Secretos de las debilidades de la Casa Rosada: la muerte de Diego Maradona ¿y agoniza la economía?
La partida del jugador más grande de todos los tiempos obligó al Gobierno a organizar un evento histórico en tiempos de pandemia. En el medio hubo caos, desorganización y grietas entre Nación y Ciudad por la seguridad. El frío saludo de Cristina a Alberto y la reactivación del debate por la fragilidad económica.
Conmocionado -como todo el mundo- por la muerte de Diego Armando Maradona, el Gobierno reaccionó ofreciendo a la familia del ídolo llevar a cabo un velorio masivo en la Casa Rosada, en el mismo espacio que fuera despedido Néstor Kirchner. Así, la desaparición física del genio deportivo que más alegría trajo a los argentinos, llevó a la administración de Alberto Fernández a dejar de lado las medidas de aislamiento dispuestas por la misma autoridad en virtud el coronavirus.
“La gente iba a manifestar su dolor de toda formas, teníamos que dar una respuesta” comentó a Data Clave un alto funcionario. El argumento se puede compartir, o no, pero lo que resulta de difícil explicación es que se haya elegido la Casa Rosada -un lugar reducido y con escasa ventilación- para congregar a la gente con todos los riesgos sanitarios que ello supone.
Si la intención era que la mayor cantidad de gente se pueda acercar a saludar a su ídolo, ¿por qué no se eligió un lugar más abierto, como el Congreso, una cancha de fútbol o la Avenida 9 de Julio para al menos reducir las posibilidades de desórdenes y de contagio?, interrogan desde la oposición.
En el Gobierno, desde el primer momento, se responsabilizó de los hechos ocurridos tanto a la administración de la Ciudad de Buenos Aires (por la represión y los desmanes) como a la familia de Maradona porque prefirió efectuar el velorio en la Casa Rosada y quiso que sea por pocas horas.
De ser cierto esto último, de todas maneras no los exculpa ya que son las autoridades las que tendrían que haberle hecho saber a la familia de Maradona que llevar a cabo una capilla ardiente de pocas horas iba a generar malestar entre los miles de manifestantes. Ni que hablar que es el Gobierno el que debe velar por el aspecto sanitario de la población.
Con el afán de mostrar empatía con el sentimiento popular, el Gobierno desautorizó su propia palabra.
Resulta hasta casi ridículo recordar que unas horas antes la provincia de Buenos Aires estableció nada menos que 13 protocolos para las vacaciones.
O, más grave aún, que se trate de la misma conducción que prohíbe las clases, impidió que miles de personas despidan a sus seres queridos, forzó a un padre a caminar 5 kilómetros con su hija enferma de cáncer por restricciones en la circulación y estableció una de las cuarentenas más largas del planeta con el consiguiente impacto negativo en la producción y el empleo.
El mismo día que falleció el inolvidable “10”, Alberto Fernández suspendió su agenda oficial y se dedicó a otorgar casi una decena de entrevistas periodísticas. Sus palabras estuvieron en ese momento en sintonía con el sentir de los argentinos ante la pérdida del Dios del fútbol.
El día del velorio, el presidente comenzó su jornada sacándose selfies con la gente que se acercó a la Rosada para rendir su homenaje a Diego, siguió dando sus respetos a los familiares y dejando una camiseta de Argentino Juniors en el féretro. Luego, tras el arribó la vicepresidente Cristina Fernández -que le dio un frió saludo- intentó convencer a Claudia, la ex mujer de Maradona, de que prolongue el velorio.
Afuera comenzaban los desmanes porque cuando ingresó la vicepresidente, se cerraron las puertas y se frenó el acceso de la gente para que Cristina estuviera sola en el momento de su saludo.
Ante los tumultos, el presidente -en una actitud al menos temeraria- decidió salir con un megáfono a calmar a los revoltosos. El resultado fue que tuvo que regresar rápidamente a la Rosada.
El ingreso de la gente en la sede presidencial fue de alguna manera autorizada, ante la imposibilidad de frenarla. Por suerte, el personal de seguridad pudo cerrar las puertas de acceso y con los que estaban adentro la estrategia que se utilizó fue ir disuadiéndolos para que se retiren. De todas maneras, los simpatizantes anduvieron por diferentes áreas de la Rosada, incluso subieron al primer piso donde se encuentra la zona de la presidencia.
Cristina se resguardó en el despacho del ministro del Interior, Wado de Pedro, cuya oficina se encuentra ubicada en la planta baja, en vez de ir al despacho presidencial.
Luego de controlados los desmanes y desalojada la Casa Rosada, el gobierno en (on y en off) se ocupó de deslindarse de toda responsabilidad.
Como si el espectáculo de multitudes apretadas fuera una escena de otro país, el presidente mantuvo una reunión con gobernadores de las provincias con el propósito de coordinar el plan de vacunación nacional contra el Covid. Un detalle: aún la vacuna no está en proceso de distribución. “Se ve que ahora el Gobierno planifica con mucha antelación, decía con sorna un opositor.
El presidente terminó la semana declarando -en una conferencia en vivo- “que la pandemia está lejos de ser erradicada”. “Es muy posible que Argentina pueda enfrentar una segunda ola”, afirmó Alberto Fernández. “Tenemos que hacer al esfuerzo de bajar al máximo los contagios” continuó. “La pandemia no ha concluido y que los cuidados deben seguir” como si lo ocurrido durante el velorio de Diego no hubiera existido.
El problema es que Alberto Fernández debe seguir gobernando y, como demostró la reacción en las redes sociales, la palabra presidencial quedó desacreditada por las contradicciones en su política de aislamiento. En la Argentina lo que parece valer es “haz lo que yo digo y no lo que yo hago” y que “si sos rico o famoso no tenés que cumplir las normas”.
Credibilidad
La pérdida de credibilidad, de autoridad, no es una cuestión menor de cara a un futuro inmediato para el país que abre dos escenarios, uno difícil y otro peor. La perspectiva más desfavorable es un contexto en el que la prolongación de la epidemia siga causando estragos.
Es de esperar que no suceda y que la llegada de la vacuna contra el COVID 19 permita una progresiva normalización. Pero incluso en este caso, lo que le tocará a Fernández en los próximos meses será aplicar medidas de austeridad para administrar una situación muy complicada, en la que necesariamente tendrá que ir retirando los paliativos que se dieron durante este año por la pandemia.
La incapacidad del Estado de seguir repartiendo fue puesta de manifiesto con claridad por el economista Hernán Lacunza, en una exposición que realizó esta semana en el marco de la EFI WEEK On Line. Quien fuera ministro de Economía del final de la gestión de Cambiemos recordó que hacia 2001 eran beneficiarios de pagos públicos 6,7 millones de personas (empleados del Estado, jubilados y en menor medida planes sociales) en tanto que el empleo en el sector privado alcanzaba a 11,6 millones de personas. En este año, 31 millones de personas recibirán un cheque estatal, un número que supera ampliamente a los 16,9 millones de trabajadores en el sector privado.
De esta forma, mientras a comienzo del milenio la cantidad de trabajadores privados casi duplicaba al número de beneficiarios de ingresos originados en el Estado, ahora los aportantes del empleo privado representan cerca de la mitad de las personas que asiste el sector público.
El aumento en la asistencia del sector público se explica en buena medida por erogaciones de carácter excepcional, como el Ingreso Familiar de Emergencia y el programa de Asistencia al Trabajo y la Producción que se implementaron para paliar la pandemia -12 millones, en conjunto -. Pero también subieron gastos permanentes como el previsional: en 2001 había algo menos de 4 millones de jubilados y pensionados (3.967.000) y ahora esa cifra se eleva a casi 7 millones (6.870.000).
Maniobrando en la cornisa
Con reservas netas en el Banco Central en niveles mínimos -entre 3.000 y 3.600 millones de dólares según los especialistas- nadie se anima en el mercado de cambios a afirmar que han cedido las tensiones, a pesar de la relativa estabilidad tanto de las cotizaciones del dólar como de la brecha (muy elevada, entre 80 y 100%) y de los depósitos en dólares. “Todavía están maniobrando en la cornisa” sintetizó un experimentado operador. Cabe señalar que entre el 17 y 20 de noviembre (últimos datos disponibles) el BCRA vendió 229 millones de dólares.
Por suerte el mundo ayuda y sube precio de la soja. Las cotizaciones actuales de las materias primas se encuentran entre los cinco mejores años, según el economista Rodolfo Santangelo.
No obstante, uno de los problemas es que los mercados siguen sin convencerse de la consistencia de la política económica oficial. Al respecto, Santangelo, en coincidencia con otros analistas, considera que es “imposible” que el Tesoro se financie el año que viene con una emisión monetaria de 1,8 billones de pesos y al mismo tiempo lograr una inflación menor a 30%, como señala el presupuesto nacional 2021. “Con esa emisión, la inflación irá tirando para el 50%”, evalúa el economista.
Tres elementos centrales deben tenerse en cuenta a la hora de analizar la coyuntura según Santangelo. Uno es la situación macroeconómica interna que está “mal” con un déficit primario cercano a 7% del PBI financiado exclusivamente con emisión. Además, el Banco Central emite pesos para pagar los intereses de las LELIQ, hay que refinanciar permanentemente la deuda en pesos y está pendiente un acuerdo con los organismos internacionales de crédito.
El segundo elemento es la macro externa que está “bien”, con un dólar oficial a 80 pesos que no es un nivel “ridículo”, superávit comercial y buenos precios internacionales, aunque advierte que otros dólares a 150 “descontrolan el mercado cambiario y la macro en general”.
Y, por último, la cuestión política que a juicio de Santángelo está “regular” con un peronismo “al que le cuesta gobernar”.
Con estos elementos, concluye que “es evitable un colapso al estilo Rodrigazo o salida de la Convertibilidad”. El “dólar a 80 pesos no está mal, pero hay un desbarajuste macro y una inestabilidad política que lo pueden hacer subir”. De esta forma, entiende “inevitable un desenlace inflacionario y/o cambiario”.
Para el consenso de los economistas, la inflación se acelerará en los próximos meses. Los números de Lacunza proyectan que se pasaría de un rango promedio del orden de 2 a 2,5% mensual en los primeros nueve meses del año a 4% en el último trimestre y a un escalón superior, de 5,7% promedio mensual con el comienzo de 2021. Dado el compromiso del Banco Central de “mantener un tipo de cambio real estable y competitivo”, la suba en la inflación debería venir acompañada de un aumento en el ritmo de devaluación del peso.
Emanuel Álvarez Agis, ex viceministro de Economía durante el último gobierno de Cristina de Kirchner, coincide con lo delicado de la situación, pero cree que la economía podría encarrilarse el año que viene “si el Fondo Monetario Internacional presta fondos frescos por 5 ó 6 mil millones de dólares”.
Sin esta ayuda, el Banco Central debería aumentar el año que viene 78% la impresión de dinero para atender las necesidades del Tesoro, según sus cálculos, con el consiguiente descalabro en la inflación. En cambio, si el FMI aportara ese dinero, Agis considera previsible que el país logre en 2021 una recuperación de 5% en la actividad con un aumento del índice de precios de 40%.
Otros especialistas ponen en duda la posibilidad que el Fondo pueda llegar a tener un desembolso de esta magnitud. Alguien que conoce muy bien al organismo multilateral, Claudio Loser -fue director para el Hemisferio Occidental- hablan de una cifra menor. Estimó que “puede haber un préstamo por el Covid, por el que país podría recibir unos 3 mil millones de dólares". Asimismo, estimó que la Argentina lograría un acuerdo con ese organismo crediticio a principios de 2021, al exponer en la Convención Anual del Instituto Argentino de Ejecutivos de Finanzas (IAEF).
Pero para lograr un acuerdo con el FMI, la Argentina debe tener un programa consensuado. Y hasta el momento los analistas no observan un rumbo claro en la política económica.
Así, a comienzos del mes en curso se dieron nuevas señales “market friendly” como la emisión de bonos atados al dólar, avances en la negociación con el FMI y mayor austeridad fiscal -límites a los adelantos transitorios del BCRA al Tesoro, descongelamiento de las tarifas y dejaron de circular versiones sobre proyectos como el ingreso universal o la moratoria previsional-.
Pero en los últimos días se produjeron hechos que fueron interpretados en sentido contrario, como la carta del Senado cuestionando las políticas del FMI o la aprobación del impuesto a la riqueza en la Cámara de Diputados -en fuentes parlamentarias se anticipa que será convertido en ley en la cámara alta sin dificultades-.
La reunión de la vicepresidente Cristina Fernández con el economista Martín Redrado también generó suspicacias, toda vez que el ex presidente del BCRA viene manifestando que es necesario implementar un programa de estabilización y crecimiento. En el entorno Cristina hay quienes sostienen que ella está más preocupada que el presidente Fernández por la situación económica.
Si bien se negó a revelar lo conversado con la ex presidente, Redrado trazó durante esta semana y en dos oportunidades (en la Fundación Mediterránea y en el IAEF), los lineamientos de su propuesta de programa que debe ser "simultáneo y convergente". A su juicio ordenando la macro y adoptando decisiones creativas es posible crecer de manera sostenida 3,5% por año en la próxima década, apuntando a llevar a la inflación a un dígito en cinco años.
Para ello plantea no sólo un esquema de estabilización sino también planes de competitividad con un aumento de la inversión al equivalente de 23% del PBI -6 puntos más que la registrada en los últimos años-.
Para Redrado un acuerdo con el FMI, sobre la base de un programa hecho en Argentina puede ser el primer paso para recuperar credibilidad, pero no dejó de señalar en sus declaraciones que “me hubiese gustado de todas maneras un avance más rápido en estas semanas".
Esta crítica pública al ministro de Economía, Martín Guzmán, por el manejo de los tiempos, coincide con lo que señalan en privado otros economistas. “Guzmán se mueve con una parsimonia como si tuvieran 30.000 millones de dólares en el Banco Central, cuando en realidad cuenta con la décima parte”, sintetizó un analista. También recordó que la negociación con los acreedores privados se podría haber cerrado varios meses antes de la fecha en que ocurrió, toda vez que hacia mediados de año eran claras las posiciones de hasta dónde estaba dispuesta a ceder cada parte.
En este contexto, los economistas coinciden en que es necesario reajustar la economía y advierten que “lo que no haga por las buenas la política, lo terminará haciendo por las malas el mercado”. Al respecto, Agis considera que “si no se estabiliza nos vamos a comer un ajuste enorme”. Y para ello entiende que son necesarios consensos, empezando por el partido gobernante.