¿Hacia dónde va el comercio exterior?
Ya sea que la mirada apunte a lo global o a lo local, el análisis de cualquier perspectiva futura del comercio exterior está atravesado por una palabra contundente: pandemia.
Si bien este hecho que prácticamente paralizó al mundo en gran parte del año 2020 no es inédito en la historia, ha tenido consecuencias más profundas que en otras oportunidades. Y la razón es que el mundo se encuentra mucho más integrado que antes.
La pandemia tiene dos lecturas a nivel internacional. Por un lado, retrasó el crecimiento de la mayoría de los países o directamente frenó el de otros, causando una conmoción en las estructuras productivas, comerciales y logísticas. Pero por otro, adelantó cambios que se preveían para dentro de cuatro o cinco años como mínimo. Un claro ejemplo de esto último es el auge del comercio electrónico, que no solo tuvo un crecimiento exponencial durante el peor momento de la pandemia en 2020, sino que también parece ser el principal motor de la recuperación de la demanda en el momento actual.
El colapso logístico al que se enfrenta el mundo en 2021 muestra con claridad esas dos caras de los efectos post pandemia: una demanda que se ha recuperado con llamativa rapidez y una oferta contraída e insuficiente de contenedores y servicios logísticos a nivel global. Este cóctel explosivo solo podía tener como consecuencia la disparada preocupante de los precios de los fletes.
Lo global manda. El “efecto mariposa” se ve claramente cuando se cancelan operaciones en un puerto chino por casos de COVID y eso ocasiona escasez de contenedores en puertos europeos, o el aumento meteórico del costo de flete para un exportador argentino que quiere vender sus productos en América Latina. Hoy en día, y por solo citar un ejemplo, mandar un contenedor de Buenos Aires a El Callao, en Perú, cuesta más del doble de lo que costaba antes de la pandemia.
Desde el punto de vista logístico, entonces, se ve un dilema conocido: cómo adaptar la oferta de infraestructura, siempre más lenta, a la demanda creciente de fletes, mucho más dinámica. Ese será el objetivo global en esta área en los próximos años.
Argentina, por su parte, tiene varios desafíos por delante. Primero, recuperar el espacio perdido en las últimas décadas en los niveles de exportación. Según datos del Banco Mundial, entre 1980 y 2020 la participación de las ventas argentinas en total exportado por países de América Latina cayó del 8% a poco más del 5% actual, tendencia que se ha agravado en la última década. A nivel global las exportaciones argentinas están en su piso histórico, representando en la actualidad solo el 0,28% del total. Segundo, se necesita de manera urgente revitalizar el MERCOSUR y volverlo a posicionar como un bloque homogéneo que le permita a sus integrantes firmar acuerdos con otros bloques y países.
A nivel interno uno de los retos principales será manejar de una manera más eficiente la presión tributaria y al mismo tiempo seguir realizando las inversiones de infraestructura que el país necesita para ser más competitivo. Y por sobre todas las cosas resolver un dilema histórico: cómo ser un país abierto al mundo sin afectar la estructura productiva local y las economías regionales.
A pesar de la coyuntura y las urgencias, queremos darles a nuestros futuros graduados la visión de mediano y largo plazo necesaria para encarar estos desafíos y salir airosos. En eso estamos.