La candidatura de Sergio Massa cayó bien al mercado, los títulos respondieron positivamente y, quizás lo más importante, la expectativa de que no hay opción de un espacio radicalizado competitivo mejora el ánimo en la economía en general. No obstante, la gestión actual sigue estando en una situación difícil.

A pesar de que detectamos que la inflación en junio muestra una desaceleración, no se puede negar el hecho de que este año los precios crecerán a una tasa superior a un 130%. Este nivel de inflación empieza a corroer con fuerza a los salarios y posiblemente la actividad vaya a sufrir en el segundo semestre de la mano de un menor consumo.

La baja disponibilidad de divisas se sentirá dado que es difícil comprimir aún más el coeficiente de importaciones a PBI. La inversión al mismo tiempo entrará en una etapa de esperar y ver. La posibilidad de hacer una compensación desde gasto privado a gasto público es difícil en un contexto de recaudación en baja por efecto de la sequía, una actividad anémica y ante el ojo estricto del FMI que todavía debe autorizar los desembolsos comprometidos.

Por lo pronto, en las próximas semanas esperamos que se delinee la forma en que continuará el acuerdo con el FMI. Argentina hará un pago con recursos de DEG y yuanes, pero resta ver si hay nuevas metas de aquí a fin de año. Es esperable que las metas se recalibren en una misma o mayor velocidad desde un nivel más bajo.

Posiblemente sobre esta base también el Organismo pida no perder más reservas, por el contrario, vuelva a insistir en acumular. Respecto a la cuestión fiscal también suponemos que tendrá un techo para el déficit y el financiamiento monetario adecuado a esa meta.

Como sea, esperamos que la aprobación del FMI de margen para llegar con cierta holgura a la próxima revisión pactada para septiembre. Si ese es el caso, de aquí a las PASO la economía podría seguir funcionando como hasta el momento. Alta inflación, actividad estancada y salarios corriendo por detrás de los precios.

La principal amenaza para que el status quo actual no se estire en los próximos meses pasa por las exigencias del FMI respecto a la política cambiaria. La respuesta habitual a una sequía y escasez de dólares es ganar competitividad cambiaria vía un mayor tipo de cambio, pero el gobierno lo prefiere utilizar como herramienta para coordinar precios.

El dólar oficial adelantándose por sobre los precios daría una dinámica complicada para el precio de los bienes de primera necesidad de la canasta familiar. Entendemos que el FMI conoce esta situación, pero también se comprende que es difícil aprobar una revisión para Argentina con estos indicadores y esta política cambiaria de seguir liquidando reservas a un precio menor.

De todas formas, los ajustes que no se hagan en estos meses lo deberá hacer la próxima gestión independientemente del signo político. La macro acumuló desequilibrios intertemporales en estos años a la vez que el sistema financiero presenta cada vez más una mayor exposición al sector público. La corrección se vuelve necesaria independientemente de la recomendación del FMI.