Un fenómeno que ha estado creciendo a pasos agigantados este último tiempo a nivel global es el de la Inteligencia Artificial (IA), ya que sus posibilidades lo ubican como una de las actividades más prometedoras. 

Los avances en la materia lograron captar la atención de diversos actores, no sólo en el plano científico o tecnológico, al punto que se ha convertido en un tema de gran interés para mejorar las economías a nivel mundial. 

Hablamos de una rama de la informática que se dedica al desarrollo de algoritmos y sistemas capaces de realizar tareas que requieren inteligencia humana, como el reconocimiento de patrones, la toma de decisiones y el aprendizaje automático. 

Se basa en la idea de que una máquina puede ser programada para imitar la inteligencia humana y realizar tareas complejas sin la necesidad de ser programada específicamente para cada una de ellas. Los sistemas que utiliza pueden ser entrenados con datos y algoritmos específicos para realizar una tarea en particular, como la identificación de objetos en imágenes o la traducción de idiomas. Una de las características que la distingue es la posibilidad de aprender. 

De ahí que la IA sea utilizada en una amplia variedad de aplicaciones, desde la automatización de procesos empresariales hasta la investigación médica, pasando por la robótica.

La información como base

Si bien tiene una alta utilidad en distintos campos, que podrán lograr un impacto positivo y un alto desarrollo con el paso de los años, lo cierto es que -como casi todo en la vida- siempre hay un lado negativo que es necesario atender. 

La información que maneja un programa de inteligencia artificial puede no ser cierta o segura, ya que estos se basan en datos y algoritmos previos que pueden ser sesgados o incorrectos. El gran tema es que la calidad y la veracidad de los datos pueden afectar su rendimiento y efectividad, lo que puede tener un impacto negativo en las decisiones que estos tomen.

 Por ejemplo, ¿qué sucedería si el famoso ChatGPT -un chatbot desarrollado por OpenAI que tiene por fin fundamental fomentar el diálogo con los usuarios- tuviera precargada información equivocada? No hay que olvidarse que este programa fue concebido no sólo para responder casi cualquier pregunta sino, además, para cumplir algunas órdenes o tareas que se le asignen.

¿Qué pasa con los datos que manejan?

Pero, además de la información previa, también estamos hablando de un sistema que recolecta muchísima información de los usuarios. 

Lo que lleva a la siguiente pregunta: ¿qué sucede con esos datos? Esta es una pregunta que se empezaron a hacer varias personas, al haber cada vez más conocimiento sobre cómo funcionan estos programas y los posibles riesgos que estos pueden conllevar. 

La revista Infosecurity, por caso, investigó algunos de los problemas de privacidad que plantea el ChatGPT. Una de las preocupaciones que destacaron los expertos fue el riesgo de liberar datos inexactos y dejar que "alimenten al propio modelo". 

¿Cuáles serían las consecuencias? Podría conducir a la propagación de campañas de desinformación y acoso, lo cual estaría vulnerando gravemente los derechos de las personas afectadas. 

En cuanto a la protección de datos personales, la inteligencia artificial puede utilizarse para recopilar y procesar grandes cantidades de información personal, lo que plantea desafíos importantes en términos de privacidad y protección de datos.

La necesidad normativa

Entonces, ¿es necesario que existan leyes y regulaciones claras y efectivas que garanticen que la IA se utilice de manera responsable y que los derechos de privacidad y protección de datos se respeten? 

La respuesta es una sola: sin lugar a duda. A muchas personas les incomodaría que su información personal fuera tomada y utilizada con distintos fines por organizaciones sin su previo conocimiento y/o consentimiento. Este tipo de proceso también puede representar un problema a la hora de querer eliminar la información personal que ya no se quiere compartir. 

Esto es así porque, si no saben que una organización la tiene, no pueden ejercer sus derechos. El derecho unilateral de una parte a utilizar tus datos sin tu consentimiento no es equitativo ni justo, y en muchos de estos programas se ve una clara ausencia del principio de consentimiento previo en el intercambio de datos. 

Por estos motivos es que la regulación y normativa que alcance estos temas es tan necesaria. La inteligencia artificial y el derecho están estrechamente relacionados, ya que evidentemente pueden afectar a los individuos y a la sociedad en general.

La situación legal hoy

Los datos personales resultan materia prima para algunos programas que trabajan con IA en la recolección, almacenamiento, análisis, procesamiento o interpretaciones de enormes cantidades de información, que pueden provenir de diversas fuentes. 

Una de las propuestas de los abogados expertos en la materia, exige que este tipo de empresas deberían establecer salvaguardias, empezando por ofrecer el derecho de rectificación cuando un usuario descubre datos inexactos. 

Precisamente, este es uno de los tantos requisitos que establece el Reglamento General de Protección de Datos (GDPR) de la Unión Europea y el de otras leyes de protección de datos. En la Argentina no existe una regulación específica que abarque todos los aspectos relacionados con la IA. Sin embargo, existen algunas leyes y regulaciones que aborda temas específicos. 

La Ley 25.326 (de Protección de Datos Personales) establece las normas para la protección de datos personales y establece las obligaciones de las personas y empresas que tratan esta información. A nivel internacional la regulación específica es escasa y no hay un gran avance en comparación a la situación de la Argentina. 

De cara al futuro, se presentan una serie de desafíos y cuestiones importantes que deben ser abordados en cuanto a regulación. Algo queda muy claro: se necesita una normativa más clara, transparente y específica que abarque todos los aspectos relacionados con la inteligencia artificial y garantice su uso responsable y ético.