¿Por qué es tan importante la educación financiera?
A pesar de que algunos crean que es una exageración, puede llegar a ser un verdadero arte el de conocer en profundidad y con detalles la fiscalidad internacional y la planificación patrimonial; un desafío para nada despreciable.
Estamos en el comienzo de un nuevo año y todos sabemos lo que eso significa: nuevas oportunidades, nuevos proyectos y nuevos objetivos. En este 2023, ¿tendremos finalmente la educación financiera que merecemos? Creo fervientemente que es esencial que las próximas generaciones reciban educación financiera para mejorar sus condiciones y las de su entorno, así como deberíamos haberla recibido nosotros para ahorrarnos varios problemas.
¿Por qué estoy tan convencido de esto? Porque creo que es la mejor forma para que todas las personas, familias y empresas entiendan cómo protegerse de los abusos a los que pueden estar expuestos en materia financiera. Pero no solo por eso, sino también para que los espacios de poder político tengan representantes capacitados en materia financiera.
A pesar de que algunos crean que es una exageración, puede llegar a ser un verdadero arte el de conocer en profundidad y con detalles la fiscalidad internacional y la planificación patrimonial; un desafío para nada despreciable.
¿Para qué necesitamos educación financiera?
Son muchos los motivos -y muy lógicos- para defender la educación financiera para todos. Educación financiera para entender, decidir, invertir y cuidar lo que tenemos. Así como necesitamos recibir educación en otros ámbitos, el financiero no es la excepción.
Pero no es todo. La educación financiera también es fundamental para opinar. Sí, ya sé; para hablar no se precisa mucho. Todos pueden hablar sobre lo que quieran y eso es parte de la libertad -aunque a veces necesitemos taparnos los ojos o los oídos ante ciertas opiniones, totalmente infundadas-.
El problema surge cuando la opinión viene de parte de funcionarios. Es decir, de personas que ocupan espacios estratégicos y lugares de decisión.
Pasó en Argentina, hace poco, con un asesor del presidente Alberto Fernández. “Hasta tanto crezcamos y la base imponible sea lo suficientemente alta para que la recaudación sustente ese gasto, ¿no tendremos que buscar algún nuevo impuesto?”, se preguntó el funcionario en una entrevista con el diario La Nación.
Se trata de Antonio Aracre y llama la atención su planteo porque es una persona que trabajó en la actividad privada durante mucho tiempo. ¿Cómo es posible -a esta altura- pensar que un nuevo impuesto, uno más sobre todos los que ya existen, podría ayudar a alguien? Lo hemos dicho hasta el cansancio: todos los impuestos que se ponen a las empresas y a quienes más tienen terminan perjudicando a los que menos tienen.
Los impuestos -o al menos los impuestos abusivos, de los que sobran en Argentina- atentan contra las fuentes de trabajo, la inversión de las empresas y provocan, muchas veces, aumentos en los precios (porque las empresas trasladan los costos a los precios de sus productos).
Estas son solo algunas de las consecuencias de aumentar o agregar impuestos, especialmente de los abusivos. Nada bueno puede salir de eso y pruebas tenemos de sobra. Una vez más, insisto, sería bueno probar con bajar los impuestos y permitir que las empresas y las personas tengan libertad de decisión para hacer lo que quieran con su dinero.
Tal vez, así, Argentina comience a acercarse al crecimiento que siguen buscando por lugares equivocados. ¿Es necesaria, para eso, la educación financiera? Claro que sí.
Quienes nos gobiernan deberían ser los más interesados en recibir educación en este ámbito para empezar, de una vez por todas, a tomar decisiones acertadas y, sobre todo, fundadas.
Por mi parte, quedo a las órdenes para acompañar la educación financiera de quienes entiendan su importancia.