Por qué se fue Guzmán y las tensiones que administrará su reemplazante
El ex ministro facturó la falta de apoyo político por parte de la coalición. Lo cierto es que tenía cada vez más frentes abiertos. La interna "energética" no explica todas las dificultades de su gestión y menos las razones de su salida. El nuevo titular de Economía deberá enfrentar el dilema que genera el pedido de ajuste del FMI y el reclamo de la coalición para mejorar el humor social.
La salida de Martín Guzmán del Ministerio de Economía fue porque sintió que no tenía el respaldo político necesario para llevar adelante los siguientes pasos de su programa económico. Los cuestionamientos ya no solo venían del kirchnerismo, sino del massismo, los movimientos sociales, gobernadores e intendentes. El Fondo Monetario Internacional reclamó avances y resultados en lo comprometido con el responsable de llevar adelante el acuerdo firmado en marzo. Quien sea su reemplazo deberá mediar entre intereses opuestos.
La “interna energética” con los funcionarios del kirchnerismo, una inflación que apunta a terminar el año arriba del 70% y las tensiones financieras de la(s) última(s) semana(s) fueron las muestras de un proceso de desgaste que terminó con una renuncia sorpresiva. “Los embates públicos y las trabas imposibilitan a Argentina avanzar. Sentía que no tiene ya potestad de decisión”, resumieron a Data Clave cerca del hasta ayer titular del Palacio de Hacienda.
Esa sensación no es una novedad, Guzmán se la transmitió al Presidente el jueves cuando le remarcó la necesidad de tener un equipo más alineado en la Secretaría de Energía para avanzar en la famosa “segmentación”. El área es controlada por funcionarios que responden a la vicepresidente Cristina Kirchner, los cuales no presentaron su renuncia, que se desentendieron de una política que fue pactada con el FMI.
Desde el entorno del ex ministro pusieron esta situación como detonante de su salida. En cambio, su equipo respondía que el ahorro de la segmentación en el contexto actual de la guerra en Ucrania, con precios internacionales por las nubes, sería de “0,05% del PBI”. Nada comparado con el 0,6% del PBI plasmado en el acuerdo con el Fondo.
Es válida la pregunta de si valía la pena dar semejante batalla contra los delfines de la vice, o ella misma en definitiva, para una baja del gasto tan nimia. La hasta el momento paladín económico de Alberto contestaría que el esquema actual es “prorico”, en el kirchnerismo que el dinero que se destina a tarifas no va a consumir otros bienes o servicios que “hacen girar la rueda”. Ambas visiones pasan la prueba del sentido común.
Pero no se puede reducir la salida de Guzmán a la cuestión energética. Lo cierto es que en el Frente de Todos el único apoyo que le quedaba era el Presidente porque los demás socios venían reclamando su cabeza como muestra de un compromiso para continuar en el poder luego de 2023. Es que el objetivo de “tranquilizar la economía” que consignó en su carta de dimisión nunca llegó.
En junio comenzó una corrida que terminó con un dólar blue cerrando al récord de $239, con un salto de $32, y los financieros agitados por el desarme de los bonos. Síntomas si los hay el precio del billete verde. En el mercado dejaron de confiar en las capacidades del Gobierno para cumplir con su programa financiero. Seguro los agites de un posible default en caso de llegar al poder en 2023 por parte de economistas de la oposición no ayudó.
El agravante era la raquítica suma de reservas en el Banco Central, que terminó esta semana con nuevas restricciones a las importaciones y la paralización del comercio internacional. Eso sirvió para comprar en cuatro días US$ 1.500 millones y cumplir con lo justo y sobre la hora la meta de acumulación del segundo trimestre con el FMI. La consecuencia que señalaban las empresas era menor actividad económica y presión en los precios.
El otro termómetro, la inflación, tampoco le daba bien al equipo económico. Las consultoras anticiparon que junio iba a finalizar con un avance del IPC similar o superior a mayo, poniendo fin a la racha de desaceleración desde el 6,7% de marzo. La proyección oficial era una banda de entre 52% y 62% a fin de año, con un promedio de 57,5% que sería el guarismo más alto desde 1992. El mercado anticipa arriba de 70% para cuando termine 2022.
Mientras tanto, Guzmán se enfrentaría a un complejo segundo semestre con las variables mencionadas en rojo. El ex ministro no perdió la oportunidad de resaltar en su carta de renuncia los números en verde que dejó su gestión: 10,4% del crecimiento del PBI, creación de 1,1 millón de puestos de trabajo con su consecuente reducción del desempleo en niveles menores de los últimos años, más inversión y exportaciones.
El economista tampoco dejó pasar que su reemplazo debería poder “manejar su propio ministerio” a partir de un acuerdo interno de la coalición que diera certidumbre y ancla en las expectativas. El subtexto es que él no corrió con esa suerte. Ayer por la tarde, mientras renunciaba, Cristina Kirchner decía que el diagnóstico sobre el problema argentino de Melconian era similar al de Guzmán. La vice tiró al pasar una chicana difícil de ignorar.
En Casa Rosada ya anticiparon que no cambiará el rumbo del programa económico y eso anticipa la continuidad de las tensiones internas. El programa es el acordado con un Fondo que pide sin muchas vueltas algunos ajustes a partir de ahora. Los socios de la coalición, sobre todos quienes tienen que mantener el poder en sus territorios, están convencidos de que sus futuros dependen del humor social.
Quien sea el encargado de la gestión económica, o quienes en caso de que se reformule la estructura ministerial, tendrá la difícil tarea de mediar entre intereses que hoy parecen opuestos. Una especie de árbitro porque no tiene hinchada, recibiendo insultos de la tribuna local, la visitante y los jugadores. Nuevamente, la gestión política de esta crisis será fundamental para luego dar respuestas desde la economía.