El BCRA ordenó venderles a las provincias solo el 40% de los dólares que necesiten para pagar
los vencimientos. Si bien el “ahorro” es irrelevante, las consecuencias no lo son y se trata de otra
medida inconsistente. Las actuales autoridades económicas asumieron en agosto del año pasado en medio de una severa crisis cambiaria e inflacionaria. La estrategia desde Hacienda no se fundó en corregir las distorsiones acumuladas en términos cambiarios. En efecto, se aplicaron paliativos. El objetivo fue diferir sus consecuencias. Entre estas medidas están el dólar-soja y una fuerte presión para que el FMI flexibilice las metas acordadas.

La profundización de la crisis queda evidenciada en que la tasa de inflación mensual casi
triplica la que se plantearon como objetivo inicial. Asimismo, las restricciones a las importaciones por la escasez de dólares es otro reflejo. Algo que afecta a insumos y bienes de capital ineludibles para sostener la actividad económica.

Se estima que la disposición (por dólares que necesiten para amortizaciones de sus deudas),
le permitirá al BCRA ahorrar unos u$s276 millones aproximadamente en todo el 2023. Aunque, según datos del BCRA, desde el cambio de cartera en Hacienda, se consumieron reservas a razón de u$s630 millones por mes en turismo con tarjeta en el exterior y unos u$s270 millones por mes en compras de dólar ahorro. Vale decir, unos u$s900 millones por mes en total.

En pocas palabras, el ahorro del BCRA con el cepo a las provincias constituye el consumo de poco más de una semana de reservas que vienen autorizando a través del dólar turismo y el dólar ahorro. En sí, estamos ante una medida que aporta muy poco para frenar el drenaje de reservas. 

No obstante, si genera daño institucional, dado que el cepo es un mal instrumento y es aplicado de manera inconsistente. Una medida como el desdoblamiento del mercado cambiario, permitiría acceder a dólares para turismo y atesoramiento, en un mercado donde no intervendría el BCRA.

Esto admitiría que las reservas se utilicen solo para las importaciones y las deudas en el exterior. Algo que, por otra parte, aliviaría la situación del sistema productivo por la falta de insumos importados. Más allá de esto, con total claridad, el desdoblamiento cambiario no es la solución, pero permitiría reducir daños.

Contraería los peligros para la producción interna y los incumplimientos con el exterior. Lo esperable, y de fondo, es una estrategia integral para abordar las causas estructurales. Es decir, los crónicos déficits fiscales y de gestión.

La próxima gestión tendrá la posibilidad de no limitarse a un mero plan de estabilización,
basado en una reforma monetaria y cambiaria acompañada de un ajuste fiscal. Aunque sea mucho más complejo, hay que abordar el desafío del reordenamiento integral a nivel estructura y gestión.