tanto que es la vía para sacar rápidamente el gas de nuestro subsuelo, antes que las energías renovables tomen completamente la posta.
Pero la Ley Bases conllevaba un efecto mayormente simbólico, tanto por mostrar la capacidad el gobierno de sacar adelante leyes teniendo una minoría parlamentaria, como por la señalización de un cambio de régimen, ciertamente exagerada. Más por este efecto simbólico que por el real, los mercados reaccionaron al alza, con un riesgo país que se ubicó nuevamente por debajo de los 1.400 puntos.
Esta noticia se conjugó con el índice de inflación de mayo de 4,2% mensual, realmente un número muy bueno luego del 8,8% de abril. Como venimos diciendo, la batalla contra la inflación para lograr valores cada vez más bajos será más compleja en lo sucesivo, por la memoria inflacionaria, eventuales reacomodamientos cambiarios, mejoras parciales del salario real, y la posible recuperación incipiente de la actividad económica.
De acá en adelante realmente se requerirá arremangarse más para ir hacia niveles más bajos: no alcanza sólo con la disciplina que impone la recesión, hacen falta mayores elementos de coordinación de expectativas de precios.
En junio no sólo estará el impacto de transporte (subtes en CABA, que tendrán otro ajuste en junio, luego del aumento de fines de mayo), naftas, y electricidad y gas (ajustes en la parte de generación, con transporte y distribución todavía suspendido). Es así como pensamos que este 4,2% puede llegar a ser un piso transitorio.
Otras buenas noticias fueron el refinanciamiento de los vencimientos del swap con China por USD 5000 en junio y julio y la aprobación del desembolso por USD 800 M por parte del FMI necesarios para cubrir próximos pagos de capital. La mala noticia es el nuevo descenso de las compras netas del banco central en el mercado de cambios, a tal punto que esta semana promediaron un número levemente negativo (USD -4 M promedio diario), cuando en mayo el promedio de compras netas fue de USD 115 M diarios.
Y esto ocurre en un período del año en donde debería aumentar el ritmo de acumulación de reservas. No es sólo el retardo de liquidación de lo producido de la cosecha de soja; son importaciones cuyos pagos en cuotas se han estabilizado.
En estas variables se juega la tranquilidad financiera futura. Si la economía comenzara incipientemente a recuperarse, mayores serán las tensiones en el frente cambiario, y la dinámica desinflacionaria tendrá más ruidos de los que hemos tenido estos primeros meses del año, lo cual derivará también en mayor incertidumbre económica y política.