Ariel Larroude es director del Observatorio de Política Criminal y una persona que conoce la función pública. Fue director de la Política Criminal del Ministerio de Seguridad de la Nación y un consultor en seguridad ciudadana y política criminal.

También es el autor del libro "Crimen, Política y Estado". En una entrevista con Data Clave, analiza lo que fueron los últimos días traumáticos y violentos en Rosario con el aumento de sicariatos y hechos delictivos vinculados a grupos narcos.

"Hubo en todos los niveles una espectacularización de la política criminal", plantea.

DataClave: Rosario hace semanas que viene convulsionada. Es una ciudad que conoces y estudiaste a fondo su problemática criminal. ¿Cuál es tu mirada sobre las muertes recientes de personas inocentes en el contexto narco?

Ariel Larroude: Con mucha preocupación pero realmente no me sorprende porque hace once años que Rosario padece de esta violencia extrema. Sin embargo, yo trato de no hacer diferencias semánticas entre culpables o inocentes, porque puede dar a entender que los culpables merecen algún tipo de reprimenda o castigo extrajudicial, o que debe aceptarse tal categoría para aminorar lo trágico de cualquier homicidio. Sí creo conveniente, en cambio, transpolar la categoría en “víctimas ligadas o no ligadas” a la disputa narco que azota a la ciudad. Al parecer las últimas muertes registradas resultan ser víctimas ajenas a la disputa de la ciudad y merecen la atención por las características de los hechos.

DC: ¿En qué sentido?

AL: Porque fueron hechos que han buscado generar conmoción social y mediática. Dar un mensaje, tal como se dice en la jerga criminal, y hasta el momento no hay ligazón entre estas muertes con ajustes de cuenta o reyertas entre bandas. Sí creo, en cambio, que estas muertes están ligadas a los cambios en las condiciones de detención de los reclusos de las cárceles federales y las de Santa Fe. Hablo sobre la quita de celulares, mayor rigurosidad en las visitas, etc. El punto de inflexión fue, sin dudas, la foto a lo “Bukele”, que fue la gota que colmó el vaso y terminó desbordando con varios crímenes del fin de semana pasado. Un mensaje para limitar la acción del Estado en ese sentido.

DC: ¿Haces referencia a medidas a lo “Bukele” hechas por el gobierno, tanto santafesino como nacional?

AL: Creo que hubo en todos los niveles una espectacularización de la política criminal, una demagogia propia de las redes sociales que la terminó pagando gente que no está vinculada a la disputa narco. Esto se agrava cuando te mostras como fuerte en lo comunicacional pero en realidad no tenes controlado el territorio. De hecho, las fotos que recorrieron el mundo sobre El Salvador y el caso de las Maras fueron tomadas en el marco de un traslado de reclusos a una cárcel de máxima seguridad, cuando casi todos los grupos criminales estaban tras las rejas, no en el momento en el cual el Estado comienza a disputar poder.

DC: ¿Hablas sobre controlar el territorio, a qué haces referencia puntualmente?

AL: A que en la calle pase lo que la ciudadanía y el Estado, en el buen sentido, quieren que pase, y no lo que decidan los narcos y las bandas criminales. Controlar la calle es morigerar parte de esa violencia ligada a estas disputas por el comercio minorista de estupefacientes y que ciertos circuitos ilegales se mantengan estables, pero sin generar violencia. Una ilegalidad controlada para que no se desmadre.

DC: ¿Pensas que el Estado se le fue de la mano la situación?

AL: Yo creo que al Estado le contestaron con la realidad. Con esto voy a que los involucrados no contestaron por las redes sociales, ni con chicanas mediáticas, sino con hechos concretos. Ante esa situación tenes que replantear urgente tu política criminal y entender que estos cambios se dan en silencio y con mucho tiempo de preparación. Esto no quiere decir que se deba tener una mirada contemplativa de la criminalidad pero sí que hay que ser cuidadoso con los medios que se eligen porque acá se muere gente. Hay que aflojar con las redes y con los focus group, y ocuparse de los problemas reales de la Argentina.

DC: ¿En ese replanteo ves también al ministerio de Bullrich?

AL: Es que hasta el momento el único anuncio en materia penal fue el protocolo para manifestaciones públicas y una nueva reglamentación para el uso de armas de fuerzas federales. Todavía falta ver qué se va a hacer en temas clave de la Argentina como la cuestión narco a nivel federal más allá de Rosario, la cuestión de mares y ríos, la actuación de las fuerzas federales en las distintas provincias donde están distribuidas, etc. Urge un plan político criminal federal y sustentable a largo plazo que pueda armonizar los fines de la prevención del delito y los medios que tiene el Estado para hacerlo. Hoy ese plan no existe.

DC: Hay un ofrecimiento apoyado desde los mismos gobernadores en prestar y dar auxilio policial al gobierno de santa fe, ¿estas de acuerdo con esta posibilidad?

AL: Hay varios niveles de análisis. Creo que por un lado los gobernadores saben que esto que en Rosario está detonado, puede detonar en cualquier momento en sus jurisdicciones y que si eso todavía no sucede es porque la policía actúa de manera homogénea. También son conscientes que también esa “tranquilidad” depende de que las bandas no se unan en un conglomerado mayor, tal como sucede en Brasil o en México, como en los casos del Primer Comando de la Capital o de los Carteles de droga. También son conscientes de lo que puede ocurrir si los militares desembarcan en Rosario y los costos que a futuro pueden pagarse en sus propios territorios si esa modalidad de intervención prolifera. Sin embargo, en Argentina tenemos las Fuerzas Federales para hacerse cargo de la situación. No es bueno meter más manos en el plato. Más todavía de cuerpos policiales que deben mirar con atención la posible escalada de violencia que puede desencadenarse en este contexto social y económico.

DC: ¿Es correcta la enunciación de narcoterrorismo? Es posible la intervención de las Fuerzas Armadas?

AL: Si el fin de las bandas es dar un mensaje para atemorizar a la sociedad y que de ello resulte que cualquiera pueda ser potenciales víctimas, es un acto de terrorismo. Pero eso no nos debe correr del foco como sociedad. La respuesta a estos hechos debe ser en el marco de la ley y entendiendo que estos son hechos de inseguridad que deben ser atravesados por las fuerzas policiales y no por las fuerzas armadas tal como se planteó. Los militares no solo no quieren participar de estas tareas sino que, además, no están preparados para hacerlas. Concretamente, ni un cabo ni un sargento están preparados para patrullar o para recolectar pruebas de hechos delictivos. Básicamente están preparados para desplegarse y dar de baja a su adversario, lo que no tiene nada que ver con hechos de inseguridad.

DC: ¿Pero es legal la actuación de las fuerzas armadas en conflictos de seguridad interior?

AL: Te diría que hubo un desconocimiento general todos estos años respecto a la imposibilidad de que las fuerzas armadas puedan actuar en casos graves de inseguridad. Justamente la ley de seguridad interior prevé la posibilidad de habilitar los aparatos logísticos militares en casos excepcionales, como puede ser en el marco de la creación de un comité de crisis y prevé también su actuación operativa, previa declaración de Estado de sitio, cuando el Presidente entienda que los recursos securitarios son insuficientes. Ese desconocimiento de la ley de seguridad interior se lo debemos al progresismo que poco a hecho por analizar en profundidad todas posibilidades que con un gobierno como este están al alcance de la mano.

DC: ¿Cómo es este gobierno?

AL: Yo creo que se está planteando desde el poder una Argentina sin semáforos, donde los más poderosos tienen el camino allanado para hacer lo que quieran. Creo también que hay una dependencia mayúscula a lo que sucede en redes sociales y ese termómetro puede hacerte ganar una elección pero no te sirve para rumbear el barco una vez que llegaste al poder. Hasta ahora no ha habido una sola medida política, económica y social que haya mejorado el nivel de vida de los argentinos.