Un aspecto central de los anuncios gubernamentales recientes es el relativo a la eliminación de obstáculos regulativos a las importaciones.

La supresión de las SIRAS, la organización de la modalidad de acceso a dólares para los pagos pendientes y futuros, la simplificación en varias normas de gestión y la instauración normativa de la prohibición a las autoridades de limitar el comercio exterior (además de otras varias reformas como las del Código Aduanero) augura más libertades comerciales.

Pero ello no supone una apertura desproporcionada. Al contrario.

Lo relevante es que hay dos tipos de restricciones: las cuantitativas y las no cuantitativas. Las primeras son aranceles o impuestos, las segundas son limitantes a la acción comercial por prohibiciones y restricciones de gestión (no arancelarias). Los anuncios referidos solo abordan lo segundo y mantienen lo primero (y lo primero es bien alto en estándares internacionales).

La Argentina y las importaciones

El argentino es, desde hace años, un mercado extremadamente cerrado debido a las regulaciones obstructivas. El resultado es el débil flujo comercial: este año somos el país de menor relación importaciones/PBI de todo el subcontinente (menos de 15% del PBI). Y regularmente en todos los últimos años hemos estado en niveles bajísimos: en los (previos) últimos datos internacionales comparados el Banco Mundial exhibe a Argentina (en 2022) como el país de menor relación importaciones/PBI en Latinoamérica.

Esto es: niveles muy bajos en relación al promedio regional (menos de la mitad que el promedio latinoamericano).

Las importaciones argentinas ante la desregulación: no hay apertura indiscriminada y no hay desprotección de la industria nacional

Ahora bien: las escasas importaciones afectan seriamente la capacidad productiva porque históricamente (se repite en 2023 según se exhibe más abajo con datos del INDEC en los números del año hasta la fecha) las importaciones son requisitos para la actividad económica. Las importaciones argentinas se componen en 15% de bienes de capital (máquinas para la producción); 22% de piezas y partes para esos bienes de capital; 38% de insumos para la producción y 21% de energía (componente crítico de la economía). Y a ello puede agregarse a los automotores que permiten desplazamientos con alto aporte económico. O sea: sin importaciones no hay producción.

Las importaciones argentinas ante la desregulación: no hay apertura indiscriminada y no hay desprotección de la industria nacional

Además, limitar importaciones desalienta inversiones (quien invierte necesita bienes de capital, insumos y tecnología) y debilita exportaciones (las exportaciones requieren estándares internacionales que exigen ciertas importaciones, en todo el mundo): la economía global funciona en cadenas de valor (70% del total de exportaciones del planeta según OCDE) en las que se intercambian bienes, servicios, tecnología, conocimiento, financiamiento y hasta migraciones y telemigraciones. 

Por eso la apertura es una exigencia. Y Argentina está retrasada: dice la OCDE que Argentina y Arabia Saudita son los dos países  (entre los medidos en el planeta) con menor contenido importado en sus exportaciones -y ello reduce atributos en la oferta exterior-, siendo ese ratio en Argentina 6% mientras en el mundo el promedio es 25%.

Las importaciones se necesitan para la manufacturación, generan actividad en los servicios, acoplan tecnológicamente a nuestra economía con el resto del planeta e internacionalizan estándares productivos. Y no es verdad que destruyen empleo: los países más abiertos tienen muy baja tasa de desempleo.

Exhibe el grafico siguiente (BM) la relación importaciones/PBI en la historia reciente de Argentina: más bajas en los últimos años (con peor nivel de actividad económica) que cuando se logró el récord de importaciones en relación al PBI que se obtuvo en aquellos años de alto crecimiento post salida de la convertibilidad. Y serán más bajas aun en 2023 (no están los datos anuales por supuesto, aun). O sea: se creció más cuando el ratio importaciones/PBI fue mayor (y viceversa).

Y, además, es relevante destacar que fueron más bajas en la época de la convertibilidad -pese a lo que se cree comúnmente- que en los años posconvertibilidad (pese a que la opinión general y común indicaría lo contrario). Los problemas de cuando se padeció la tantas veces mentada “apertura indiscriminada” no fue al apertura sino las inconsistencias macroeconómicas y el atraso cambiario (efecto de políticas erradas). El ratio importaciones/PBI es hoy 26% más bajo que en el pico de 2007/2008.

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La Argentina, pues, debe eliminar los limites perniciosos a las importaciones. Mejorar ese flujo es un requisito. La sobrerregulación obstructiva reciente ha atacado el funcionamiento de la economía.

Ahora bien, Argentina aborda la eliminación de obstáculos no arancelarios y mantiene los arancelarios. Por ende, desregula, pero no reduce presión tributaria o cuasi tributaria (que opera como protección). Lo que aparece modificado puede ser calificado como muy favorable y funcional, y lo que se mantiene (básicamente justiciado en las condiciones críticas de la macroeconomía), queda pendiente.

Por ende, no puede hablarse de apertura exagerada.

El futuro previsible

Las recientes diversas decisiones liberadoras del gobierno (como la supresión del régimen de SIRA y la prohibición a través de una norma jurídica de que las autoridades limiten cuantitativamente las compras externas), es todo “no cualitativo”, y esa supresión hará del trámite comercial, básicamente, algo más dependiente de los propios actores comerciales. Se elimina el intervencionismo regulativo y discrecional.

Aunque, como se ha afirmado, debe advertirse que hoy no se propone una apertura excesiva: no pocos costos aún no se han eliminado (permanece vigente el impuesto PAIS y no se reducen aranceles -que son de competencia del Mercosur-). Y (ante las vulnerabilidades heredadas) se mantiene la obligación de acudir a dólares del BCRA (que sigue fijando el precio de la divisa) para efectuar los pagos, sobre lo que se ha programado un cronograma de acceso a divisas para el pago de importaciones nuevas.

Ahora bien: si se pretende que la economía vuelva a crecer, Argentina deberá importar más (si lo hiciera en niveles similares al promedio latinoamericano debería hacerlo en -al menos- un 50% más que hoy).

Lo que debe ocurrir, claro, en un marco de estabilización, desregulación doméstica, institucionalización y sanidad y equilibrio macroeconómicos. En ese caso, la reducción de trabas a las exportaciones será funcional y permitirá obtener los dólares para las importaciones, en un círculo virtuoso. La apertura no hiere la encomia, lo que la hiere es su desorden organizativo (que en Argentina ha sido semi compensado con el proteccionismo).

Puede aspirarse a que la suma de la vigencia integral de todo lo anunciado en estos últimos días permita un funcionamiento normalizado del sistema para el segundo semestre de 2024.

Y si, además, se liberara en el futuro el tipo de cambio y se eliminaran costos tributarios aun mantenidos -ante la emergencia- podría preverse alcanzar importaciones en niveles ya propios de una economía como la nuestra en crecimiento.

Ahora bien: los temores a que mayores importaciones afectarán empresas locales en general son infundados. Todos los países de la región importan mucho más que nosotros y no padecen.

El mundo en promedio importa en niveles que duplican el argentino: las importaciones en relación al producto bruto en el mundo han alcanzado en el último registro anual medido el mayor nivel histórico: 30,5%. Las importaciones son un requisito en un mundo en revolución tecnológica, integración en redes de valor, economía basada en le capital intelectual, sofisticación productiva.

Se exhibe a continuación al registro del BM que muestra cómo las importaciones en el mundo son cada vez más significativas en relación al PBI global.

Las importaciones argentinas ante la desregulación: no hay apertura indiscriminada y no hay desprotección de la industria nacional

Las importaciones son necesarias.

Y no solo no afectan la economía doméstica, sino que la fortalecen.

Lo que hace vulnerables a las empresas no es la “apertura” sino que son las inconsistencias macroeconómicas o las rigideces regulativas (como ocurrió a fines de los 90, cuando las importaciones relativas al producto bruto eran menores que en los primeros años de la década de los 2000, pese a que en aquella época “dolían” más por las vulnerabilidades locales como la rigidez cambiaria, el mantenimiento de condiciones anticompetitivas o los déficits fiscales).

El problema no es la “apertura” sino las condiciones competitivas generales.

Debe decirse que las reformas propuestas por el gobierno en modo alguno desamparan la industria local: se mantienen los elevados aranceles (del Mercosur) y se agrega a ellos el impuesto PAIS (que es de dudosa legalidad según normas de OMC y otras como el Mercosur). Todo lo que mantiene altos costos tributarios.

Ahora, de lo que se libera al comercio exterior es de las trabas administrativas distorsivas y perniciosas.

El arancel promedio a la importación permite graficar el grado de la protección que se mantiene (se provee a continuación -en orden alfabético- información surgida de la OMC en el último registro anual):
Arancel promedio a la importación:
• Argentina (que no se modifica con las nuevas reformas), 11%.
• Brasil, 9%,
• Chile, 6%,
• Colombia, 6%,
• Ecuador, 7%,
• México, 4%,
• Panamá, 6%,
• Paraguay, 6%,
• Uruguay, 9%
• Venezuela (en el único caso que supera a Argentina), 13%.
• El promedio en Latinoamérica, 7%.

Y Argentina a esto le agrega el cobro del impuesto PAIS y los costos burocráticos.
Mientras, en el mundo, el arancel promedio desciende año a año. Argentina (que ha cedido competencia en estas materias al Mercosur) no ha reducido su carga desde hace décadas y con eso se desacopla tecnológicamente del resto del mundo y desvincula a sus empresas de las cadenas internacionales de producción.

Muestra el grafico del Banco Mundial el descenso en aranceles promedio que ha ocurrido en el planeta, un descenso marcado desde 1990 hasta hoy cuando ronda 5% (descenso que Argentina no acompañó):

Las importaciones argentinas ante la desregulación: no hay apertura indiscriminada y no hay desprotección de la industria nacional

La Argentina, pues, con las reformas propuestas mantiene alta protección económica y suprime restricción intervencionista.

Es que las importaciones son necesarias. En todo el mundo equivalen al 30% del producto planetario. Porque el encadenamiento productivo global exige interacción. Sin importaciones no habrá recuperación.

Ahora bien: Argentina tiene (hasta ahora) un nivel de restricciones no arancelarias que se pretende reducir y que es, por lejos, muy superior al promedio mundial (mundo en el que hay muchos países -menos desarrollados- muy obstructivos en lo no arancelario.

Exhibe la información que se muestra a continuación (del WITS del World Bank) lo referido: casi 95% de las importaciones están sometidas a restricciones no arancelarias, lo que supone 32% más que el promedio mundial). Pero a esto debe agregársele algo no medido; la intensidad: en Argentina hay restricciones no arancelarias tradicionales (como normas de calidad o de operación), las hay no tradicionales (como los limites aplicados de hecho por las autoridades, no siempre basados en normas explicitas y que han sido más obstructivos aun) y además están las tributarias indirectas (el impuesto PAIS, por caso, que no es un impuesto al comercio sino a la compra de dólares -para pagar el comercio- y que no siempre es registrado en estos estudios comparativos mundiales.

Por ende, los obstáculos no arancelarios argentinos son altísimos. Y es sobre los no arancelarios (limitantes por administración de comercio especialmente) que se está avanzando con la desregulación.

Lo informa el WITS del World Bank que en el registro que se muestra a continuación muestra su calificación de Argentina.

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Y lo referido compara Argentina con el promedio mundial. Si la comparación se hace con los países más exitosos Argentina esta mas lejos de sus estándares aun.

Conclusión

La Argentina, pues, ha iniciado un proceso de eliminación de trabas no arancelarias e institucionalización del comercio exterior. Que se instrumenta por normas internas.

El índice de burocracia de América Latina de la Fundación Atlas Network ubica a Argentina y Venezuela como los dos países más burocratizados.

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Por otro lado, lo anunciado se alinea con las preferencias exteriores que se presentan mostrando los modelos internacionales elegidos. Argentina pretende acercarse a países más competitivos. Lo que requiere mejorar su arquitectura normativa local. Así, se ha hecho público el apoyo de Argentina a la conclusión del Acuerdo de Asociación entre la Unión Europea y el Mercosur, se anticipó la formalización de la intensión de ingreso a la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) y se hizo saber que no se concretará el ingreso al grupo BRICS.

Todo ello define principios para los negocios internacionales, conforme lo que el propio presidente Milei ha referido en varias ocasiones: Argentina promueve un alineamiento con las democracias occidentales capitalistas (lo que puede resumirse en la notoria preferencia de trato que el presidente argentino le confirió al presidente Volodimir Zelenski en el día de sus asunción -graficando, así, en una imagen, una política-) o la anterior visita del entonces presidente electo - aun no asumido- a la Casa Blanca en la que se reunió con Jake Sullivan, Consejero de Seguridad Nacional del gobierno de EEUU.

Todo esto produce gran impacto en la agenda económica exterior porque el mundo se encuentra en medio de un proceso de cambios geoeconómicos en los que la geopolítica ha pasado a ser un relevante componente de las decisiones económicas de las empresas. Y ello no se instrumenta si se mantiene el intervencionismo en el comercio exterior. Por eso, las reformas relativas en el comercio exterior en general y en las importaciones en particular (que no aparecen como excesivas y hasta podría reclamarse que se completen con otras como la ulterior supresión del impuesto PAIS) son un requisito.

Aunque lo anunciado puede en el futuro ser aun completado por asuntos pendientes. Y hay asuntos pendientes.

Los anuncios conocidos no han contemplado referencias a Mercosur, un bloque cuyo tratado ha sido violado por muchas decisiones de gobiernos anteriores en Argentina y que adolece de una característica que emerge como antiética con las nuevas políticas: el Mercosur es un bloque que mantiene elevados aranceles externos, carece de tratados comerciales significativos con terceros y se opone al ideario aperturista del nuevo gobierno, lo que lleva a preguntarse por la futura postura argentina en las discusiones internas en el grupo que -entre otros indicadores- exhibe hoy el récord negativo de ser el bloque de integración con menor participación del comercio internacional en relación su producto bruto de los 20 comparables que hay en el planeta.

En verdad, lo conocido en estos primeros días está mayormente dirigido a la arquitectura institucional y normativa interior (con impacto en el ámbito de los negocios externos) y deberá esperarse para conocer definiciones en ámbitos internacionales sustanciales (las demás negociaciones internaciones que esperan en el Mercosur -y otras propuestas de negociaciones bilaterales o multilaterales pendientes o posibles-, la posición ante la APEP impulsada por EEUU o aun el impulso pendiente a la instrumentación del Acuerdo de Facilitación de Comercio celebrado en el marco de la Organización Mundial de Comercio -OMC-).

Puede concluirse que un nuevo ideario ha comenzado a plasmarse en medidas, proyectos, anuncios y acciones. La vorágine ha sorprendido, pero la orientación parece dirigirse a la supresión de las causas que hay hecho de Argentina el país de peor performance en la materia en lo transcurrido del siglo XXI en la región (con críticos resultados en el corriente 2023 que pueden acreditar las circunstancias excepcionales reclamadas para el DNU) instaurándose en cambio una nueva arquitectura institucional y regulativa que aliente la inversión, la producción, el comercio y la generación de empleo relativos a los negocios internaciones.

Y puede preverse que (aun, por ahora, con asuntos pendientes), si se lograra su implementación, todo produciría un saludable salto de competitividad, eficiencia y crecimiento.