La confusión sobre la naturaleza del narcotráfico aporta ruido y entorpece soluciones
Luego de la tragedia de Puerta 8 vuelve al debate público el consumo de drogas, las organizaciones delictivas locales, la respuesta del Estado y las formas mediocres y sesgadas, de la discusión sobre narcotráfico en nuestro país.
La tragedia producida en Puerta 8 por el consumo de lo que debería haber sido cocaína, que causó 24 muertos hasta al fecha, es un llamado de atención sobre lo que que está ocurriendo.
Por cierto, debería llamar la atención a los investigadores que "alguien", con acceso directo e inmediato a los hechos, informó a los medios que los fallecimientos se habían producido por la mezcla de cocaína con raticida. Esto no sólo resultó ser falso sino que el componente letal, (probablemente usado desproporcionalmente en el estiramiento de la droga) debería apuntar a una red que tiene recursos para pagar desinformaciones y encubrimientos.
La catástrofe debería facilitar la identificación del tipo de red criminal, su implantación territorial, su velocidad en la distribución, y colegir entonces cuáles son nodos importantes, los medios técnicos de su logísticas, y de esa forma avanzar al esclarecimiento completo de la cadena de este comercio fatídico.
Pero volvamos a la confusión. Consumos adictivos, violencia pandillera, criminalidad compleja, contrabando y lavado de activos, exigen que segmentemos cada campo antes de lanzar iniciativas espasmódicas, casi siempre punitivitas, para la tribuna.
¿Hay más consumo en la Argentina?
Sí. Es un problema común al resto del hemisferio. Debe ser atendido por los servicios de salud pública y las organizaciones de la sociedad civil. Los números de Sedronar dan cuenta de esta tendencia: mientras en 2010 sólo 3,6% de la población consumía drogas ilícitas, en 2019 ya era más del doble (8,3%).
Aquí hay otra confusión. Conductas adictivas que agravan trastornos psicológicos -y que tarde o temprano convergen en la adicción a sustancias prohibidas- como el tabaquismo y el alcohol, o el uso abusivo de ansiolíticos legales, pasan por simpáticas travesuras aunque sean responsables de homicidios y cánceres.
El acento del analistas de salud debe estar puesto sobre todo en esas botellitas verdes que mezclan cola, azúcar y bebidas de alto contenido alcohólico.
Ahora, tenemos más del doble de consumidores de cocaína en una década. Eso implica que ha habido adaptaciones en las estructuras de abastecimiento del mercado local. Las grandes manchas urbanas en el interior se convierten en imanes que desvían flujos de aprovisionamientos.
Los viejos dueños de la calle, las policías provinciales, comienzan a entumecerse y convertirse en meros custodios de la cadena de valor. La oferta estalla y en la base de la pirámide social el conflicto entre bandas y banditas ingresa en una espiral de violencia, vendettas, captura de territorios, extorsiones al comercio, típico de la cultura de la mafia.
Desafiando las certezas vulgares que pesan sobre el sentido común en materia de drogas, el microtráfico (que no es sinónimo de narcomenudeo) ha capilarizado la red de distribución llevando cocaína hasta las poblaciones más pequeñas y remotas que otrora carecían de interés para las grandes bandas.
El microtráfico es la instancia por la que organizaciones pequeñas, logran dotarse de habilidades y logísticas para proveerse y vender narcóticos, fundamentalmente cocaína. Barrabravas, remises y taxis truchos, repartidores en bicicleta y hasta clubes de bochas entran en esta categoría.
Cualquiera puede hoy comprar un ladrillo de cocaína por 5.000 dólares en la frontera norte y revenderlo a distintas instancias que lo van estirando y generando en cada paso una renta para cada intermediario. Siempre pagando derechos territoriales a las bandas emplazadas en el territorio.
El microtráfico "establece conexiones de los mercados ilegales con la delincuencia organizada que se torna compleja y dispersa en varios escenarios; y articula sitios, territorios, espacios sociales y dinámicas visibles de los actores sociales en una trama urbana con alcances nacionales" (1).
El proceso de producción, logística y venta no esta integrado. Cada tramo de la cadena de este negocio involucra a diversas organizaciones, jurisdicciones y vinculaciones complejas con el sector de la economía legal.
Es decir, las condiciones históricas aumentaron el consumo de drogas y eso tiene efectos domésticos, sobre un tablero de artrosis estatal, Justicia lenta y redes hiper creativas de mecanismos de lavado de activos de la evasión fiscal, que sirven a las mafias del narco, el juego clandestino, y nutren un sistema corrupción cada vez más firme.
Bien, el narcotráfico es siempre internacional. Es una empresa con su producción de materia primas dispersada en el mapa de Sudamérica. Sus canales logísticos usan también rutas, caminos, puertos y aeropuertos.
El fin de esta actividad es alcanzar mercados externos que pagan en divisas. Un margen de ganancia exponencial en dólares o euros es el mayor incentivo para torcer la ética de médicos, químicos, abogados, escribanos y contadores que le dan a la organización criminal trasnacional su estructura y flexibilidad para desafiar varias jurisdicciones.
Los 5.000 dólares originales de un ladrillo de alrededor de un kilogramo se convierten en la calle de EE.UU. en 100 dólares por gramo. En Australia, 217, en Rusia 174, en Europa 100 euros promedio.
Este tipo de negocio, la calidad de su producto y el volumen de esa renta, caracteriza sustancialmente las relaciones sociales, las clases sociales de sus actores y la disponibilidad de recursos técnicos de las grandes organizaciones.
Allá abajo en la escala social siguen estando los campesinos productores de hojas de coca. Arriba, los mecanismos de engaño a los Estados y entidades de control internacionales para terminar legalizando la renta fastuosa en bancos oficiales. Y cada vez más, en las redes del sistema financiero gris. Algunos investigadores ya están especializándose en entender cómo se comportará el capitalismo en el metaverso porque están convencidos de que es una oportunidad que explotarán también los narcos.
Sin embargo, a diferencia de lo que ocurre en países cuyos Estados no controlan la totalidad del territorio, en la Argentina no hay organizaciones que requieran dotarse de técnicas complejas para trasladar sustancias ilícitas, ni de armar ejércitos de paramilitares con la hipótesis de confrontar con las fuerzas policiales y militares.
La Argentina recibe cocaína de Bolivia y Perú fundamentalmente. Excepcionalmente de Colombia cuando las condiciones al norte o en Brasil son económicamente menos favorables. Entonces estarán dispuestos a compensar el costo de riesgo por costo de flete.
En 2005 se aprobó la Ley 26.052 (narcomenudeo) y con ella el traspaso de competencias a las Policías y a la Justicia provincial.
Ese es el resguardo legal de la actuación de la bonaerense en los sonados casos de narcotráfico en jurisdicción bonaerense, pero con importantes operaciones en Santa Fe.
Esta ley es la herramienta óptima para descentralizar investigaciones, hacerlas más eficaces en el territorio. Cortar los tramos de la cadena de valor y generar policías provinciales y la justicia locales más dinámicas.
Surgió de un momento histórico (año 2005, gestión de Felipe Solá en provincia) en el que una ola de secuestros (incluido el del papá del actor Pablo Echarri) advertía de grandes niveles de autonomía policial y connivencia con la criminalidad. Al desfederalizar la intervención policial se generó una potencialidad de aumentar el control institucional local sobre el funcionamiento de las policías.
Luego de la tragedia de Puerta 8, en 3 de Febrero vuelve al debate público el consumo de drogas, las organizaciones delictivas locales, la respuesta del Estado y las formas mediocres y sesgadas, de los debates sobre narcotráfico en nuestro país.
Son días en los que se escuchan propuestas insólitas, diagnósticos sin ningún fundamento en datos, caracterizaciones llenas de preconceptos, gran cantidad de opinadores que miraron demasiadas series y dirigentes/funcionarios/autoridades que buscan el impacto del minuto a minuto. Los datos oficiales deberían ser un punto de partida para encontrar soluciones necesarias y una actividad conjunta de varias agencias del Estado.
Cualquier análisis requiere integrar la geopolítica sudamericana y del mercado mundial donde las organizaciones quieren colocar su producto para obtener la ganancias en dólares. El narcotráfico como cualquier industria tiene por objetivo maximizar su ganancia y esto se logra si se vende, principalmente, en los países que pagan en dólares o euros.
Luego del fracaso de la llamada "guerra contra las drogas" en México y Colombia, y los artificios de la retórica macrista de "narcotráfico cero", hoy hay en el mundo 18 millones de consumidores. Las organizaciones que abastecen esa demanda organizan la producción, la distribución y la venta, son cientas y funcionan con diferentes estamentos y tareas bien diferenciadas.
En la Argentina el mercado es en pesos, que se convierten en dólares. Que compran voluntades de funcionarios administrativos que deberían identificar anomalías en el funcionamiento de mercados. Que estallan espectacularmente en los medios por la violencia de una cultura sin tolerancia a la frustración e incapaz de imponer reglas de juego "políticas" basadas en el diálogo.
Mientras tanto, contaminada la visión de las élites con cambalaches nutridos de las ficciones de Netflix, las investigaciones judiciales avanzan al paso de una burocracia oxidada. Una Justicia lenta y diagnósticos políticos estrambóticos son la garantía de preservación del statu quo.