El éxito del próximo presidente dependerá de la correcta interpretación del sistema internacional actual y sus principales tendencias. Nada es más importante para cualquier gobierno que la adecuada lectura de los condicionantes y oportunidades regionales y globales en relación a sus intereses nacionales. La estrategia de las relaciones de la Argentina con el mundo deberá diseñarse considerando la naturaleza del orden (o el caos) internacional imperante. 

El sistema internacional actual se muestra sensiblemente diferente al que teníamos hace apenas cinco años atrás. La guerra comercial y tecnológica entre Estados Unidos y China, la pandemia de COVID-19, la guerra en Ucrania y ahora la escalada que implica el conflicto en Oriente Medio, entre otros, son los principales síntomas de la gran transformación en curso. 

Cualquier gobierno debe saber que la misma decisión que hubiera tomado hace apenas cinco años no tendría hoy los mismos resultados, o peor aún, podría tener resultados opuestos. Cualquier estadista reconoce que en el presente escenario internacional no es posible aplicar las políticas liberales de fines del siglo XIX, el proyecto nacional del primer peronismo o abrazar las relaciones carnales de los ´90, esperando que se produzcan los mismos resultados. La suposición de que un conjunto de medidas basadas en dogmas debe necesariamente llevar a resultados virtuosos suele chocar contra los caprichos de la realidad. 

Las directrices de las políticas nacionales deberán incluir una cuidadosa interpretación del contexto internacional y, especialmente, de sus principales tendencias. En primer lugar, la redefinición de las relaciones con las principales potencias y los alineamientos internacionales en un contexto de conflictos armados o comerciales y en un marco de disputas por el liderazgo tecnológico y la reconversión de la organización productiva global.

En segundo término, es indispensable evaluar las ventajas relativas que permitan optimizar nuestras relaciones internacionales en la presente etapa de crisis y transición del orden internacional. Este proceso de inestabilidad y transformación de las relaciones entre las potencias ascendentes y declinantes suele ser la regla y no la excepción. La historia es un maestro implacable, no se la puede soslayar y mucho menos ignorar. 
Finalmente, la cuidadosa elección de los aliados políticos y socios comerciales define la fortaleza de un proyecto político y la potencialidad para el desarrollo nacional. La oportunidad de fortalecer alianzas y consolidar acuerdos regionales continua en el centro de una estrategia de inserción internacional que interprete una geopolítica para América Latina. 

El próximo gobierno tiene el enorme desafío de no errar el diagnóstico del sistema internacional actual e identificar las oportunidades en base a las megatendencias globales. No será con modelos dogmáticos, manuales decimonónicos, o repitiendo consignas de barricada como se habrán de realizar los intereses nacionales.