Supongamos que un país hace un hallazgo extraordinario: un recurso escaso y tremendamente valioso es descubierto, con la capacidad de enriquecer a todos los habitantes en medida que pueda ser aprovechado. Más pronto que tarde, la expectativa empieza a aumentar, la riqueza general es mayor y –en términos económicos- se expande la frontera de posibilidades de producción (FPP). Aunque tremendamente auspiciante, tal situación no sucede todos los días. Sin embargo, si pudiera hacerse una medida con el mismo efecto y de manera mucho más inmediata. Esto es, abrir la economía al mundo y aprovechar las mentes, habilidades y recursos de las aproximadamente 7.950 millones de personas que viven fuera de Argentina.

Recientemente el INDEC publicó un nuevo informe sobre las cifras del comercio exterior argentino en su conjunto para el año 2022, después de que se conocieran los montos de diciembre. Si nos detenemos en el mismo, el primer dato a destacar es que nuestro total de exportaciones alcanzó los USD88.466 millones para el período, lo que es un 13,5% mayor al número del año 2021. Esta mejora, empero, se explica únicamente como consecuencia del aumento de nuestros precios de exportación, es decir, que los precios de los productos que vendemos subieron de precio en el mundo (un 16,2%), trayendo mayores ingresos a nuestras arcas. No es así respecto a las cantidades, que, por el contrario, incluso en tan favorable situación internacional para nuestros productores sufrieron una caída del 2,3% contra el año anterior. Las mismas encontrándose estancadas desde el año 2012. ¿Cómo es esto posible?

Las importaciones siempre son más controversiales. Desde los antiguos sofismas mercantilistas que estas son vistas como algo malo, cuando no lo son en absoluto. ¿Quién no preferiría recibir de los demás sin tener que dar nada a cambio? Las mismas para Argentina crecieron 29% en su valor anual. No obstante, se ven amenazadas por mayores restricciones del gobierno para el año que comienza. Es en aras de sostener el cepo cambiario que se han impuesto mayores trabas a las compras del exterior. Tan celosos de los pocos dólares “del país”, poco parece importar la escasez de insumos para la producción. Es así que se han ampliado a miles de productos la cantidad de Licencias No Automáticas (LNA), al punto que, de acuerdo a la última encuesta de la Cámara Argentina de Comercio y Servicios (CAC), el 76% de las empresas recibieron menos del 25% de las importaciones que solicitaron entre diciembre y enero.

Lejos de estar donde debemos estar, es hora de que nuestro país deje atrás las falacias proteccionistas que nos separan del resto de la humanidad. En primer lugar, porque todos los intercambios voluntarios son (al menos ex­-ante) beneficiosos para ambas partes, y no está en razón de los gobernantes reemplazar el juicio de todos los demás por el suyo propio. Y no menos importante, porque el comercio y la globalización son posiblemente las mejores herramientas que tenemos para mejorar las vidas de todas las personas en el globo. Las nuestras propias porque nos moveremos hacia una estructura más productiva y gozaremos de mejores salarios reales; de quienes nos compraran satisfaciendo sus necesidades con diversos productos; y también creando puestos de trabajo y abundancia en aquellos países de los que nos abastezcamos. Podríamos agregar que no es bueno garantizar un monopolio a nuestros empresarios locales, que debemos aprovechar las ventajas comparativas o que cuanto antes nos abramos menor será la distancia con nuestros competidores, etc.

Sobre déficits y superávits tampoco hace falta preocuparse, en medida que haya tipos de cambio libres. De esta forma el mercado se autorregula procurando que las dos caras del intercambio siempre se sostengan entre sí. A fin de cuentas, la balanza comercial es una balanza.

Los países más ricos del mundo ocupan los primeros puestos del índice de libertad económica. Si nos fijamos en el subíndice de libertad comercial, Argentina se encuentra por debajo del promedio mundial. Y si en 2018 la puntuación de 70 nos metía ceñidamente en los países “mayormente libres”, con 60,6 puntos en 2022 estamos a punto de caer en los “mayormente no-libres”. En el gráfico también podemos ver como países como Australia o Nueva Zelanda se encuentran muy por encima de nosotros.

ÍNDICE DE LIBERTAD COMERCIAL

Lo cierto es que si queremos volver a ser un país rico debemos abandonar ideas como la teoría de la dependencia o políticas de sustitución de importaciones. Aunque también es verdad que si queremos entrar en el tablero mundial tendremos que encarar un conjunto de reformas estructurales que nos permitan ser competitivos.

El arancel común del Mercosur, el acuerdo con la Unión Europea, la lucha por acuerdos comerciales extra bloque. Hay mucho que hacer y poco tiempo que perder. Hoy más que nunca es imperioso que vayamos por más Argentina en el mundo y más mundo en la Argentina. Será como encontrarnos con una nueva fuente de riqueza, hasta ahora invisible para nuestros ojos, pero que siempre estuvo ahí, esperándonos.