Javier Milei asumió la presidencia en uno de los momentos más difíciles de la historia argentina. Con mucho por hacer y sin tiempo que perder, él y su equipo de gobierno se han puesto manos a la obra para encarar los problemas que enfrentamos lo más rápido posible. Ahora, las dudas recaen sobre su acompañamiento. ¿Estarán los demás actores a la altura del desafío?

Tomando la famosa alegoría de Milton Friedman, nuestro país es en términos económicos similar a un alcohólico crónico. Con la bebida, cuando uno incurre en ruinosos comportamientos los “buenos” efectos vienen primero, y los malos llegan después. Mientras que cuando se intenta dejar la adicción el orden es inverso. Para el caso argentino, la bebida es el gasto público y el déficit fiscal.

Otra frase del mismo autor reza que no existen los presupuestos desequilibrados, ya que todo gasto que hagamos en algún momento lo tenemos que pagar. En la administración pública, eso significa que cada déficit fiscal que exista deberá pagarse y, si no queremos hacerlo con impuestos, deberemos hacerlo con deuda e inflación. 

Es así que, tras 20 años de déficits fiscales recurrentes, no debería sorprendernos el resultado al que hemos llegado. La buena noticia es que las cosas están empezando a cambiar: en enero, el gobierno obtuvo en las cuentas públicas un superávit financiero de $518.408 millones, mientras que se espera otro resultado fiscal positivo en febrero.

Junto a esto, no solo el índice de Confianza en el gobierno ha pegado un salto, que lo hace con cada cambio de administración, sino también que la brecha entre los tipos de cambio oficial y paralelos se ha reducido. Claro que esto tiene que ver con el sinceramiento cambiario, pero también significa que los propios argentinos no estamos más escapando despavoridos de la moneda que emite nuestro gobierno. Si trajéramos por inflación el tipo de cambio previo al balotaje, implicaría hoy tener un dólar de $1.900, mientras que es solo de $1.020.

Adicionalmente, son pocos los países que existen en el mundo con una brecha tan grande entre lo que son y lo que podrían ser. Así, cada vez que nuestro país se encamina -al menos en las intenciones- a cerrar esta brecha, las expectativas son apabullantes. Los bonos suben, las acciones suben, el riesgo país baja y el mundo vuelca su mirada hacia este punto perdido del cono sur. Si el gobierno consigue levantar el cepo para mitad de año como prevé, eso puede traducirse en el ingreso de capitales e inversiones necesario para empezar la acumulación de capital per cápita, y con ello, la clave del crecimiento.

Otro tema no menor es Banco Central acumuló USD8.700 millones de reservas desde el que asumió Milei. De esta forma, la caja de ahorro de la Nación, nuestro fondo de emergencia contra corridas y shocks externos se está recomponiendo muy rápidamente. Después de que el gobierno previo la dejara en rojo por casi USD12.000 millones.

Relacionado con lo anterior, sucede que BCRA ya no financia al Tesoro, luego de que en 2023 se emitiera por 7 puntos del PBI para sustentar los gastos del gobierno. De esta forma, la administración de Javier Milei le puso un freno al motor de fondo de la expansión monetaria. Si bien la entidad aún debe seguir pagando los intereses de la deuda heredada y recomponer sus reservas, terminar con el financiamiento del déficit permite que el BCRA se aboque a solucionar sus problemas sin ser afectado por el Tesoro.

Asimismo, las expectativas van en línea. Según la UTDT la inflación esperada bajó 60p.p. para los próximos 12 meses de enero a febrero. Si el mercado descuenta mejoras esto puede trasladarse a la economía real. Lo miso está ocurriendo con los contratos de dólar futuro, cuyo valor viene bajando significativamente, reflejando expectativas de mayor estabilidad en el valor del peso frente a la divisa estadounidense.

Otro aspecto para nada despreciable tiene que ver con la cosecha. Para la temporada 2023/24 se estiman 14,5Mt de trigo, 57Mt de maíz y 49,5Mt de soja, que, si bien no son récord, significan una mejora importante respecto a la campaña anterior. Esto repercutirá positivamente en el financiamiento para el país como un todo, y también sobre las cuentas del sector público, justo cuando más hace falta.

Por su parte, y por lo menos hasta que finalice el tratamiento de la comisión bicameral, el DNU desregulador ya está haciendo efecto. Entre otras varias, se derogó la nefasta Ley de Alquileres, lo que provocó que casi se duplicara la oferta de viviendas en alquiler (en CABA subieron 96%) y que los precios empezaran a caer en términos reales.

Finalmente, la historia muestra que cuando los países deciden salir de un ciclo de decadencia crónico al principio deben pagar las consecuencias del pasado, para luego disfrutar los beneficios de la recuperación. Mientras tanto, la espera puede hacerse más fácil sabiendo que vamos en buen camino, y si el cambio se materializa, entonces solo nos preguntaríamos por qué tardamos tanto en empezar.

Con todo, la duda que hoy persiste es si la recuperación será una “V” o, más bien, una “U”. La clave estará en el nivel de acompañamiento que puedan tener las reformas, y que tan rápido se hagan. ¿El equilibrio fiscal será un objetivo de todos los niveles de gobierno o solo de la Administración Nacional? ¿Se pasarán leyes en el Congreso que faciliten las inversiones y permitan mejorar la actividad económica? Lo cierto es que de estos actores dependerá si la recuperación será lenta y dolorosa o mucho más rápida. Pero esto requiere reformas económicas pro libertad que se enfrentan a muchos intereses.