Desindexar la política
Un país que se hunde debe liberarse de forma urgente de su lastre principal.
Naturalmente, con el dólar vistiéndose de astronauta nuevamente mientras se redacta esta nota y con una historia de generaciones enteras de argentinos destrozados mental, espiritual y físicamente por los desmanejos de la economía, es difícil no pensar que la suma de todos nuestros males no proviene de ese fatídico quinto piso de Hipólito Yrigoyen 250.
Sin embargo, como todo en la vida, la verdadera causa de nuestras dolencias más profundas nunca suele ser tan fácil de encontrar porque como el tero, las aristotélicas razones primeras, suelen cantar en un lado y esconder los huevos en otro.
No, querido lector, si esquivamos el amague de lo tentadoramente obvio, aquí no aplica el “es la economía, estúpido”, siendo tal el tamaño de nuestro desafío, que para solucionar definitivamente nuestra tragedia habrá que arremangarse, ponerse las botas, y transitar bien pero bien profundo en el lodo en el que convertimos a nuestro querido país. Allí, bien enterrados en el cenagal de nuestro circo beat, probablemente descubramos que el problema real es mucho más sinuoso y esquivo, como esas anguilas de río tan difíciles de pescar.
Los puritanos del lenguaje dirán que “desindexar” es a duras penas una palabra del castellano y que incluso, de serlo, su significado lejos está de ser el que propongo en esta nota. Sin embargo, no encuentro un término mejor para invitarnos colectivamente a retomar el rumbo que alguna vez perdimos a través de un mecanismo tan sencillo de comprender como difícil de aplicar: necesitamos desvincular el peso de la variable política (desindexarla), de nuestra Sociedad Civil para que sea ésta, nuevamente, el alfa y omega de nuestra vida comunitaria y no al revés.
Decenas de filósofos políticos, a lo largo de la historia, han explicado hasta el hartazgo que la Sociedad Civil, eso que hoy llamamos pueblo, es condición necesaria y precedente de eso otro que, con diferencias de concepto, llamamos “cuerpo político”. Sin la necesidad de profundizar por esa vía, baste considerar que El Preámbulo y los 33 primeros artículos de nuestra constitución vigente implican un andamiaje jurídico férreo que sostiene esta idea, toda vez que los mismos señalan al Pueblo como el origen del Poder Soberano y, a su vez, representan la garantía del ciudadano frente a ese Estado organizado y conducido por lo que hoy podemos llamar (y sobre eso habré de volver luego), la casta política.
Dexindexar la política no implica un artilugio retórico sino una vía de acción clara destinada a generar una conversación de fondo absolutamente distinta que facilitará, a su vez, “un aprendizaje de las cosas”, en los términos del propio Juan Bautista Alberdi. Este aprendizaje vivencial producirá a su vez un nuevo tipo de ciudadano capacitado para impedir la barbarie arbitraria en la que nos hallamos inmersos y que es, sin lugar a duda, el origen real de este desastre social, político y económico.
Dicho lo anterior, analicemos algunos ejemplos urgentes de esta propuesta:
Obra Pública
Cualquiera que haya recorrido las rutas que cruzan el Conurbano Bonaerense (aunque lo mismo puede evidenciarse en todo el país) habrá observado que las más de las veces el anuncio de la obra pública es acompañado con el nombre del político de turno que la inicia, la continúa o la inaugura. Así las cosas, la “enseñanza” para el ciudadano recae en que eso que se está llevando adelante es por decisión y “gracia” de ese representante que, ipso facto, se eleva a la altura de un señor feudal.
Por el contrario, en este nuevo pacto cívico, todo anuncio de política pública que implique erogación deberá llevar la leyenda “Financiado por tus impuestos y tasas” de forma absolutamente legible. Del mismo modo, se señalará únicamente la instancia de gobierno (Municipal, Provincial o Nacional) que tiene la responsabilidad sobre la obra, solo a los efectos de ser correctamente auditada, y se prohibirá el uso de nombres propios en la cartelería.
Actos Oficiales
Múltiples son los actos oficiales en el calendario cívico. Apertura del ciclo lectivo, inauguración de obras, etc. En nuestro fatídico uso y costumbre actual, estas ocasiones pasan a ser instancias en las cuales los políticos se elevan por sobre la Sociedad Civil ocupando espacios preferenciales en palcos, llegando en vehículos oficiales, con sus respectivos choferes y custodios, monopolizando los discursos, etc.
Sin embargo, dichas ocasiones no son otra cosa que una instancia de la Sociedad Civil que recibe un servicio puntual de sus (y aquí el punto) “servidores públicos”, y no una “bajada” del poder que visita a sus súbditos, como sin ninguna vergüenza se etiquetan estas actividades desde el círculo rojo.
En este sentido, la desindexación práctica de la política implicará que todo acto público que requiera la presencia de un representante del Estado, cuente con la asistencia de funcionarios de carrera (burócratas) que deberán ser sorteados de una nómina pública.
Si el representante político desea asistir, lo hará en carácter de ciudadano y no ocupará sitial de preferencia alguno, limitando su actividad a la participación en el mismo rango que sus demás congéneres.
La pauta oficial en medios de comunicación
Dexindexar la política implica, entre otras cosas, prohibir desde el día uno de este nuevo pacto cívico, que cualquiera de las tres instancias de gobierno “inviertan” recursos del erario en financiar de forma directa o indirecta cualquier medio de comunicación.
Toda vez que la publicidad de los actos públicos (recurso falaz con el que se suele justificar el gasto atroz en pauta oficial) puede llevarse a cabo por cualquier tipo de plataforma gratuita a disposición de ciudadanos y gobiernos por igual (Facebook, Twitter, Instagram, etc), la pauta pasa a ser de forma clara un mero recurso de los gobiernos para condicionar (en el mejor de los casos) la independencia del periodismo y, por tanto, ensuciar la conversación pública.
A su vez, sin la función que una prensa independiente debe cumplir, todo el proceso político queda viciado, puesto que la función principal de la prensa en una democracia abierta no es otra que informar sobre los diferentes aspectos de la cosa pública de forma neutral y eficiente. La pauta gubernamental, en la práctica, evita que el ciudadano pueda elegir a través de su financiamiento a aquellos medios que le brindan un servicio real, siendo entonces premiados solo aquellos que favorecen a la política y no a la Sociedad Civil.
Nominación de la Obra Pública
Miles de edificios públicos, infraestructura y servicios en nuestro país llevan el nombre de figuras políticas que lejos están de haber sido consagradas como próceres.
La práctica de bautizar todo aquello que el ciudadano financia con impuestos, con nombres y apellidos que representan solo a la partidocracia, ha generado que figuras como poetas, escritores, científicos y demás ciudadanos ilustres de todo tipo, queden relegados al anonimato mientras que los políticos quedan sistemáticamente inmortalizados, apropiándose allí del espacio público que debiera ser un ámbito neutral al servicio del ciudadano.
En este punto, la propuesta es prohibir de forma incluso retroactiva, que cualquier edificio, escuela, puente, calle y demás políticas públicas equivalentes, lleven el nombre de un político o funcionario que no tenga menos de 150 años de fallecido, sin distinción de su acción, mérito o bandería política.
Planes de Estudio
Siquiera es necesario ahondar en este punto porque pocas acciones revisten mayor desprecio por la libertad individual y el sacrosanto pacto de convivencia entre gobernantes y gobernados que el adoctrinamiento encubierto.
En tal sentido, parte sustancial de esta desindexación propuesta implicará despojar de forma urgente todo tipo de adoctrinamiento ideológico y manipulación histórica de todos los planes de estudio, especialmente de aquellas escuelas y universidades que son financiadas por impuestos.
Contratación de Funcionarios
Al igual que el punto anterior, tampoco este implica mayor explicación toda vez que llevamos décadas siendo conscientes de la necesidad imperiosa de que el Estado sea reformado y modernizado para brindar un servicio transparente y eficaz al ciudadano.
Desde este punto de vista, la contratación de nuestros burócratas y la jerarquización de sus carreras, demanda un sistema auditado por la Sociedad Civil que garantice el ingreso para cubrir vacantes (las que realmente resulten necesarias según un serio análisis de dotaciones en los tres niveles del estado) que esté libre de todo nepotismo y sea su basamento único las capacidades reales de los futuros contratados.
Festividades de la Sociedad Civil
Como parte de la cultura política que hemos sabido darnos hasta hoy, festividades que son propias y originarias del Pueblo han sido cooptadas por los políticos al punto que terminan resultando éstos los verdaderos protagonistas.
Nos hemos acostumbrado, en tal sentido, que celebraciones de fuerte arraigo y tradición como La Vendimia en Mendoza, que tiene como objetivo principal rendir homenaje a los trabajadores y productores de la industria vitivinícola, o festividades equivalentes en todo el país, hayan sido reducidas a un ir y venir de políticos y funcionarios que terminan monopolizando la atención, los discursos y los palcos.
En este caso, aplicará la misma dinámica ya descripta anteriormente para el caso de los Actos Oficiales.
Conclusiones
Desde ya que todo lo anterior es perfectible. Sin embargo, estoy convencido que resulta un puntapié fundamental no solo para salir de donde estamos hoy sino para establecer un rumbo que no nos permita regresar jamás a esta situación infame de angustia y miseria.
Para finalizar, cabe decir que en los últimos meses se ha instalado la palabra “casta” en nuestro lenguaje cotidiano. Lamentablemente, este concepto describe correctamente un sistema político que se ha desviado de sus ideales democráticos y republicanos y en donde la distancia entre gobernantes y gobernados se ha extremado al punto de garantizar a unos privilegios y a los demás solo costes y penurias.
Que este concepto deje de describir nuestra realidad es una necesidad perentoria que funciona como causa primera de una real solución a los desafíos de nuestra patria.