Con algunas modificaciones respecto del que había sido firmado en 2019, especialmente en lo relacionado con sostenibilidad y regulación ambiental, finalmente el Mercosur y la Unión Europea firmaron el acuerdo de libre comercio, proceso iniciado en 1995. El acuerdo permite profundizar la inserción internacional entre ambos bloques y amplía notablemente el PBI destinatario de nuestros productos bajo acuerdos comerciales que implican menores barreras. Además, el PBI per cápita de la UE (USD 60.000) implica la posibilidad de vender bienes y servicios de elevada calidad y exigencia. 

A pesar de los riesgos que podría implicar la apertura, son esos riesgos que tiene sentido asumir en tanto abren oportunidades productivas y desafíos para transformarlas en realidad. Fuera de los significantes de moda en estos tiempos, esos desafíos ciertamente necesitan de una correcta articulación público-privada para una mejor adaptación. Este acuerdo, trabajado desde 2023 y fuertemente impulsado por la gestión de Lula en Brasil, se inserta dentro de una serie de medidas aperturistas que hemos venido señalando, con bajas puntuales de aranceles, ampliación de montos de pequeñas importaciones vía courier, reducción burocrática o eliminación de precios referencia.

También venimos señalando que estas iniciativas aperturistas nos encuentran con una situación de atraso y de pérdida de competitividad cambiaria, que lejos está de poder compensarse con un lento proceso de reducción impositiva o burocrática.

Apertura y atraso no son una buena combinación, y claramente lo que debería replantearse no es la apertura sino la estrategia cambiaria para que la inserción e integración global sea lo más aceitada posible.

El acuerdo se divide en dos. El apartado comercial, con una reducción gradual de aranceles hasta la eliminación, será iniciado en los próximos días. La Comisión y Parlamento europeos pueden avanzar por su cuenta (lo que sin dudas gatillará fuertes discusiones, pero sin la necesidad de ratificación de cada uno de los 27 parlamentos del bloque), previo análisis legal. La eliminación de aranceles se conjuga con la incorporación de cupos y topes para productos agropecuarios.

El otro apartado es el institucional, que seguramente implicará más roces y dilaciones en tanto necesita la ratificación de todos los congresos de la UE y del Mercosur. Está claro que el acuerdo mejora las oportunidades en sectores de alta demanda por parte de la UE, y que además Argentina tiene ventajas comparativas: energía, minerales y alimentos, lo que podría estimular inversiones, ya sea en esos sectores puntuales o en infraestructura y logística asociada.

Al reacomodarse las reglas de juego y los incentivos de cada eslabón en las cadenas globales de valor, estos acuerdos lo que generan al eliminar barreras es la posibilidad de inversiones, reubicando e integrando la producción entre los bloques para abastecer la demanda de consumo.

En otro orden de cosas, el BCRA dispuso el jueves una nueva reducción de las tasas de interés de política. La redujo a 32% TNA, lo que redunda en una tasa mensual de 2,7%, mismo nivel que la inflación de octubre (y apenas por arriba del crawling del 2%). En principio, pareciera mostrar simplemente el horror a tasas reales positivas, manteniéndolas en un nivel neutro. Si las expectativas de depreciación de los dólares financieros se mantienen estables, esta reducción de tasas (que seguramente arbitre al resto de las tasas en pesos) implica menos incentivos al carry. Si el crawl descendiera al 1%, de todos modos, habría que ver si la evolución de los financieros acompaña efectivamente esa potencial iniciativa. Como hemos dicho, estos esquemas se vuelven frágiles en tanto que se realizan con un nivel cambiario que cada vez planteará más dudas.