Lado B de la pandemia: una empresa de triple impacto fabricó insumos para equipos sanitarios con descartes
Se trata de la fábrica de dos emprendedoras que se dedican a hacer productos ecológicos. Su fuerte es la creación de objetos de decoración, accesorios y textiles, tanto para consumidores finales como para corporativos. Aunque no era su metié, cubrieron un necesidad coyuntural y pudieron darle trabajo a sus costureras en plena crisis.
Dos emprendedoras crearon un modelo de fábrica de triple impacto, que se dedica a la realización de productos a partir de descartes para generar oportunidades de trabajo a la comunidad, con el foco puesto en las mujeres, y con la pandemia se centraron en la creación de barbijos y kits para los trabajadores de salud.
Se trata de Rocío González y Lorena Nuñez, mujeres con gran inciativa que años atrás decidieron aunar fuezas para generar un impacto positivo en el cuidado del medioambiente. Ambas ya contaban con experiencia en este modelo de trabajo. Rocío era la dueña de Greca, donde trabajaba con botones, y Lorena tenía la marca Totebag, que se dedicaba a hacer bolsas reusables compactas.
“Cuando nos juntamos fue con la idea de escalar el modelo y llegar a empresas más grandes y lograr que el impacto sea mayor. Ahí creamos la marca PAPA, que es marca de producto y servicios. Los productos de triple impacto son de la línea de decoración, tenemos una línea de accesorios y una textil muy amplia. Esa marca llega al consumidor final. Desde Daravi fábrica producimos no solamente para nuestra marca PAPA, sino también para terceros, incluidas empresas muy grandes”, cuenta Lorena.
No se dedican a hacer el típico “merchandising” del que no se sabe de dónde proviene ni quién lo produce, sino que en este caso se puede conocer en detalle la trazabilidad de cada objeto.
Dada la coyuntura de la pandemia, el año pasado decidieron aprovechar su capacidad productiva para confeccionar diferentes productos para el personal de salud, que si bien no es su especialidad, permitió darle trabajo a su red de costureras. El proyecto recibió en 2020, un Aporte no Reembolsable (ANR) de la convocatoria del Fondo Nacional de Desarrollo Productivo (FONDEP) para la fabricación de camisolines, barbijos y cubrebotas que permitirán abastecer de insumos críticos a equipos sanitarios.
“Primero, empezamos a activar cuáles eran las necesidades e hicimos con nuestra marca tapabocas con restos de telas y con eso empezamos a sostener el trabajo de ellas. Después, hubo organizaciones que se sumaban y querían donarnos telas o que podamos hacer algo para algún fin especial. Entonces dependiendo qué material era, se dieron para diferentes destinatarios. Empezamos a hacer un mix entre donaciones que teníamos y también pedimos un ANR del ministerio de Desarrollo Productivo para poder, con dos máquinas, hacer cosas con mayor capacidad de entrega. Teníamos clientes a quienes les podíamos vender el producto o donaciones. En función de quién nos donaba la tela se definía a quién se lo íbamos a donar”, explicó Lorena.
En la edición de diciembre 2020 del Newsletter de la Subsecretaría de Emprendedores, el proyecto fue publicado en la nota Camino Emprendedor. Sus fundadoras, fueron invitadas a ser parte de la Semana Global del Emprendimiento 2020 organizada por la Subsecretaría de Emprendedores, donde expusieron acerca de asociatividad, redes para emprender, y triple impacto.
¿De dónde sale la materia prima?
Para realizar los productos, Daravi y PAPA dividen las fuentes de materias primas en dos grandes unidades. Por un lado, utilizan lo que llaman “ecomarmol” que es un material que obtienen de botones triturados de descartes industriales.
“En un comienzo, a mi socia los botones se los daban, se los querían sacar de encima. Ahora, como, gracias a dios necesitamos mucha cantidad, estamos hablando con las botoneras locales que puedan proveernos en cantidad. No solo nos proveen los botones fallados o que la industria los descarta por algún motivo, sino también la placa con la que se realizan los botones. Los pedimos, los entregan en fábrica y nos cobran por peso. Tiene un precio bastante bajo en el mercado, no es como comprar una materia prima de cero, pero nos tenemos que hacer cargo de todo para que eso llegue a nuestra fábrica. Después se trituran y se convierten en materia prima. Casi en un 75% proviene de ahí y el otro 25 o 30% restante es resina nueva que es con la que se hizo el botón”, señala Lorena.
Por otro lado, en la unidad productiva de textil compran material nuevo pero garantizan tener “descarte cero en el proceso productivo”. Todo lo que sobra, lo convierten en algo nuevo, como por ejemplo en bolsitas ajustables para otros proyectos.
¿Qué son las “empresas B”?
Las “B corporations” son compañías que no sólo persiguen el beneficio económico, sino también el social. Buscan utilizar las fuerzas del mercado para dar respuesta a problemas sociales o ambientales de las comunidades en las que están insertas.
La empresa de González y Núñez certificó como Empresa B en 2018. El proyecto incluía generar trabajo para más de 40 mujeres y producir más de 80.000 unidades al año a partir de nuevos descartes.