Con el triunfo de Javier Milei empezaron a despejarse algunas de las dudas de la previa, pero muchas otras persisten. El armado de equipos y los nombres que se anuncian para integrar el gabinete no eliminan la incertidumbre de cómo la próxima gestión encarará un programa de estabilización.

Como algo positivo, quizás lo más seguro hasta el momento sea la intención de poner, desde el principio, el foco en una severa política fiscal. Aunque no termina de quedar claro por dónde comenzará, qué incluye el -sistemáticamente mencionado- gasto político, y si con la eliminación de este será suficiente para alcanzar el equilibrio fiscal en 2024. Además, quedan dudas respecto del conocimiento, sobre todo legal, de cómo diagramar esa reforma del Estado, y respecto del grado de gobernabilidad con que contará para avanzar en la acelerada convergencia fiscal que propone. El tejido de relaciones y oferta de cargos a referentes del PRO duro y a parte del peronismo de centro, incluyendo a personas ligadas a Juan Schiaretti, podría estar buscando asegurar un manejo menos conflictivo de esta dinámica.

Sin definiciones certeras, en el plano monetario y cambiario los nombres que circulan para ocupar los asientos de ministro de economía y presidente del BCRA, Luis Caputo y Demian Reidel, respectivamente, parecen dejar de lado la idea de avanzar en una dolarización en el corto plazo, al correr de escena a Emilio Ocampo, su principal impulsor. Se está mostrando así cierta conciencia de los costos que implica insistir con esta medida sin dólares en el Banco Central, volviéndola técnica y políticamente compleja de aplicar. Alternativamente, creemos que ganó terreno la opción de eliminar el cepo, aunque se desconoce por el momento la ubicación temporal dentro de una secuencia de medidas.

De todos modos, entendemos que la liberalización del mercado de cambios será más temprano que tarde. Milei se encargó de enfatizar que sin resolver el “problema de las leliqs” esto no podría hacerse, y la dupla económica elegida hace pensar que harán una especie de canje implícito, reemplazando instrumentos cortos y en pesos (leliqs) por otros largos y en dólares. Nosotros hemos comentado reiteradamente que es un error poner tanto énfasis en las leliqs como un problema. Creemos probable entonces que el eventual nuevo ministro fue elegido por su capacidad de conseguir financiamiento, realizar esta ingeniería financiera y así facilitar la eliminación de las restricciones cambiarias que rigen hoy, según la mirada del presidente electo.

Pero esto sería solo la solución a tan solo uno de los problemas que enfrenta la economía actualmente y no vemos que el armado del equipo económico refleje la conciencia de lo complejo que resulta diseñar y monitorear un programa de estabilización, en donde se requiere calibrar bien todas variables, su velocidad y su secuencia, al tiempo de darle un soporte político e institucional. Parece más bien, la conjunción de distintas ideas adquiridas sobre la marcha en base a los nombres llegados al gabinete como consecuencia de los acuerdos con otras fuerzas a cambio de gobernabilidad. Sin un norte claro que ordene, la descoordinación podría terminar entorpeciendo la gestión, demorando la ganancia de reputación que el Gobierno se propone conseguir a partir de la modernización del Estado como base para la estabilización. La tarea de estabilizar requiere como condimento esencial una visión macroeconómica integral en la cual la coordinación y la secuencia de las medidas a implementar se vuelven claves. Por ahora, es algo que luce ausente dentro de un gabinete en construcción, y, a nuestro criterio, reduce las probabilidades de éxito.