La economía se está encaminando hacia la dirección completamente contraria a la que se pretendía en el acuerdo con el FMI. El déficit fiscal terminará el año por encima del 2022, la emisión monetaria será mayor también que el año pasado y acumular reservas luce imposible. 

Los efectos que deja la sequía más grande de los últimos 20 años ayudan a explicar el
desvío, pero no son los únicos. Durante el año anterior, el gabinete económico comentaba que la
nominalidad de la economía iba a converger a niveles más bajos porque había una política macroeconómica que era consistente con ello. 

Más allá de si era factible la desaceleración de la inflación, era cierto que se había empezado a corregir el déficit fiscal, la emisión era casi nula para financiamiento directo al Tesoro y las metas de reservas, con algo de maquillaje, se cumplían.

En este momento la política macro parece haber perdido el rumbo: el dólar vuelve emplearse como ancla antiinflacionaria, el Gobierno anuncia gasto por 0,47% del PBI entre la extensión de la moratoria previsional, bonos a jubilados y aumento de la Tarjeta Alimentar, y el BCRA sigue
financiando al Tesoro sosteniendo la curva de los bonos en pesos y, nuevamente, vía Adelantos Transitorios.

Hay un desborde que hace pensar que una situación de inestabilidad aún mayor a la actual es muy plausible. ¿Qué significa eso? ¿cuáles podrían ser las causas que de inicio a ello y cuáles las consecuencias?

Con el cepo cambiario, el termómetro será el dólar libre. Una mayor brecha obligaría en algún punto a reconocer el atraso cambiario y en el límite, por presión del FMI y por presiones internas, ese escenario desemboca en una corrección del tipo de cambio oficial más temprano que tarde.

Es algo que el Gobierno ha tratado de evitar en los últimos 2 años, pero los stocks para sostener está medida ya se fueron consumiendo. No conseguir nada concreto en materia de financiamiento en moneda extranjera puede ser la causa que gatille esta dinámica.

Las consecuencias de esto son inciertas. En el extremo, la huida del peso y de la deuda en pesos podría tener un correlato en el sector bancario que tiene una elevada exposición al sector público.

En otro escenario, el gobierno alcanza algunos acuerdos a nivel internacional para sostener la demanda de importaciones y el pago de deuda de privados al extranjero. No obstante, no quedará al margen de la necesidad de corregir la trayectoria fiscal y limitar el financiamiento
monetario y hasta realizar un salto discreto del tipo de cambio y achicar la brecha cambiaria. La disponibilidad de financiamiento solo permitirá ganar tiempo.

La situación de inacción actual (más allá de la anunciada renovación del swap con China) y un calendario electoral que sigue corriendo le van otorgando más chances al primer escenario. Cada dato de inflación impone más nerviosismo. Una situación en donde todos esperamos que algo
suceda, pero sigue empeorando y causa un descontento que ya se ve en las encuestas para las próximas elecciones.

Esa situación se repetirá en el mes de junio cuando se conozca el dato de inflación de mayo, reflejando posiblemente un nivel similar o superior al de abril (8,4%). El FMI no empujará a la inestabilidad al país, pero tampoco puede hacer concesiones en forma permanente y habilitar un sendero diametralmente opuesto al definido un año atrás.