La declaración de la Agencia Internacional de Energía (AIE) sobre la inevitabilidad del cambio hacia las energías renovables resonó como una declaración clave en un momento en que el mundo está experimentando una transformación trascendental en su suministro energético.

Durante más de dos siglos, los combustibles fósiles han sido la columna vertebral de nuestra matriz energética, pero ahora, con la irrupción de alternativas que demuestran ser seguras y asequibles, se está produciendo un cambio significativo.

La transición energética no solo es una respuesta crítica a los desafíos climáticos, sino que también representa una gran oportunidad para los inversores, tanto institucionales como particulares. Según datos de la Agencia Internacional de las Energías Renovables, la inversión en infraestructuras de este tipo de energías superó los 500.000 millones de dólares en 2022 y se espera que alcance la cifra de 1,3 billones de dólares anuales en 2030.

Con este contexto, nos preguntamos, ¿qué implica para los inversores la creciente demanda de energías verdes?

En este sentido, los inversores han emergido como actores clave en este cambio de paradigma, gracias a cambios regulatorios, innovaciones en fondos de inversión y avances tecnológicos. La demanda de los inversores ha evolucionado, con un interés creciente en participar en mercados privados, en infraestructuras vinculadas a la transición energética.

Desde el punto de vista de la rentabilidad, las carteras de inversión en este tipo de energías se proyectan para ofrecer rendimientos anuales del 8,5-10% en el largo plazo, comparables a la renta variable publica. Incluso, las tecnologías relacionadas con la descarbonización presentan oportunidades para rendimientos aún mayores.

La gestión de riesgos en energías renovables implica desafíos como la inflación, el precio de la energía, el clima, la tecnología y factores geopolíticos. Sin embargo, estos riesgos manejados a través de una estrategia de inversión activa por especialistas también proporcionan una valiosa oportunidad de inversión y de diversificación a la cartera de inversores.

Es esencial destacar que la inversión en la transición energética no solo conlleva beneficios económicos, sino que también contribuye a soluciones climáticas y de sostenibilidad. Cada vez más, los inversores institucionales a nivel global, como los fondos de pensiones y endowments de universidades buscan un impacto positivo en sus inversiones, medido no solo en términos financieros, sino también en resultados tangibles como la generación de energía limpia y la promoción de la economía cero neta. Proporcionando un flujo futuro de inversiones en el sector, dando mayor liquidez al sector y por ende aumentando también el desarrollo de las industrias y proyectos relacionados con el sector de energía renovable.

La transición energética no solo es inminente, sino que también es un camino hacia una nueva era de oportunidades de inversión sostenible y rentable. La visión de la AIE, así como los fondos especializados que ofrecen los distintos actores del mercado financiero, incluido Schroders Greencoat, marcan un hito en la convergencia de la responsabilidad ambiental y las ganancias financieras, demostrando que la alineación de los intereses económicos y medioambientales no solo es posible, sino también inevitable.