Gándara, el pueblo que fue marca y parada obligatoria de la Ruta 2 y hoy está casi deshabitado
El próximo censo confirmará que en el paraje de Chascomús solo viven tres familias. Hoy reconvertido en circuito para ciclistas, todavía quedan imágenes detenidas en el tiempo.
Tomar la Ruta 2 con destino a Mar del Plata, y parar, no por necesidad sino por costumbre, era parte del camino. Por lo menos hasta mediados de los 90.
Kilómetros antes de llegar a Chascomús, el plan siempre era volantear hacia la derecha y pasar a buscar la muestra gratis de aquello que Gándara quería promocionar. La gran mayoría de las veces, yogurt.
Del otro lado, claro, esperaba la vuelta: Villa del Sur. Y su muestra. La parada era obligatoria de lo gratuito. Lo que llama. Y convoca. Aquello que evoca otros tiempos y que hoy, a la distancia, con el valor de lo emotivo, gana en el cauce de la memoria.
Pero el paso del tiempo dejó sus esquirlas. Y, en la actualidad, aquello que alguna vez fue atracción, funciona como vieja postal de un paraje que fue marca y que ahora luce deshabitado.
La empresa láctea Gándara cerró sus puertas en 2003 y desde entonces, el pueblo con su nombre, a solo 23 kilómetros de la ciudad de la laguna, también apagó sus luces. Tanto que hoy solo viven tres familias en un lugar que fue tuvo más de 400 empleados cuando cumplió los 100 años, en 1996, y que a diario movía 300 mil litros de leche.
“Para la gente de Chascomús, hablar de Gándara no es tocar cualquier tema”, le dice a Data Clave, Alejandra Bilbao, vecina de la ciudad. “Para nosotros el cierre de Gándara significó que muchas familias se queden sin trabajo, que muchas personas sufran y que otras tantas se enfermen como parte de ese sufrimiento. Duele verla desmantelada. Mostrar Gándara hoy es como mostrar la parte de tu casa que no querés que se vea”.
Ya lejos de sus años mozos, Gándara funciona como paraje turístico. “Estuvimos trabajando en un programa para ponerlo en valor. Hay treinta casitas que estaban abandonadas y que pueden ser reutilizadas y un convento de las monjas rosarinas que tiene una gente interesada en hacer un hotel”, sostiene Leandro Otondo, secretario de Turismo de Chascomús en diálogo con Data Clave.
De las tres casas que hoy están habitadas, en una vive una ex azafata que tiene un refugio llamado El Vergel, una cabaña diseñada para el ecoturismo rural que tiene junto a su pareja, un ex piloto comercial.
Su intención es levantar el viejo restorán de la fábrica porque es uno de los destinos más visitados por los entre 500 y 1000 turistas que se acercan todos los fines de semana a revivir un pueblo abandonado.
Hoy el paraje también funciona como parada obligatoria para muchos ciclistas que realizan sus recorridos desde Chascomús hasta Gándara. Y, además, hay visitas guiadas que forman parte de un emprendimiento privado que permite descubrir la historia detrás de la fábrica, el convento y la estación de tren que, en la actualidad, luce inmaculada.
“Tuvimos el mejor octubre en un montón de años”, asegura Otondo sobre el turismo en Chascomús. Y agrega que “fue un muy enero pero no en función a lo que imaginamos. Lo bueno es que pasamos de ser un destino de tres días a cinco o seis. Y hoy de cada 10 personas que vienen, 6 no nos conocía. Y todos los que se van, siempre vuelven. Eso es lo que tiene Chascomús”.
Más allá de la laguna, Chascomús también se mete de lleno, a través de Gándara, en parte de lo que es la ruta de los pueblos abandonados. Un tipo de turismo que, pese al dolor de antaño, crece.