El mundo habla de Joe Biden, el líder del Partido Demócrata que le ganó las elecciones a Donald Trump y se convirtió en el flamante presidente de los Estados Unidos. Ahora bien, ¿quién es Kamala Harris, su compañera de fórmula y la primera vicepresidenta mujer de ese país?

La compañera de fórmula de Biden tiene 55 años y una historia rica en términos históricos y enmarcada en el conocido "sueño americano", una idea marcada a fuego en la cultura estadounidense con la idea de la movilidad social ascendente.

Su historia familiar le ganó muchas veces el apodo de "la Obama femenina". Nació en 1964, tres años después del ex presidente, y como él, es hija de inmigrantes, formada en Derecho en una reconocida universidad. Tras el divorcio de sus padres -un profesor de Economía de Jamaica y una médica endocrinóloga y nutricionista de India-, Kamala y su hermana Maya fueron criadas en los años 60 y 70 rodeadas de académicas exitosas amigas de su madre y de voces feministas y progresistas del movimiento negro.

En 1990, con solo 25 años, Harris asumió como la vice fiscal general de Oakland, su ciudad natal en California, en momentos en que el entonces presidente, el demócrata Bill Clinton, pedía mano dura para frenar a las pandillas y dar pelea en la guerra contra las drogas.

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Kamala Harris on Twitter

Ocho años después, Harris asumió como vice fiscal general de la ciudad vecina de San Francisco y, en 2003, tras chocar con la gestión que quería que los menores de edad fueran juzgados por cortes ordinarias, sorprendió a todos y desafió a su jefe en las urnas.

Harris ganó pese a no tener grandes conexiones partidarias y se convirtió en la primera fiscal general de distrito de San Francisco en un momento en que el 95% de las personas que ocupaban ese cargo en el país eran blancas y el 83%, hombres, según reseñó en aquel momento San Francisco Magazine. Ocupó ese cargo electivo durante seis años, y en ese período consiguió tanto aliados como detractores.

Víctimas de abusos sexuales cometidos por la Iglesia Católica la acusaron de ignorarlos, y los sindicatos de policías le declararon la guerra luego que se negara a pedir la pena de muerte al asesino de un oficial de 29 años. Desde esta época, el mantra de Harris ha sido una política inteligente contra el crimen en vez de mano dura, según recordó hace unos años The New York Times.

Su pragmatismo, su carisma y su fama de jefa severa pero comprometida le permitieron comenzar a cosechar importantes aliados en el Partido Demócrata y, en 2010, se animó a dar un nuevo salto inédito y ganó la elección de fiscal general de California.

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En esa elección, solo uno de las decenas de sindicatos de policías la apoyó. Cuatro años más tarde, cuando fue reelecta, la apoyaron casi 50 sindicatos de la fuerza. Mientras Harris se hacía más fuerte en California, también se crecía en las filas del Partido Demócrata como una nueva voz progresista y feminista.

El salto a la escena nacional lo dio en 2016 cuando se convirtió en una de las pocas senadores negras del país y, rápidamente, en una de las dirigentes más articuladas e implacables frente a la misoginia, el racismo y las políticas económicas del Gobierno de Donald Trump.

Cuando decidió presentarse como candidata en las primarias presidenciales demócratas, sus críticos más duros le recordaron que no cambió de ninguna manera significativa el sistema de brutalidad y racismo policial y penal en California -como lo demostraron las recientes protestas multitudinarias en ese estado-.

Pero un número aún mayor de aliados destacó su perseverancia para ascender en un mundo de hombres blancos, desafiar el discurso de mano dura e impulsar una mayor integración social. Hoy es la flamante vicepresidenta y ya fue saludada por Alberto Fernández y Cristina Kirchner, reconociendo a su vez que es la primera mujer en ocupar ese cargo en la historia. ¿Cómo será su rol político ante un Senado absolutamente polarizado y con mucha presencia del Partido Republicano?