Por la pandemia, se perdieron 3,7 millones de puestos de trabajo y otros 3,6 millones dejaron de buscar empleo
Así lo reflejan los números del Indec correspondiente al segundo trimestre de este año. La informalidad laboral y el autoempleo de subsistencia en el centro de la crisis evidencia los efectos de la precariedad y la desprotección laboral.
A raíz de la información recientemente publicada por el INDEC respecto a los indicadores del mercado de trabajo correspondientes al 2do trimestre de 2020, presentamos en este documento un breve análisis de los principales resultados.
El período aquí analizado reviste especial interés en tanto permite identificar los principales efectos generados por la irrupción de la pandemia en el cuadro laboral. Vale recordar que la emergencia sanitaria y las consiguientes medidas de confinamiento social implementadas, comenzaron a regir en la segunda quincena de marzo, por lo cual las consecuencias de la crisis económica generada impactaron de lleno a partir de abril.
En el marco del hundimiento brutal de la actividad económica (pandemia mediante) del segundo trimestre de este año, expresado en una caída trimestral del PBI de nada menos que el 16,2%, la tasa de desocupación trepó al 13,1%. Ello se conjugó con el derrumbe de la tasa de actividad al 38,4% y del empleo al 33,4%, el valor más bajo registrado desde el año 2002. Así, la destrucción de empleo en el segundo trimestre fue del 20%, lo cual se tradujo en casi 3,7 millones de puestos de trabajo menos.
Sin embargo, es central señalar que, en un marco de caída inédita del empleo, la desocupación “sólo” llegó al 13,1% debido a que se produjo también un fuerte descenso de la tasa de actividad, que implicó que 3,6 millones de personas dejaran de buscar trabajo. Si eso no hubiera ocurrido, la tasa de desocupación habría llegado al 29,1%. De este modo, el shock de oferta y demanda provocado por la crisis económica en el marco de las restricciones impuestas por las medidas de prevención sanitaria desalentó la búsqueda de empleo manteniendo virtualmente contenida la tasa de desocupación.
Por otra parte, la irrupción de la pandemia no solo generó una contracción abrupta del empleo, sino que también implicó notables cambios en la composición de la población que se mantuvo ocupada. Como era esperable, si bien todas las categorías ocupacionales registraron caídas absolutas, la destrucción de puestos de trabajo fue mucho mayor en aquellos segmentos más desprotegidos frente a la crisis. En concreto, se observa una caída brutal de los asalariados no registrados (-44,7%), una importante reducción en la cantidad de patrones (-42,9%) que puede vincularse a la contracción de pequeños comercios y propietarios y también en los trabajadores por cuenta propia (-29,7%). Este derrumbe laboral adelanta el panorama que en términos de aumento de la pobreza y la indigencia tenemos hoy en la Argentina y que el INDEC develará la próxima semana.
De aquí en más es de esperar que, en la medida que la situación epidemiológica evolucione favorablemente y permita seguir avanzando en la flexibilización de las medidas de prevención implementadas, el 2do trimestre sea recordado como el peor período en términos del impacto provocado por el Covid-19. Sin embargo, la situación de fragilidad sociolaboral que ya atravesaba Argentina y que se agravó aún más por la emergencia sanitaria, difícilmente logre revertirse de forma contundente en los próximos meses.
Cuánto de lo que dejo de participar de la actividad económica en el marco de la pandemia volverá a hacerlo rápidamente cuando ésta termine es el interrogante más importante del futuro laboral. En el presente concreto el derrumbe del empleo define un cuadro social con prácticamente la mitad de la población bajo la línea de pobreza.
El impacto de la pandemia en el cuadro laboral: resultados al 2do trimestre 2020
Los indicadores del mercado de trabajo correspondientes al 2do trimestre 2020 reflejan los efectos contundentes que tuvo la pandemia en el cuadro laboral.
Según la información publicada por la Encuesta Permanente de Hogares, la tasa de actividad descendió al 38,4% en este período, siendo así la tasa más baja registrada en toda la serie de la EPH en su modalidad continua (vigente desde 2003) y estando por debajo incluso del nivel registrado en mayo 2002 (41,8%). Por su parte, la tasa de empleo descendió al 33,4%, el nivel más bajo registrado desde 2002. Como contrapartida, la desocupación ascendió al 13,1%, el valor más alto registrado desde el año 2004.
A diferencia de la crisis de 2002, en la que los indicadores del mercado de trabajo alcanzaron niveles records como resultado de un proceso de empeoramiento sistemático, en esta ocasión la crisis provocada por el coronavirus impactó de forma repentina. Así, en solo un trimestre la tasa de actividad se redujo 8,7 puntos porcentuales y la tasa de empleo descendió 8,8 p.p.
Las características de la irrupción de la pandemia y las medidas de aislamiento implementadas generaron como particularidad de esta crisis que casi la totalidad de la población que perdió su empleo no pasara a buscar activamente otra ocupación sino que se retirara del mercado de trabajo, contrayendo así la cantidad de población económicamente activa (PEA). Si se extrapolan estos resultados a la población total nacional, se retiraron de la PEA 3,6 millones de personas, explicado por la notable caída en la cantidad de trabajadores, que pasó de 17,7 millones en el 1er trimestre 2020 a 14 millones en el 2do trimestre, es decir, casi 3,7 millones de ocupados/as menos.
De esta manera, la inédita caída en el empleo no se tradujo con la misma intensidad en el aumento del desempleo. Con relación al 1er trimestre, la tasa de desocupación aumentó 2,7 p.p., llegando así a un total de 2,1 millones de desempleados/as. Ello implicó un incremento de “solo” 66 mil desocupados más, producto de que dicha tasa se vincula a una PEA mucho más baja que en el trimestre anterior. Por su parte, la subocupación descendió del 11,7% al 9,6%, lo que en términos poblacionales implicó una caída de 755 mil subocupados, en un contexto en el que la abrupta caída del empleo impactó con más fuerza en las ocupaciones más precarias.
La dinámica descripta se refleja también en una notable reducción en el porcentaje de ocupados que demandan otro empleo, el cual descendió del 17,9% al 11,6%. Producto de ello, a pesar del aumento registrado en el desempleo, le presión efectiva sobre el mercado de empleo se redujo del 28,2% al 24,7%. Dicho de otra manera, la cantidad de personas buscando activamente empleo (ya sean desocupadas u ocupadas demandantes) cayó en casi 1,6 millones.
Al comparar con el mismo trimestre del año anterior, se mantienen los principales rasgos ya descriptos. Casi 3,7 millones de personas pierden su ocupación (la tasa de empleo cae 9,2 p.p.), de las cuales prácticamente la totalidad se retira del mercado de trabajo, generando una reducción de la tasa de actividad de 9,3 p.p. Como consecuencia, si bien la tasa de desempleo aumenta en 2,5 p.p., ello apenas se refleja en el incremento de la cantidad de desocupados/as, que solo crece en 3.810 personas.
Respecto a la subocupación, en el período interanual se acentúa la caída, tanto en la tasa, que se contrae 3,5 p.p., como en la cantidad de subocupados/as, que se reduce en más de 1 millón de personas. De este modo, si bien se registra una caída en la subutilización laboral, ello debe interpretarse en el marco de un mercado laboral ficticiamente contraído producto de las medidas de prevención sanitaria adoptadas.
La irrupción de la pandemia no solo generó una contracción abrupta del empleo, sino que también implicó notables cambios en la composición de la población que se mantuvo ocupada. Como es de esperarse, si bien todas las categorías ocupacionales registran caídas absolutas, la destrucción de puestos de trabajo fue mucho mayor en aquellos segmentos más desprotegidos frente a la crisis.
Por un lado, se observa una reducción de los ocupados independientes (patrones y cuenta propia) que en términos relativos supera la caída registrada en el total de asalariados. La cantidad de patrones se redujo en un 42,9%, asociado posiblemente al impacto en los pequeños comercios y propietarios, mientras los trabajadores por cuenta propia disminuyeron un 29,4%, lo cual equivale a 1,1 millón de cuentapropistas menos. Por otro lado, si bien el total de asalariados se redujo un 17,1%, ello se explicó principalmente por el segmento informal.
Así, mientras la cantidad de asalariados registrados se redujo un 1,7% (139 mil ocupaciones menos), los asalariados no registrados tuvieron un descenso del 44,7%, que implica 2,1 millones de ocupaciones menos. Obviamente, esta abrupta contracción en este segmento tiene como consecuencia una notable caída en la tasa de informalidad, que se reduce 12 puntos porcentuales llegando así a un mínimo histórico del 23,8%. En suma, del total de 3,7 millones de puestos de trabajo que se destruyeron, el 56,6% está explicado por los asalariados informales, seguido por la caída de los trabajadores por cuenta propia que explican el 31,6%.
En términos interanuales, se mantienen las mismas conclusiones, aunque la caída en el segmento de asalariados formales es mayor. Respecto al segundo trimestre de 2019, la cantidad de asalariados registrados se redujo un 4,5%, en tanto se perdieron 385 mil puestos de trabajo, mientras el total de asalariados no registrados se redujo un 43,3%. Dentro del conjunto de ocupados no asalariados, se observan caídas similares a las experimentadas en la evolución trimestral. De este modo, del total de 3,7 millones de puestos de trabajo menos en un año, casi 2 millones se explican por la caída en los asalariados informales mientras 1 millón corresponde a ocupaciones por cuenta propia.