¿Por qué se van las empresas de Argentina?
Falta de estabilidad jurídica, alta inflación, crisis de confianza y falta de plan económico, algunas de las razones. Deben llevarse a cabo las reformas estructurales que requiere nuestro país para salir de la decandencia.
Son muchas las empresas internacionales que hoy deciden salir del país: LATAM, Air New Zealand, Qatar Airways, Saint Gobain Sekurit, Glovo, Falabella, son los casos que rezonaron más. No obstante, son muchas las empresas que hoy están decidiendo cerrar sus plantas y trasladarse a puertos más seguros. ¿Por qué? Muchos podrían argumentar que son las consecuencia de las pandemia. Sin embargo, según el FMI, el 80% de los países van a presentar una contracción económica éste año así que los factores, definitivamente, son otros los que aventuran a los capitales a huir del extranjero.
Los factores que determinan la salida de empresas de nuestro país son: falta de estabilidad jurídica, alta inflación, crisis de confianza, falta de plan económico más acotado margen monetario y fiscal, impuestos altos y cuarentena muy restrictiva desde finales de marzo.
En primer lugar, la falta de estabilidad jurídica que viene profundizándose desde principios de año. Si desde el Estado no se garantizan los derechos de propiedad privada y las libertades individuales, el capital termina huyendo del país hacia puertos más seguros. Es necesario remacar que somos unos de los países más riesgos y vulnerables de la región latinoaméricana. En el índice de calidad institucional, en 2019 quedamos en el puesto 106 de 190 países, y aunque mejoramos 6 posiciones, seguimos entre los países con peor calidad institucional del mundo. Además, dadas las últimas noticias como la toma de tierras, los problemas en el Congreso, el control de precios, el control cambiario, el problema con Vicentin, es probable que éste año retrocedamos varios puestos en el Índice de Calidad Institucional. En la Argentina tenemos el problema de que no nos ponemos de acuerdo con los consensos básicos que ya fueron superados en el resto del mundo.
Por otra parte, la inflación alta. Éste año vamos a terminar con una inflación cercana al 40% y, a pesar de que es más baja que la del año pasado, sigue estando Argentina en el podio de los países con más inflación en el mundo. Inflaciones tan altas dificultan cualquier cálculo empresarial a futuro en un contexto de tal incertidumbre como el actual.
La crisis de confianza también agrava la situación de la capacidad productiva de la Argentina. Desde el 2018 se agudizó en nuestro país una crisis de de confianza en los mercados. Tanto agentes nacionales como externos no confían en la seguridad de los activos locales. Esto se da porque la Argentina tiene un abultado déficit fiscal que va a estar superando el 5% éste año y cuyos canales de financiamiento provocan distorisiones en toda la economía.
Además, hay que agregarle la falta de un plan económico sumado a un acotado margen monetario y fiscal para hacer frente a la crisis de la pandemia. Lamentablemente, se han deteriorado los fundamentals económicos en toda la región latinoaméricana y la mayoría de estos países se encuentran actualmente en una posición mucho más vulnerable, y por tanto menos preparados, que en comparación a la crisis del 2008.
Los impuestos que son los más altos del mundo. La Argentina es uno de los países de la región que más impuestos cobra a sus empresas. Las empresas argentinas pagan en impuestos un 106% por sobre sus ganancias. Es decir, de cada $100 que gana un empresario, $106 le debe pagar al Estado. Cualquier empresario argentino no sólo no obtiene ganancia sino que debe pagar impuestos inclusive con su inversión inicial. Es más, se estima que de US$12.600.000 que factura anualmente una mediana empresa de 60 empleados, deberá pagarle al Estado US$2.544.000; no sólo no gana sino que debe pagarle US$144.000 más. Mientras que, sólo con cruzar el río, en Uruguay estarían pagando cerca del 42% de su ganancia y, cruzando la cordillera, en Chile no superarían el 34%.
Además, otro dato a tener presente, y que dificulta la actividad empresarial, es que según el Banco Mundial, las empresas pierden 312 horas al año en pagar impuestos cuando en Chile ascienden a 296 horas al año y en Estados Unidos sólo a 175 horas. Es decir, en nuestro país se invierte el doble de tiempo que en cualquier país desarrollado en el pago de impuestos. Los impuestos son altos y complicados. Tenemos alrededor de 165 impuestos totales y sólo 11 de ellos se ocupan de recaudar el 90% de la recaudación total. Nuestro sistema tributario es completamente corrosivo e insostenible.
Por último, la estricta cuarentena que viene sopesando el país desde finales de marzo; sobretodo, en la región del AMBA, y que termina afectando al 50% de la economía del país. Las empresas venían ya endeudadas desde hace tiempo; no podían darse el lujo de mantenerse cerradas tantos meses, menos con una economía en la que casi el 50% se encuentra en el sector informal. Era evidente que algunas viendo que la situación empresarial era insostenible decidieron marcharse.
Obviamente, la situación no va a mejorar en tanto y en cuanto no se lleven adelante todas las reformas estructurales que requiere nuestro país para salir de la decandencia en la que nos encontramos desde hace varias décadas. Para poder atraer el capital que necesitamos y diversificar, así, la producción, es necesario que desde la política se deje de luchas en contra del capital y se lo atraiga.