La nueva moda global: la estanflación
La situación inédita de Estados Unidos en la post pandemia nos remonta a la década del 70.
‘Estanflación’, estancamiento con “inflación” -suba del IPC, en rigor-, es un término acuñado por un político británico, Iain Macleod, en 1965, cuando muchos economistas dudaban de que una economía, con poco o ningún crecimiento y tasas de “inflación” más altas de lo normal, fuera posible, según cuenta Laura Sánchez de Investing.com. La peor estanflación que se recuerda en EE.UU. ocurrió durante la década de 1970.
En 1971, Richard Nixon reaccionó a las presiones de la balanza de pagos sacando a EE.UU. del patrón oro. Obviamente el resultado inmediato fue el descontrol en la emisión de moneda, o sea, fuertes presiones inflacionarias al punto que Nixon intentó imponer controles de precios y salarios para combatir la suba del IPC, sin mucho éxito y demostrando que los conservadores nunca fueron “amigos del mercado libre” como se han presentado.
A finales de los 60, el economista estadounidense Arthur Okun creó una estadística simple para reflejar el impacto de la estanflación y lo llamó el Misery Index, el índice de la miseria, que sumaba la tasa de desempleo a la “inflación”, la suba del IPC. En 1975, este índice alcanzó el 19,9%, y en 1980 llegó a su máximo del 22%.
Ahora, la estanflación asoma en EE.UU. Durante octubre el IPC subió un 6,2%, mientras se esperaba 5,8%-5,9% y muy por encima del 5,4% de ascenso de septiembre, la subida más alta desde 1990. Así las cosas, los salarios reales -ajustados según la suba del IPC- cayeron 2,2% desde el primero de enero. De momento, la fuerte suba del IPC se compensa con creces con la caída de la tasa de desempleo, quedando el índice de miseria por encima del 10%, según calculan los analistas del Bank of America quienes esperan que a fines del 2022 el índice de miseria baje al 6,3%, con una tasa de desempleo del 3,5% y una inflación del 2,8%. Demasiado optimistas en mi opinión.
Otro término de última moda para disimular las causas reales de la inflación es el de “Inflación transitoria” con el que la Fed pretende lavarse las manos del problema que ha causado con una emisión astronómica. El objetivo de la autoridad monetaria es del 2% y el dato de octubre marcó 6,2% y subiendo...
Irónicamente, el dólar está en máximos de 2021, comparado con otras monedas, dado que el comportamiento del resto de los Bancos Centrales es aún peor ya que, por casos, ni el BCE ni el Banco de Japón prevén un ajuste en su política monetaria en el futuro inmediato. En cambio, el aumento de “la inflación” – el IPC en, rigor- de EE.UU. ha elevado las expectativas de que la Fed comenzará a subir las tasas de interés relativamente pronto. El índice dólar, que sigue la evolución de esta moneda con respecto a una cesta de otras seis divisas, está en su cota más alta desde junio de 2020:
El movimiento de la divisa también se ha visto respaldado por un aumento del rendimiento de los bonos del Tesoro estadounidense; así, por ejemplo, la diferencia entre el rendimiento de los bonos a 5 años de EE.UU. y sus equivalentes en Japón y Alemania ha crecido como no lo hacía desde principios de 2020.
Y claro que esta inflación – el exceso de moneda en el mercado- marca, en parte, el ritmo del Bitcoin como el de toda la renta variable. Por casos, el ETF suizo WisdomTree Bitcoin (SIX:BTCW) o el Grayscale Bitcoin Trust (OTC:GBTC), superaron el 200% de rentabilidad en el 2020.
En el mundo de las criptomonedas, según el número de bitcoins que se posea se llama Camarones a los que tienen menos de 1 bitcoin, Cangrejo a los que poseen entre 1 y 10, Pulpo entre 10 y 50, Pescado 50-100, Delfín 100-500, Tiburón 500-1.000, Ballena entre 1.000 y 5.000 y, finalmente, Ballena jorobada al que supera los 5.000 bitcoins. El mercado de criptomonedas está dominado por 10 grandes ballenas, y los 10.000 inversores más importantes de bitcoins controlan más de un tercio de las criptomonedas en circulación. Y, según un estudio del NBER, el 0,1% de los mineros más importantes del mundo controlan el 50% de la capacidad de minado de bitcoins.
Bitcoin y Ethereum han marcado la semana pasada nuevos máximos históricos y es evidente que las ballenas son una fuerza impulsora determinante. Ahora, una serie de malas noticias han provocado una caída hasta por debajo de los USD 60.000. Pero en esta caída, hay también quien aprovecha para comprar y la tercera ballena más grande de Bitcoin ha comprado 207 tokens de Bitcoin a USD 62.000, según Cointelegraph, con lo que ha vuelto la tendencia alcista.
Y a no olvidarse de Tesla, que “es el mercado ...” según The Market Ear, o al menos lo sigue de cerca como puede verse en este gráfico de Refinitiv:
Entretanto, Argentina no parece ser excepción a esta moda de la estanflación y eso conseguirá el llamado "Programa económico plurianual para el desarrollo sustentable" con la invalorable ayuda del estatal, ergo, estatista FMI que colabora en financiar Estados inviables.
En diciembre vencen unos USD 1900 M y el Gobierno descuenta el pago con lo que queda de los DEG que mandó el Fondo en agosto. Pero luego, los vencimientos a partir de marzo exceden la capacidad de pago del gobierno ya que se deben cancelar USD 2855 M y con los DEG agotados.
De modo que se impone un acuerdo con el FMI salvo que el Estado argentino decida transformarse en un organismo eficiente, con un muy fuerte recorte de gastos y venta de propiedades deficitarias. Cosa que no pretende hacer y, por tanto, negocia un programa de Facilidades Extendidas, que genera un plazo de repago de 10 años como máximo. Lo que deja al descubierto la verdadera naturaleza del FMI: financia y refinancia Estados fallidos de manera que no se conviertan en eficientes y dependan de ellos eternamente.
El gobierno lo dejó muy claro y el plan para acordar con el FMI se dará "sin renunciar a los principios de crecimiento económico e inclusión social". Léase, no tienen intenciones de dejar la clientela política sino conseguir financiamiento para seguir con la fiesta de la ineficiencia estatal.
El déficit previsto en el presupuesto para 2022 se ubica en 3,3% del PBI y el plan plurianual fija una trayectoria descendente, cosa que seguramente no se cumplirá a medida que el PBI no crezca lo esperado por el Gobierno. Los fondos frescos del FMI, además, permitirán controlar la brecha entre el dólar paralelo y el oficial. De otro modo, la brecha cambiaria continuaría agrandándose y pronto se terminarían las reservas netas del BCRA. Recordemos que la semana pasada el BCRA vendió casi USD 650 M, el 20% de su stock de reservas netas.
De la diferencia del 100% entre las cotizaciones, debería reducirse al 60% según las aspiraciones del Fondo. O sea, nada de sincerar al mercado de cambios de modo que funcione eficientemente por oferta y demanda y aliente las exportaciones y equilibre las importaciones. Se espera que el Gobierno acelere el ritmo del crawling peg, con devaluaciones que acompañen la suba del IPC mensual y recuperen algo de lo perdido en los últimos meses, o sea, ir hacia un crawling peg más rápido que el 1% mensual que viene ocurriendo desde mayo de modo que el tipo de cambio real -que desde mayo cayó 12,5%- deje de atrasarse frente a una suba del IPC que volvió a aumentar y cerró en 3,5% en octubre y bajo una previsión anual del 50%.
Obviamente, uno de los primeros puntos donde se llegó a un acuerdo con el FMI es tener una estructura tributaria “más justa, más eficiente y que de menos lugar a la evasión y la elusión", léase, seguir cobrando abusivos impuestos para financiar la fiesta estatal y a sus socios del FMI, total que a los impuestos los terminan pagando los pobres porque los ricos los derivan hacia abajo subiendo precios, bajando salarios, etc.
O sea, probablemente la suba del IPC se modere como consecuencia de una moderación en la inflación -la exagerada emisión monetaria- pero aun así, combinada con un flojo sino negativo crecimiento del PBI dado el Estado abusador en cobro de impuestos y regulaciones asfixiantes que destruyen al mercado -los 45 M de argentinos- la estanflación viene asegurada.