Cuando el discurso violento pasa a la acción: tres mujeres muertas por ser lesbianas
En la madrugada del lunes 6 de mayo, un hombre incendió la habitación donde dormían dos parejas de mujeres; eran sus vecinas de un conventillo de Barracas donde todos vivían. Todo sucedió en la misma semana en la que el amigo y biógrafo del presidente, Nicolás Márquez, recorriera varios medios diciendo que "los invertidos" eran una abominación, y que la "homofobia es un invento".
Nicolás Márquez dio varias entrevistas durante las semanas previas a la presentación, en la Feria del Libro, de la biografía que escribió acerca de su amigo desde hace varios años, el hoy presidente Javier Milei.
Una de esas entrevistas fue la que concedió al periodista Ernesto Tenembaun, en la que se explayó en sus opiniones brutales acerca de disidencias sexuales más allá de su concepto binario, a las que intentó revestir con datos y estadísticas que solo surgieron de su febril imaginación, y agregó: “Hay conductas objetivamente sanas y objetivamente insanas. Entonces, cuando el Estado promueve, incentiva y financia la homosexualidad, como lo ha hecho hasta la aparición de Javier Milei en la escena, está incentivando una conducta autodestructiva”.
En otra charla pública dijo: “La homosexualidad es anormal. De la simple observación de la composición de un hombre se nos permite inferir que este no tiene un órgano sexual receptor para recibir a otro hombre como pareja y de la simple observación de la mujer vemos que esta no tiene un órgano de penetración para tener otra mujer como pareja”. Estuvo discreto, dentro de todo, pues suele ser mucho más violento en contenido y en el modo de divulgarlo.
En un encuentro con estudiantes secundarios dijo: "La homofobia no existe, es un invento idiomático" y "Hay una ley que dice que un hombre disfrazado de mujer es una mujer. De todos modos, el epítome de su violencia discursiva suele tenerlo en las redes sociales. A una militante feminista le dijo, en referencia a su hermano recientemente fallecido: “Lupe, la palabra de Dios dice catorce veces que la sodomía es abominable y no hay momento en el que Dios se vea más enfadado que con la perversión homosexual. Los quemó vivos, mandando fuego desde el cielo. No se puede bendecir lo que Dios desprecia”.
El lunes 6 de mayo, dos días después de la entrevista que Tenembaun le hizo a Márquez, Justo Fernando Barrientos, un hombre de 62 años que vivía en una pensión de Barracas, decidió imponer su método correctivo de lo que consideró una desviación, tal como Marquez explica siempre, y prendió fuego a cuatro mujeres lesbianas que alquilaban un cuarto de pensión en el mismo lóbrego lugar que él.
El discurso constante y machacoso de personajes que se consideran superiores moral, ética y estéticamente contra disidencias y feminismos tiene siempre consecuencias. Márquez no es responsable directo de lo hecho por Barrientos, claro está, pero su discurso y el de tantos otros habilitados en los últimos tiempos y que incluye al del presidente en múltiples ocasiones, permean fácilmente en personas rotas, frustradas o desclasadas por diversos factores personales y sociales, que encuentran un eje y un objeto para canalizar su odio, habilitado por esa superioridad a la que ansía pertenecer y con la que pretende identificarse.
En esa sucesión de imposturas, hipocresías, frustraciones y odios el último eslabón suele ser el de las víctimas, que generalmente son personas ajenas a la simulación, sea cual fuere.
Todos los fuego, el fuego
Son mujeres, tienen nombre y una historia personal, y están traspasadas por la historia social argentina reciente. Son mucho más que una estadística o un manchón en una crónica policial que mañana será olvido. Son un ejemplo de este tiempo guarango donde lo que creció desde el pie no fue "musiquita", como dice la canción, sino una violencia que fue creciendo en símbolos como horcas y guillotinas para todo el que pensara diferente a quienes se arrogan el ser "gente de bien", siguió con una pistola en la cabeza de quien consideran la máxima responsable de ese supuesto mal que se les contrapone y ahora, con total aval discursivo de quienes tienen circunstancialmente el gobierno, para todas aquellas personas comunes, señaladas por otras personas comunes como el enemigo.
Una de esas personas comunes es Justo Fernando Barrientos. Nos cruzamos todo el tiempo con personas como él, tan similares a tantos, y a nosotros mismos. No hay lombrosianismo posible. Un nadie, un anónimo, un roto que un día -luego de años de construcción de frustraciones y odios- decidió que su mal, o los males, o vaya a saber que se resolvía ejemplificadoramente matando. Nos espantamos cuando en USA un pibe roto entra a una escuela y genera una masacre. Pero si eso sucede en un hotelucho desvencijado de Barracas, habitado por gente que hace rato dejamos de ver, de los arrabales de la vida digna, entonces no importa mucho. Y algunos incluso -muchos- dirán: unas menos.
El tipo era mozo, debe haber servido mil cafés sin que nadie lo recuerde nunca. Era ludópata, perdió casa, laburo y vaya a saber cuanto más y recaló en esa suerte de hotel donde caen los que ya no tienen nada que perder. Y la radio, y la tele, y uno que grita todo el tiempo que hay gente que va a correr en culo gracias al poder de las fuerzas del cielo. Y ahí nomás, a pocos metros, cuatro mujeres rotas que aún entre penurias, rescatan un jirón de amor o algo parecido y se cuidan entre ellas, y se aman como pueden.
Fueron cuatro historias que convergieron porque las llevó el viento, el malquerer, la miseria, la indiferencia. Ninguna cumplió, seguramente, con lo que se esperaba de ellas y por eso el olvido. Pero en esa habitación mugrienta de cuatro por cinco, sin baño ni ventana, se tenían.
Pamela Fabiana Cobbas fue la primera en morir. Tenía 52 años y había venido de Mar del Plata, hacía bastante tiempo. Dos hijos, uno de 27 que la visitaba, uno de catorce que solo Dios sabe quien lo cuida. Cobraba una pensión y vendía cosméticos y con eso podía pagar el costo de la pieza. En la dirección de la casa que figura en varios de sus papeles, dicen no conocerla. Nadie reclamó su cuerpo.
Roxana Figueroa era la pareja de Pamela. Se las ve juntas y sonrientes en varias fotos de Facebook. No hay registro de que haya tenido trabajo en blanco alguna vez, la eterna changa. En sus documentos aparece la dirección de unas torres en el Bajo Flores, pero nadie averiguó. Murió dos días después, con el 90% de su cuerpo quemado.
Andrea Amarante tenía 42 y hasta hace poco había vivido en un barrio periférico de Neuquén. Murió hace pocas horas. Aguantó días y días el dolor inhumano de quemaduras, con el rostro desfigurado. La historia de Andrea es la de la obstinación de un destino de horror: hace exactamente veinte años fue una de las víctimas que pudo sobrevivir del incendio del boliche Cromagnon, donde murieron 194 personas. No figuró nunca en ningún registro de asistencia del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, que está desde entonces obligado a procurar salud mental y reparación económica para quienes estuvieron en Cromañón.
De las cuatro, la única con posibilidades de sobrevida, y que lucha por ella, es Sofía Castro Riglos. No es la primera vez que su nombre aparece en los medios. Esta mujer, de 49 años, proviene de una familia que supo tener muchos recursos económicos y algo de poder político. Sofía es hija de José María (Pepe) Castro Riglos, un prestigioso abogado que en la década del 90 supo tener profusa amistad con el juez de la Corte Suprema Enrique Petracchi, al punto que cuando la "Comisión Especial Investigadora del Lavado de Dinero" de diputados, liderada entre otras por Elisa Carrió y Cristina Fernández de Kirchner inició una serie de investigaciones alrededor del juez, Sofía y su madre fueron llamadas a declarar ante la Comisión y su testimonio es público -contaron, por caso, de fiestas en las que compartieron con Menem y Cavallo, los periodistas Haddad y Longobardi y varios personajes del poder de la década del noventa, hoy nuevamente en el candelero del poder, aunque ya sin Sofía cerca.
El tío de Sofía fue Enrique María Castro Riglos, designado por Decreto 1619/1996 por el entonces presidente Carlos Menem como Subsecretario de Coordinación de Programas de Seguridad Interior, bajo el mando directo del entonces Ministro del Interior Carlos Corach. Los hijos de Enrique son hoy profesionales, uno de ellos de la medicina y el otro de las finanzas. Y el financista, precisamente, también saltó a la página de los diarios hace poco: es Felipe Castro Riglos, involucrado en la causa de lavado de dinero que tiene preso al llamado "Croata".
Pero la historia familiar de Sofía no termina allí. En 2015 quedó en la calle, con su hijo y su madre. El fastuoso piso de la esquina de Sucre y Tres de Febrero, en Belgrano, fue rematado. El padre hacía diez años había muerto, las deudas se acumularon, y la rodada cuesta abajo, inevitable. A partir de allí, vaya a saber que soledades e infortunios de los que no hay registro, hasta que nuevamente, el 1 de septiembre de 2022 otro familiar aparece en las noticias. Es el hijo de Sofía, Miguel Ángel, uno de los integrantes de la banda llamada "Los Copitos", de los que tres -Brenda Uliarte, Nicolás Carrizo y Fernando Sabag Montiel- están presos por intentar asesinar a la vicepresidenta. Miguel Ángel, esos días, salió junto a Brenda en la televisión, declamando su inocencia. Miguel Ángel vivía por entonces, también, en Barracas, el el galpón donde fabricaban el algodón de azúcar.
Estos días, con su madre internada, no apareció por el hospital. Tampoco lo hicieron los primos de Sofía quienes tendrían algunos recursos como para asistirla pero, está claro, a esta altura hay un abismo construido a hachazos por las diferencias sociales y económicas.
La violencia es un hecho político. La construcción del odio es un hecho político y como dijo en un comunicado La Federación Argentina LGTB+ "La violencia encuentra tierra fértil cuando los gobiernos fundan imaginarios colectivos que se basan en el desprecio a los derechos humanos, el quebrantamiento de los lazos sociales y la cultura, la sujeción a doctrinas económicas salvajes y el fomento de ideas misóginas y odiantes de las diversidades”.
Justo Fernando Barrientos posiblemente sea declarado ininputable, de las tres mujeres muertas mañana habremos olvidado el nombre, y la que sobreviva deambulará con un peso más en su mochila, invisible. Y acá no pasó nada, hasta que vuelva a pasar entre tuit y tuit presidencial.