Los tres elementos de Alberto: el aire a China, el agua a Rusia y la tierra a Estados Unidos
A los "vecinos" hay que cuidarlos, y si se puede, controlarlos. El contexto global de un mundo que está en guerra económica.
Ian Bremmer, el gurú geopolítico que más escucha el poder, dice que el mundo está viviendo una recesión geopolítica y que durará 10 años, hasta que EEUU y China decidan si van hacia una nueva guerra fría o eligen cooperar de alguna manera. Las palabras de Bremmer no son inocuas: es el analista de riesgo político que más escucha Washington y Wall Street.
Los trabajos de su consultora, Eurasia Group, son de lectura obligatoria para la toma de decisiones entre los más importantes actores políticos y financieros a lo largo del mundo. En 2016, Bremmer estuvo en la Argentina para el coloquio de IDEA y le dijo a los empresarios criollos: “son el país del G20 al que menos le interesa su política exterior”.
Pero mientras muchos hombres de negocio y políticos del macrismo leyeron el comentario del analista en el plano comercial, otros en el kirchnerismo lo entendieron en el plano geopolítico. Se sabe: para transformar el estado de la materia hay que cambiar algunos de los elementos que la componen. Y es lo que el gobierno de Fernández acaso esta intentando no solo en el plano económico, sino también, inesperada y silenciosamente, en el militar: un regreso a una tercera posición pero dentro de las propias fronteras. Es decir, un "es con todos" (menos con el Reino Unido) de la industria bélica.
En China, la ciudad de Chengdu es conocida por ser el hogar de crianza de pandas gigantes mucho más que por los aviones militares que le vende al mundo y que compraría la Argentina en los próximos meses. Y es que la Chengdu Aircraft Industry Corporation no es tan importante para la población del sudoeste de China como lo será en 2022 para el gobierno de Alberto Fernández, que deberá desembolsar US $ 664 millones para adquirir 12 aviones supersónicos JF-17 Thunder-Bloque III , fabricados por la Chengdu Aircraft Industry Corporation y el Pakistan Aeronautical Complex.
La decisión de Argentina de comprar aviones militares a China agitó todo el tablero de la geopolítica en la región. Y es que las naves, que pueden ser usadas como caza y como avión de ataque a tierra al mismo tiempo, tienen varias características que preocupan -y mucho- a las superpotencias militares como Estados Unidos, Rusia, India, Francia y Suecia, que desde el 2015 le presentan ofertas aeronáuticas a la Argentina. Archivadas parecen haber quedado también las ofertas de iraníes, españoles, y brasileños luego de la oferta de Pekin.
Lo cierto es que pese a que el gasto esta previsto en el proyecto de presupuesto 2022 presentado por el ministro de Economía, Martín Guzmán, el ministerio de Defensa, liderado por Jorge Taiana, lo desmiente. Algo totalmente esperable, por el secreto natural que rodean a todas las operaciones de compra de armamento y porque los 50 millones de dólares que cuesta cada unidad, sumados a los 20 millones de dólares destinados a la reparación y modernización de las pistas e infraestructura es una noticia difícil de comunicar en una Argentina empobrecida por la post pandemia y en medio de una campaña electoral.
En este contexto, Taiana sigue a rajatabla el consejo de Confucio, el gran sabio chino, que sostenía que "los cautos rara vez se equivocan". Pero la cautela del ex canciller y ahora ministro de Defensa, no sólo se debe a los impactos geopolíticos de la compra de aviones a China, sino a los jugadores que quedan afuera. Las razones para que muchos jugadores internacionales no pueden vender aviones es el embargo que el Reino Unido le ha impuesto a la Argentina después de la guerra de Malvinas y que le impide comprar al país armamento que tengo partes fabricadas en el imperio británico.
Taina esta intentando sorteara esa dificultad, pero sabe que es difícil. El jueves pasado, el presidente de la Comisión de Defensa de Diputados, el radical Carlos Fernández, y el vice Germán Martínez, del Frente de Todos y cercano al antecesor Agustín Rossi, se refirieron al embargo indirectamente. El ministro dijo que también tenían en cartera la compra de aviones F16 de Estados Unidos, MIG35 y LFI y Sukhoi de Rusia, FA50 de Corea y los cazas multifuncionales Kfir Block 60 de Israel. Taiana reconoció que el embargo británico afecta a cualquiera de esas compras y que cuando israelíes, coreanos y españoles quisieron vender a la Argentina, la corona los frenó. Solo Rusia y China quedaron en pie.
En febrero de este año, militares rusos y argentinos se acercaron mucho. Incluso mas de lo que estaba previsto por los EEUU. Y es que en el contexto de la VII Reunión de la Comisión Intergubernamental para la Cooperación Técnico-Militar entre la República Argentina y la Federación Rusa, una delegación rusa que visitó el país se reunió con representantes de la Fábrica Argentina de Aviones (FAdeA), de Fabricaciones Militares (FM), del astillero Tandanor; y del Instituto de Investigaciones Científicas y Técnicas para la Defensa (CITEDEF).
La misión de los rusos era analizar si Tandanor podría mantener los submarinos rusos AMUR 1650 y dotar a la Armada Argentina. Los rusos quieren construir en el país la lancha rápida BK-16E, la de asalto BK-10 y un buque logístico polar de forma conjunta, aprovechando la industria argentina y la experiencia rusa en el área. El buque polar es lo que más preocupa a dos naciones: el Reino Unido que desde su base de Malvinas monitorea a la Armada local ya los EEUU, preocupada por el avance chino y ruso en el sur de la Argentina.
En especial, preocupan a las dos superpotencias aliadas de la NATO las característica de los AMUR: funcionan a diésel-eléctrico de quinta generación con características de sigilo y sistemas de combate bastante avanzados, lo que permite algo que la Argentina hoy no hace: controlar las aguas cercanas a las Malvinas ya los buques pesqueros que depredan la zona. El caso de los submarinos rusos no es menor: en los hechos la Federación Rusa es la única que puede desafiar el embargo del Reino Unido en el Mar Argentino.
En abril de 2021, en medio de la pandemia, el Jefe del Comando Sur de los Estados Unidos, el comandante Craig Faller, llego a la Argentina. La llegada de Faller fue horas después de la conversación entre ese entonces canciller Felipe Solá y el secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, quienes de acuerdo a las informaciones oficiales hablaron del “cambio climático”.
Los rumores, sin embargo, era que Blinken no estaba preocupado por el hábitat de los ballenas, sino por la posibilidad de que la Armada Argentina construyera una base militar en Ushuaia con financiación de la República Popular China. Días después de esa llamada, el almirante Faller hizo una visita relámpago a Ushuaia. Las razones para tamaño, afirman los voceros del departamento de Estado de los EEUU en off en la Argentina, fue el llamado virtual que el gobernador de Tierra del Fuego, Gustavo Melella, realizó a fines de 2020 con el embajador de China en la Argentina, Zou Xiaoli.
Pero lo que determino la llegada de Faller al país afirman las fuentes, fue la llegada en marzo de este año del ministro de Defensa chino, el general Wei Fenghe, resaltó el interés de empresas estatales de ese país por participar en las licitaciones para construir un Polo Logístico Antártico en Ushuaia. El gobernador le dijo al diario El Cronista que "este proyecto que estaría enmarcado en una base de la Armada en Tierra del Fuego ya tiene una oferta de China para su desarrollo inmediato.
No podemos perder más tiempo mientras avanza Chile en Punta Arenas y Gran Bretaña. Ushuaia tiene un lugar geopolítico estratégico, único en la región y se desataron todas las clases de especulaciones entre los uniformados de EEUU, quienes tomaron cartas en el asunto. Porque después de todo, como señala el propio Faller “creo que si miramos más ampliamente al hemisferio, este es nuestro vecindario”. Y en la política internacional, como en el barrio, a los vecinos hay que cuidarlos, y si se puede, también controlarlos.